Por J. Jesús López García

Tres planteamientos sobre la arquitectura: la expresada por el naturalista y dramaturgo alemán Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832), por el poeta y novelista francés Víctor Marie Hugo (1802-1885), y la arquitecta británico iraquí Zaha Hadid (1950-2016). Para el primero, la arquitectura era “música congelada”, para el segundo, esta disciplina representaba “el gran libro de la Humanidad”, y para la tercera, “Todo el edificio es como movimiento congelado” al referirse a la Estación de bomberos Vitra, comentario que aparece en Architecture of Zaha Hadid in Photographs. Ed. Lars Müller, Baden, 2000, de la fotógrafa Hélène Binet (1959).

De lo expresado por los tres, podemos inferir que la arquitectura es un vestigio de lo que a lo largo de los años ha sucedido. Los rastros del tiempo quedan adheridos en ella de manera gélida, lo mismo del aquí y ahora que de los múltiples ayeres, experimentando, en algunas ocasiones, alteraciones y deterioros, e incluso modificaciones a lo largo de su permanencia.

Cuando se nos requiere para que demos a conocer los inmuebles representativos de la ciudad o del estado de Aguascalientes a aquellos visitantes, incluso siendo hidrocálidos, que no conocen o desean visitarlos, inmediatamente los remitimos a algunos que tienen una significación particular, ya sea de carácter público o privado, que en la mayoría de las ocasiones pertenecen a un pasado remoto y que por ello son merecedores de ser “presumidos”. Por derecho propio, los templos conjuntan las características de antigüedad, de simbolismo y de atributos acreedores de exhibirse, pues como elementos arquitectónicos conjuntan el arte, la memoria y las alegorías, además de simbolizar las ideas, anhelos, esperanzas, y todas aquellas funciones comunes, corrientes y habituales, así como las especiales, que originan obras urbanas que nos son apreciadas y cercanas a nosotros.

El templo del Señor de las Angustias en Rincón de Romos, Aguascalientes, con su sencillez neoclásica de la portada neoclásica de dos cuerpos enmarcados por entrecalles propiamente dichas y por pares de columnas de orden jónico que soportan entablamentos simples, siendo el inferior el apoyo para desplantar un frontón circular. Trofeos sencillos rematan en su parte superior a la portada, lo que contrasta con una elaborada torre de campanario de dos cuerpos a partir de un par de cubos ochavados con parejas de columnas también, y culminado todo con una espigada y alta linternilla.

La balaustrada del atrio posee unas pilastras de sección cuadrada terminadas con capiteles de orden toscano y completados por trofeos; su puerta de acceso enfatizado con un arco de medio punto resguardado por pilastras de sección cuadrada y capiteles de orden toscano, soportando un entablamento de filiación netamente neoclásica y coronada por una sencilla cruz en su eje de simetría. La finca sobria hace acompañar a la torre de campanario de una espadaña de remate mixtilíneo, que tiene en su conjunto líneas compositivas fuertes y simples, pero que no niegan su categoría de edificación digna y elegante.

El templo de Nuestro Señor de las Angustias, es uno de entre muchas obras religiosas que van pautando el paisaje urbano del estado aguascalentense, donde la vegetación baja del altiplano se hace eco de construcciones de diminuta altura, sobresaliendo más a este tipo de edificio cuya elevación superior se articula con un perfil especial también. Encapsulados en el tiempo, los rasgos arquitectónicos de la finca, han sobrevivido lapsos con una dignidad que aún se encuentra presente, manifestando con fuerza todavía buena parte de las características que hace mucho tiempo delinearon la identidad del lugar donde se ubica. Seguramente Rincón de Romos, en Aguascalientes, nos depara un sinfín de sorpresas arquitectónicas como podemos deducir con el templo de Nuestro Señor de las Angustias.