Mariana Torres Ruiz
Este mes de marzo suceden dos cosas que me producen una marejada de emociones. Por un lado, la Conmemoración del Día Internacional de las Mujeres el día 8; por otro, el 27 es la celebración anual del Día Mundial del Teatro. Así que esta vez decidí entrelazar ambas cosas. Fue una delicia escribir este texto a manera de coro con la contribución de mis colegas, amigas y estudiantes de la escena de distintas generaciones, formaciones, años en escena e intereses, que trabajan principalmente en Aguascalientes. Aceptaron muy generosamente mi invitación, por eso mi cariño y admiración a todas. Son actrices, directoras, productoras, vestuaristas, titiriteras, bailarinas, zanqueras, cantantes, investigadoras, talleristas, egresadas o estudiantes; todas cumpliendo, en muchas ocasiones, más de un rol en la construcción escénica. Sin dejar de lado su vida cotidiana en la que, además, son docentes, funcionarias, empresarias, gestoras, alumnas, madres, esposas, compañeras, novias, hijas, en fin. Ellas hablan.
Graciela Martín Salado, 55 años en escena. Desde que descubrí lo mágico del quehacer teatral accedí a mundos maravillosos. Esas puertas se abren si tienes mente y corazón dispuestos a dejarte tocar por toda clase de sensaciones y sentimientos. Eso, y un ingrediente muy importante, difícil de encontrar hoy en día, HUMILDAD. El camino no es sencillo, sin embargo pienso en el público que ve lo que hago y se emociona, eso es una semilla que rinde frutos. Por eso a los jóvenes que estudian actuación, les digo: sean esponjas; nútranse, experimenten, aprendan; las herramientas que se les proporcionan, no las obtendrán de algún otro modo.
Sandra Monserrat Negrete, 16 años en escena. La escena es un acto de amor que gratifica el corazón del artista. Dedicarse a esto implica la búsqueda de generar sonrisas, sorpresas, reflexión; vale la pena hacerla por amor al semejante. Lo triste es toparse con las barreras impuestas por aquellos que no consideran el arte como algo primordial y necesario para la existencia. Por eso hay que revestirse con la armadura de la resistencia, de la entrega, de la paciencia, de la dedicación, de la disciplina y de la honestidad. No olvidemos que los artistas somos generadores de belleza, somos esa «rareza» que el mundo necesita.
Lula Delgadillo, 34 años en escena. El teatro no sólo es entretenimiento, es un medio transformador. Saber que cada montaje puede contribuir a mejorar el tejido social, es uno de los más grandes motivos para insistir en la labor escénica. Ésta es muy demandante y las múltiples tareas diarias son algo con lo que lidio desde que me dedico a él; he tenido que sacrificar cosas para lograr el resultado, pero todo vale la pena cuando se abre el telón; pienso en los vínculos afectivos que se generan, en la oportunidad de aportar belleza y amor a un mundo necesitado de arte.
María Guadalupe Zaragoza Burgos, 34 años en escena. La escena es un encuentro vivo y directo, es retadora, potente y única. Permite experimentar que el cuerpo y la mente estén presentes y en contacto con el espectador; es un acto de entrega y sinceridad. En ella aprendo y me reconfiguro. Al ser impredecible e irrepetible siempre es un desafío, pues cuando algo se sale de lo ensayado causa cierto conflicto y alerta máxima. Por eso sé que no es para todos, requiere muchas cualidades, trabajo y disciplina, pero también disfrute. Exige estar dispuestos a planificar, organizarse, a no perder la sensibilidad y renovarse constantemente.
Alexa Torres Ruiz, 30 años en escena. Dedicarme a la escena me da la posibilidad de aprender y ver el mundo desde diferentes perspectivas; construir ficción es ver infinidad de opciones para entender la vida, y mostrarla a personas que ni siquiera imaginas. Elegí ser productora, asumí que también tras bambalinas sucede la magia, desde un bajo perfil, creando con humildad y corazón. No fue fácil, pero lo entendí y amo mi quehacer. Aprendí a respirar, a elegir mis batallas y construí una vida fuera de la escena, porque, justo es lo que te sostiene en momentos de crisis. Llegar a este punto de mi vida profesional me hace amarme dentro de ella, pero también fuera.
Paola López Ibarra, 27 años en escena. Me dedico a la escena por el crecimiento individual, el estado de plenitud que podemos tener sobre el escenario. Para alcanzar esto, el teatro se vuelve un amante muy celoso, por eso mi mayor reto ha sido salir a flote con el vaivén del cotidiano, es decir, cubrir las necesidades mínimas de un hogar y de mis otras labores, sin que todo eso me aleje de él. La realidad es que, con muchísimo trabajo, he logrado funcionar en mi quehacer artístico, por eso he podido con todo lo demás; aprendí que las soluciones no están en los demás, están en una misma. El teatro me regala esta oportunidad.
Issel Morán Barroso, 22 años en escena. En la escena he encontrado un espacio de libertad, de autoconocimiento y de autovaloración de mis propios procesos creativos; un espacio de reflejo donde podemos nombrar y validar nuestros sentipensamientos, donde la otredad encuentra crecimiento e identificación. Implica vencer estereotipos, la intolerancia y la violencia institucionalizada a la hora de crear, sin embargo la paciencia es mi aliada. La actuación es un proceso fuerte, de deconstrucción emotivo-sensorial-intelectual que nunca acaba. A veces es doloroso, pero muy placentero cuando la escena viva perdura en las/os otros.
Daniela Vasch, 13 años en escena. Para mí, el quehacer escénico es un espacio seguro para conocerme, explorarme y sorprenderme. Esto, sin duda, supone otro desafío, encontrarle sentido a lo que hago y confiar en la otredad. Pero vale la pena siempre correr ese riesgo por las respuestas que voy encontrando a mis inquietudes. Al final, de eso se trata, de una eterna búsqueda.
Ixcha Velasco, 12 años en escena. Me dedico a la escena porque me interesan los temas sociales, desde aquí tengo el privilegio de incidir en mi entorno y usar mi voz para mejorar el mundo en el que vivo. Dedicarse a esto es desafiante por las condiciones laborales porque, a nivel institucional, muchas veces es menospreciado; y porque trabajar con diferentes personas nos enriquece, pero también es complicado. Por ello hay que salir de la zona de confort, ser autogestivas, persistentes, y perseverantes. Prefiero transitar un camino que me guste, aunque sea difícil, a transitar un camino fácil que no me alimente el alma.
Gabriela Elías Lara, 6 años en escena. Me dedico a la escena por el gran enriquecimiento personal que se obtiene. Es un espacio para compartir voces que quieren decirnos algo, y es de gran importancia para la sociedad. Esto implica retos, como los recursos económicos y los espacios, pues adolecemos de facilidades para gestionar proyectos; o tenemos poco tiempo para dedicarle. Así, cuando llega la incertidumbre o el miedo es necesario pausar, es sano y revelador. La escena no es pasatiempo, no es sencilla, pero es muy noble y maravillosa. Seamos abogadas de nuestra profesión.
Elizabeth Rueda Rodríguez, 9 años en escena. La escena me da una sensación que no he encontrado dedicándome o haciendo alguna otra cosa, compartir con el público y sentirlos a través de una mirada es un regalo que nadie me quita. Es un reto siempre construirla, generar un equipo de trabajo con energías y objetivos similares; lo mismo soltar mis ideas aferradas, soltar a personas, soltar el tiempo, soltar el control, dejar que las cosas fluyan y se acomoden. Nunca olvido las razones por las que me dedico a esto, hago una lista y agradezco todo lo logrado.
Rebeca Hernández Banda, 4 años en escena. La escena es el medio más poderoso que he conocido para impactar las vidas humanas. Es un abrazo reconfortante, un cubetazo de agua helada, una explosión neuronal, o un respiro profundo. Por eso se requiere una constante búsqueda de autenticidad, de identificar lo que nos hace especiales y luchar contra el autosabotaje. Así es que decido aferrarme a mis motivaciones porque sé que en la escena hay lugar para todas, todas somos valiosas. Para crear hay que creer primero en una misma.
Mónica Boeta, menos de 5 años en escena. Para mí la escena es juego, encuentro y esperanza; un acto subversivo en un mundo de plástico y de hastío; es dignidad, necesaria y alegre rebeldía. También un desafío con dos rostros: por un lado sortear a un sistema depredador que exige producción y consumo desmedido; por otro, sobreponerse al propio desánimo, al miedo, al cansancio. Cuando esto sucede pienso “compa, respira y apapacha a tu corazón. Nuestra realidad es complicada, pero otros mundos son posibles: el teatro, la escena, el arte es prueba de ello”.
Obviamente hay más, muchísimas más, a ellas también mi admiración y respeto por su trabajo. ¡Venga colegas, sigamos construyendo escena desde nuestro morado corazón!