Prof. Flaviano Jiménez Jiménez
Todos los modelos educativos que se intentan implementar, en cada sexenio, tratan de romper paradigmas existentes en la educación; pretenden cambiar las formas de organizar los contenidos de aprendizaje, aunque éstos, en el fondo, siguen siendo los mismos: en Español, el propósito de siempre es mejorar la comprensión de la lectura, la escritura y la ortografía; en Matemáticas, dominar las operaciones básicas y resolver problemas matemáticos; en Historia, estudiar los sucesos que tuvieron lugar en distintas épocas de un país, de un continente o del mundo; y así en cada una de las asignaturas de aprendizaje. En cambio, el rubro en el que los modelos educativos insisten más en romper los paradigmas imperantes es en la práctica docente.
El plan de estudios y los nuevos programas de la educación básica, que entrarán en vigor el próximo ciclo escolar, destacan que los docentes deben dejar de atender por separado las asignaturas; que ahora los maestros, por ejemplo de Historia, Geografía y Formación Cívica y Ética en secundaria, deben trabajar en equipo para cubrir el Campo Formativo Ética, Naturaleza y Sociedades. En los otros campos formativos la idea es la misma, laborar de manera grupal. Las maestras y los maestros fueron formados en asignaturas separadas; en tal virtud y porque así está diseñado el esquema de trabajo, hacen la planeación didáctica, desarrollan las clases y evalúan los aprendizajes de los alumnos en forma separada e individual. Ahora, se trata de romper este paradigma con el fin de que en adelante se trabaje en grupo, de manera colaborativa y por campos formativos (globalizados). Obviamente, cada maestro seguirá sólo dando clases en el salón o fuera de éste; pero, previamente, todos los docentes, en equipos, ya se pusieron de acuerdo en qué, cómo, con qué y en qué tiempos desarrollar los contenidos de aprendizaje. En síntesis, se trata de trabajar en equipos y de manera colaborativa.
Por otra parte, el nuevo plan y programas de estudio señalan, reiteradamente, que en el proceso enseñanza-aprendizaje se debe dejar a un lado, la memorización y que ahora se debe poner todo el énfasis para desarrollar, en los estudiantes, la capacidad de pensar, comparar, razonar, analizar, reflexionar, discutir, argumentar, evaluar y llegar a conclusiones de manera informada, entre otras capacidades. Para ello, indica que en todas las clases o diálogos con los alumnos, se debe emplear, sistemáticamente, el pensamiento crítico y otras estrategias que abonen hacia el mismo enfoque.
Y en lo que la observación y el señalamiento es más determinante es en relación con la evaluación de los aprendizajes. El nuevo plan y programas de estudio dicen que ya no se debe calificar, como se ha venido haciendo, con la acumulación de participaciones, tareas, trabajos realizados en el aula, exámenes y otras actividades similares; ahora se debe evaluar de manera formativa. Estos es, permanentemente se deben verificar los aprendizajes logrados por cada alumno y también detectar las deficiencias por estudiante; y al detectar los bajos niveles de aprendizaje, de inmediato se inicia un estudio, personalizado, para conocer las causas que limitan o impiden los avances en sus aprendizajes, con fin de brindarle una retroalimentación o atención específica que requiere, hasta lograr que supere las deficiencias. No todos lograrán los mismos avances, pero todos lograrán aprender en la medida de sus capacidades y respetando sus propios ritmos de aprendizaje. Para ello, la evaluación formativa propone utilizar, preponderantemente, la rúbrica. La cual pone énfasis en el proceso de aprendizaje individual y durante las actividades escolares.
Hasta aquí todo suena muy bien; pero nada de lo descrito es una novedad. En las últimas décadas, todos los modelos educativos han hecho las mismas recomendaciones; sin embargo, todo sigue igual. ¿Qué deben hacer las autoridades para garantizar los cambios?