Ha concluido la elección del 2023 y sus resultados han impactado directamente en la dirección que tomará el país en relación con la próxima elección presidencial. Si bien, a partir de este momento, estaremos durante los próximos 6 meses dando seguimiento a la elección o al ungimiento del candidato por parte del oficialismo lopezobradorista, lo cierto es que también veremos cómo la “oposición” intenta recuperar credibilidad y la manera en la que decida plantear un candidato que pueda hacer un milagro en poco menos de 365 días.

Lo comentado someramente en el párrafo anterior resulta fascinante; sin embargo, en esta ocasión considero pertinente realizar algunas reflexiones después de la jornada electoral ya que estoy seguro que tendremos gran parte del año para digerir y comentar todos los pormenores en las selecciones de candidatos presidenciales.

Comenzaremos por el Estado de Coahuila, en el que la tasa de participación en Coahuila llegó a casi 60% y la derrota del morenismo fue más que evidente. Más allá de la capacidad de operación política que se arrastra desde que los Moreira gobernaron dicha entidad, el priismo coahuilense ha sido capaz de amalgamar una clase política ordenada y mantener ese status de “bastión” que muchas otras entidades han perdido como el propio Estado de México y que muchas otras como Guanajuato (para el caso del panismo) peligran en vísperas de la elección del 2024.

La poca capacidad de injerencia por parte de la Federación en las decisiones de los partidos satélites de MORENA, evidenció la fuga de candidatos del Partido Verde y el Partido del Trabajo que restaron y no sumaron a una “alianza oficialista”. Por otra parte, resulta digno de aplaudirse la participación ciudadana obtenida en dicha Entidad Federativa que apuntó a uno de sus mejores históricos, aunque preocupante que los jóvenes entre 18 y 35 años sean quienes menos han acudido a las urnas.

Por otra parte, en el Estado de México pudimos todos observar un muy bajo nivel de votación que le permitió al Partido MORENA obtener la victoria. Siendo así, que el Partido Revolucionario Institucional perdió su más preciado centro de poder en manos de una de las candidatas más impresentables de la política mexicana.

Para cualquier persona “razonablemente pensante”, resultaría absurdo creer que se obtuvo la victoria por parte de una mujer que se atrevió a burlarse de la inteligencia del mexicano y dirigir la Educación de este país sin tener las más mínimas credenciales para ello. Aunado a que fue evidenciada por realizar actos completamente inmorales a través de los cuales se les realizaba un descuento salarial con fines políticos a los trabajadores del Ayuntamiento de Texcoco en su periodo como alcaldesa.

Si bien los desfalcos, la corrupción y las promesas incumplidas fueron la gota que derramó el vaso para el hastío ciudadano que le dio el triunfo a MORENA. Lo cierto es, que ni el propio Partido Revolucionario Institucional ni la “alianza” o sus miembros, han podido demostrar que buscan recuperar realmente la confianza ciudadana; por una parte, contamos con pésimos candidatos que forman parte del oficialismo federal, y por el otro lado, la oposición presenta candidatos que representan más de lo mismo sin buscar una auténtica reconciliación entre el electorado y la ciudadanía.

Hoy, el reto resulta mayúsculo y mientras esa alianza “opositora” no presente una propuesta inmediata y creíble, quizá para el grueso de la población se convierta en opción el involucrarse en el proceso interno de MORENA para que el “menos peor” o el “menor de los males” pueda ser el candidato presidencial.

Dejo el tema sobre la mesa, agradeciendo el favor de su lectura y deseándoles un muy feliz fin de semana.

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