Jesús Eduardo Martín Jáuregui

Ayer en la Universidad Autónoma de Aguascalientes se presentó el libro que constituye la tercera entrega de la obra monumental que hace ya algún tiempo concibió el doctor Aurelio de los Reyes García Rojas, Cine y Sociedad en México 1896-1930 que comprende de los años 1924 a 1928, en los que, especialmente en este último acontecieron hechos que cimbraron a nuestro país sin duda marcaron un rumbo definido para un partido oficial que habría de regir los destinos de México durante 70 años.

Este trabajo monumental de Aurelio de los Reyes es valioso por lo que aporta, pero también por el trabajo exhaustivo y cuidadoso de separar la broza para dejar la sustancia, al extremo de que la apretada y sabrosa prosa, valga el ripio, casi no deja espacio para respirar, porque la continuidad cinematográfica del texto no deja, como buen cineasta, ningún tiempo muerto, todo tiene un sentido y una razón.

Se dice que al gran Akira Kurosawa, algún impertinente le preguntó con respecto a una de sus películas: «Maestro, que mensaje quiso trasmitir usted en esa obra», Kurosawa circunspecto contestó: «si hubiera querido transmitir un mensaje, envió un telegrama». Además de que en la actualidad hubiera usado “correo electrónico” y no telegrama, merece la pena precisar que al margen del mensaje expreso o implícito de la obra, refiriéndonos a cualquier obra cinematográfica o no, el crítico o el historiador, o historiógrafo como se ha puesto en boga, conoce más de la obra que su autor. Aurelio de los Reyes nos tiene acostumbrados a un grado de excelencia en sus textos, a la profundidad de su estudio, a la objetividad de su trabajo siempre con el apoyo documental, dejando muchas veces que (aparentemente) el documento hable, aunque lo dice Edmundo O’Gorman quizá contradiciéndose, precursor de la historia de las ideas en nuestra patria, que “los documentos dicen lo que el investigador quiere que digan”. Pero si la imagen dice más que mil palabras, allí están las palabras para desmentir el dicho. No hay imagen que pueda decir por sí sola que una imagen vale más que mil palabras. Para muestra hay, no un botón, sino toda una bonetería que ha elaborado nuestro autor.

En una estupenda obra José Gaos, del que no haría falta decir que fundara la Casa de España en México ahora Colegio de México, al que también pertenece Aurelio de los Reyes y que como al Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, con sus trabajos, citando a los clásicos, pule, limpia y da esplendor, obra denominada “Historia de Nuestra Idea del Mundo” sostiene que a fin de cuentas la historia no es la narración de los hechos del pasado, o la reconstrucción de un pasado a partir de los hechos de que tenemos noticia, sino fundamentalmente, el conocimiento de la idea que el hombre de una época y lugar determinado tenía de su mundo, como lo entendía y como lo pretendía comprender, como lo imaginaba y como suponía su devenir. Los monumentos de cada época dan cuenta y razón de una idea del mundo específica y determinada, la de la época en que fueron creados, que implica un sistema de creencias y un sistema de conocimientos. Como el mismo autor dice citando a Ortega y Gasset : las ideas se tienen, en las creencias se está.

La obra Cine y Sociedad en México sin duda hubiera sido seleccionada por José Gaos si quisiera tener la visión de la idea del México que los mexicanos de principios del siglo XX se inventaron. Un México que de alguna manera reconocemos con cierto estupor y con algo de recelo, un México en el que vemos el desarrollo de una violencia absurda que sigue presente en la vida cotidiana, un México de corrupciones, de componendas, de traiciones, de oropel, de papel picado, de fiesta, de música, de sentimientos y sentimentalismos, de patriotismo y de patriotería, de luces y de sombras, que la obra de Aurelio de los Reyes desvela al desvelar la obra de los otros, como diría mi maestro Luis Recaséns Siches, en una especie de ritornelo fantástico a manera de un juego de espejos, que unos a otros se reflejan, y siguiendo al autor: el cine afecta a la sociedad y es afectado por esta. La cuidadosa selección de las imágenes, la atención al libro en el que el autor se esmera hasta el mínimo detalle, la detenida construcción del texto, el guión que sirve como plan de vuelo, una guía susceptible de ajustes, y la visión globadizadora y critica de un artista en toda la extensión de la palabra, que además se ha estructurado como uno de los investigadores más sólidos, acuciosos, y con una metodología depurada de nuestro México, eso es en síntesis Cine y Sociedad en México.

Los temas que se tocan van desde la retórica del poder de la Revolución hasta el Neoliberalismo. Se detiene en Plutarco Elías Calles que institucionaliza la Revolución, crea el Banco de México, el Partido Nacional Revolucionario luego Partido Revolucionario Mexicano y finalmente Partido Revolucionario Institucional, desarrolla una sólida política educativa apoyada en las escuelas rurales, y busca la pacificación del país cualquier precio.

Para la reconstrucción de la época parte de analizar las películas informativas, de allí que su atención se centre en la vida del hombre en sociedad: el trabajo, las técnicas, el pensamiento, la cultura. De los Reyes califica su trabajo como una historiografía cinematográfica: Marinetti: discurso visual, literario, cotidiano. Entender no sólo la obra sino la realidad que expone.

Citando al propio autor: “Explicarme las películas su existencia y su contenido a partir de su contexto histórico, de su título, de su esbozo de argumento, de la crítica, de los anuncios de exhibición, de las gacetillas, de la información periodística, de los documentos conservados en los archivos.” Y se lamenta que la violencia siga siendo la tónica de los tiempos.

La Cristera es la revuelta popular por excelencia. En la que los peones, negros y blancos son sujetos de las voluntades de la Jerarquía y la del Estado. El verso es de Jorge Luis Borges, siempre Borges: sobre lo negro y blanco del camino/ buscan y libran su batalla armada./ No saben que la mano señalada del jugador gobierna su destino,/ no saben que un rigor adamantino/ sujeta su albedrío y su jornada. 

Aurelio de los Reyes anuncia los siguientes dos tomos y anuncia estar a punto de cruzar el umbral de la vejez, pero enmendando la plana al Quijote, siempre el Quijote diría Camilo José Cela: En los nidos de antaño hay pájaros hogaño. Más maduros, más eruditos, más sabios, más plenos.

En la obra maestra de Orson Welles luego de la búsqueda infructuosa de la clave que explicaría la vida del excéntrico periodista millonario “El ciudadano Kane”, la palabra Rosebud, pronunciada en su lecho de muerte, la secuencia final nos muestra la pira de objetos personales que la institutriz apiñó y entre las llamas se alcanza a percibir el letrero grabado en un trineo infantil: Rosebud. Así, Aurelio apunta una pista, el tema principal no es la sociedad ni la cotidianidad, sino el cine: El deseo frustrado de ser cineasta.

¿Frustrado? No, un deseo logrado, porque Aurelio sigue haciendo cine como se hace el cine: con imágenes, con palabras, con tiempo, solo que en vez de plasmarlo en celuloide lo plasma en el papel. Sabe el fruto a su raíz, dice Rafael Alberti.

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