
La sorpresiva insurrección de Xóchitl Gálvez, una figura dicharachera, inteligente y activa, pero que poco había trascendido, emergió como una opción para la oposición. Ella busca ser candidata a la jefatura de gobierno; pero un par de mañaneras donde el Presidente la mencionó fue suficiente para elevar sus bonos y ponerla como aspirante presidencial.
Con ello bastó para imponerse a figuras como Santiago Creel, Beatriz Paredes o De la Madrid, y los partidos del Frente por México la ungieron como candidata. Parecía que su crecimiento seguiría y la suma de apoyos, pero tiene un par de semanas que la tendencia de crecimiento parece haber llegado a su tope, un “petardazo” (dicho surgido en la Revolución, por los cuetes que se lanzaban ante la falta de cañones y artillería; prendían cuetes para que sonaran y explotaran y así engañar al ejército contrario, engaño que duraba poco). Creo principalmente por tres razones.
La primera tiene que ver con López Obrador, que si de algo sabe, es del efecto desgaste, cuestionar, estigmatizar y señalar a alguien, siempre dejará alguna mancha, quedará sembrada la duda de la honestidad o el interés, dando argumentos para que un ejército de morenistas pueda propagar los cuestionamientos o contraargumentar a los simpatizantes de Xóchitl.
Por otro lado, se ve que la están dejando sola, sí, los partidos que le tendrían que apoyar pareciera que no les interesa que crezca, y la razón es muy sencilla: la mezquindad de seguir controlando los cotos de sus partidos. PAN, PRI y lo que queda del PRD saben que una candidata fuerte, en un proceso presidencial, influye en todo, y todo empezando por las candidaturas. Los caciques partidistas no quieren que nadie se meta, ellos ya las tienen apartadas para sus incondicionales, los que serán la primera línea de sobrevivencia en el siguiente sexenio; por otro lado, también influye en los recursos y gastos de las prerrogativas para las campañas, y tampoco permitirán que Xóchitl les meta mano, ellos le darán lo que crean y como crean, ya que es de donde subsisten estructuras y familias de los partidos. De esa forma, Marko Cortés, Alito Moreno y Jesús Zambrano son los primeros a los que no les interesa que Xóchitl crezca, por increíble que parezca.
La tercera razón es que no tiene una agenda concreta, sino ocurrencias, y eso da para llamar la atención de vez en cuando, pero no para sumar y crecer. No sale de los estados donde se siente cómoda, en su zona de confort, y no se ve encabezando ni un movimiento social, sumando liderazgos ciudadanos, ni un proyecto alternativo que se desarrolle y emerja como alternativa al de la 4T. La ocurrencia es su principal agenda.
De esa manera, si no se da un golpe de timón, se cierran filas, se rompen mezquindades, la participación de Xóchitl será sólo para aportar lo necesario y los partidos de oposición obtendrán el mínimo de prerrogativas y escaños que les servirán de tabla de salvación de las camarillas partidistas en el próximo sexenio.
Por el bien de la democracia y México, espero que las cosas cambien con Xóchitl.