
Para sentirse útiles y conseguir un ingreso, personas de la tercera edad son ocupadas en las tiendas de autoservicio como “cerillos”. El señor Manuel Gómez Sánchez relata que parte de sus ganancias las destina para atender a una hija que padece de insuficiencia renal.
A sus 62 años, el señor Manuel Gómez Sánchez trabaja desde hace un año en conocida tienda de autoservicio al oriente de la ciudad como “cerillo”, un oficio que desempeña a toda honra además de sentirse contento por el buen trato que recibe. “A mí me dieron la oportunidad de trabajar aquí. Me siento a gusto porque me han tratado bien los jefes y los clientes también”.
Manuel Gómez labora durante seis días a la semana con un día de descanso en un horario de las ocho de la mañana a la una de la tarde, y en ocasiones apoya más tiempo en función de la cantidad de clientes que hay en la tienda. “Trabajamos cinco horas nada más y los apoyamos a veces una hora más porque nosotros ya no aguantamos mucho el ritmo”.
Junto con él trabajan un total de 15 personas de la tercera edad en esa tienda en horarios diferentes para cubrir la jornada de la tienda. “Los otros entran a las 12 y salen a las cinco. Otros entran a las cinco y hasta que cierran la tienda”.
Manuel Gómez Sánchez señaló que por su trabajo en la tienda obtiene un ingreso promedio de hasta mil 200 pesos por semana, además de que por las tardes hace trabajos de albañilería que junto con su pensión compensa el ingreso para su familia.
Manuel Gómez es viudo y aunque tiene tres hijas grandes, comentó que una de ellas padece de insuficiencia renal. Motivo por el cual ya no la quisieron en su trabajo y tiene que pagar un seguro de ocho mil pesos mensuales para sus tratamientos. “Mi hija fue trasplantada pero sólo le duró ocho años; la muerte de su mamá le afectó y ahorita está en lista de espera para que le hagan otro trasplante”.
Por esta situación Manuel Gómez destacó que mientras su salud lo permita le seguirá echando ganas a su trabajo para apoyar a sus hijas en sus necesidades.