La mayoría de los directores de las escuelas hacen esfuerzos por pintar los exteriores e interiores de las aulas, así como para conseguir pupitres suficientes para los alumnos; y al lograr la pintura y los pupitres, piensan que sus escuelas son las mejores y no pocos dicen “mi escuela es de calidad”. Ciertamente son planteles de buena imagen. Se reconocen los esfuerzos extraordinarios que hacen los directores, sobre todo con los padres de familia para obtener recursos, pero lo realizado apenas es una condición mínima para ir en pos del mejoramiento educativo; en otras palabras, pintar una escuela no es equivalente a “calidad educativa”, apenas es una condición.

Esto mismo pasa con las autoridades educativas: construyen una escuela o dos y declaran, a los cuatro vientos, que están haciendo todo lo necesario, asignando millones de pesos en la construcción “para elevar la calidad de la educación”. La construcción de escuelas es para atender lo cuantitativo, la cantidad de estudiantes sin aula; y lo cualitativo o la calidad de la educación es otra cosa, es el resultado óptimo del proceso enseñanza-aprendizaje; es el desarrollo integral de las capacidades de los estudiantes y de altos aprendizajes para la solución de problemas de la vida real. La construcción de un edificio escolar puede durar 6 meses y la calidad educativa es de toda la vida. Habrá que saber diferenciar, pues, entre lo cuantitativo y lo cualitativo.

También es muy frecuente escuchar que la escuela X es la mejor porque uno de sus alumnos obtuvo el primer lugar en un concurso de Matemáticas, mientras el resto de los alumnos está reprobado en la materia; o que la escuela es la mejor porque un alumno obtuvo el primer lugar en declamación, mientras todos los demás tienen severas deficiencias en la lectura y en la escritura. Para que una escuela sea la mejor, se necesita que todos sus alumnos dominen los contenidos de los programas de estudio en todas las asignaturas y que los conocimientos adquiridos los sepan aplicar para superar retos de la vida personal, familiar y de la sociedad donde se desenvuelven. De igual manera, un estado que pretenda ser el referente educativo del país debe demostrar, en los hechos, en la evaluación y en los resultados, que tiene el mejor sistema escolar desde la educación inicial hasta el nivel superior; y no querer dar la imagen de ser el mejor estado por contar con una universidad de prestigio.

La Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (MEJOREDU) recientemente publicó los resultados de la evaluación que aplicó a los alumnos de educación primaria y secundaria del país, y el resultado fue que en Matemáticas todos reprobaron y en Lectura también reprobaron, con excepción del segundo grado de primaria que obtuvo en la evaluación 6.1; en el caso de Aguascalientes, en la misma evaluación, los alumnos de primaria y secundaria obtuvieron un promedio de 4.3 en ambas asignaturas.

Para que Aguascalientes sea un estado referente del país en materia educativa se necesita, primero, que los alumnos de educación básica regularicen sus deficiencias y, luego, que empiecen a despegar hacia aprendizajes óptimos, y que la calidad sea progresiva y congruente en todo el sistema escolar de la entidad. El Gobierno del Estado, al iniciar su administración, intentó recuperar a los alumnos que abandonaron la escuela por la pandemia y regularizar a 50 mil alumnos de primaria y secundaria con severas deficiencias académicas; sin embargo, en el Instituto de Educación jamás pudieron instrumentar ni sistematizar el trabajo al respecto; tan sólo se concretaron en dar algunos datos estadísticos, pero sin ningún sustento fidedigno; sólo declaraciones.

Pintar y construir escuelas apenas son condiciones para luego ir en pos de la calidad educativa. No confundir lo cuantitativo con lo cualitativo.