
“RÁPIDOS Y FURIOSOS 10” (“FAST X”)
La verdadera inmortalidad no está en la metafísica, en el budismo o en la ciencia ficción, sino en los billetes que una serie de películas pueda sacarle al espectador para perpetuar algo que casi nació muerto hace 22 años, pues es de no creer que una retahíla de tramas que portan con orgullo el emblema de la imbecilidad narrativa vayan ahora a marchas forzadas por las vías de este siglo como una locomotora impulsada por la necedad y alimentada por las neuronas de quien se deje tan campante como si no hubiera un mañana con la misma estructura, forma y contenido vagón tras vagón. Lo que comenzó como un tributo subnormal al cine de explotación automovilístico de antaño como lo que hizo Roger Corman en “Grand Theft Auto” en 1977 (sip, para quien sufra de analfabetismo cinematográfico hubo una película con ese título mucho antes de los videojuegos homónimos) prosiguió como algo que ameritó cierta investigación cultural ante su poder de permanencia en el gusto de la gente aún cuando sus guiones parecían trazados por púberes calenturientos y actuaciones que hacen ver a cualquier zombi de Romero como candidato a los BAFTA pero ahora es por demás siquiera adentrarse en sus despropósitos narrativos favoreciéndolas con cualquier tipo de análisis ante la inepcia de su padre VinDiesel por hacer algo que no sea otra de sus fantasías masturbatorias disfrazadas de homilías sobre la familia –una que destroza propiedad pública a mansalva y pone en riesgo a cientos de familias ajenas en sus correrías de destrucción masiva- nomás para apapachar a su onceañero interno y seguir llenando sus arcas. Con “Rápidos y Furiosos 10”, el folicularmente desprovisto “actor” ahora sí llega al tope del absurdo con una historia que, para empezar, es la calca de las últimas 6 donde él y su tropa se enfrentan a un enemigo que jura cobrar venganza por algo que le hicieron años atrás elucubrando un plan tan elaborado y ambicioso que el mismo Blofeld tendría un orgasmo del puro gusto. El malandro en cuestión es JasonMomoa, quien aquí interpreta al hijo del maloso a quien la Familia Toretto aniquiló en Rio de Janeiro hace 5 películas y toda la cinta es básicamente: 1.- Dom (Diesel) eludiéndolo, 2.- los demás tratando de ayudar y escapando de la Agencia que de todos modos siempre los está correteando y 3.- hablar y hablar de la familia (¡56 veces! En serio, las conté para tener algo que hacer y que mi cerebro dejara de recriminarme el por qué lo castigaba así). Claro, hay personajes a granel que se dividen entre los que ya nos sabemos de memoria (incluyendo a dos interpretados por Ludacris y Tyrese Gibson que resultan tan sangrones, pesados y payasos que uno es tentado por pensamientos xenófobos) y los nuevos como una agente rebelde interpretada por BrieLarson y el mismo Momoa quien indudablemente se divierte con su rol, lástima que el gozo no se contagia. NO dignificaré éste trozo de abono de dos horas con una descripción detallada del argumento, baste decir que todo lo que ocurre es exactamente idéntico a las demás incluyendo intercambio de puñetazos entre mujeres (aquí, Michelle Rodríguez y CharlizeTheron… hablando de fantasías masculinas retrógradas), persecuciones de autos que técnicamente emulan a las hazañas de Pierre No-Doy-Una y Patán contra Penélope Glamur en “La Carrea de los Autos Locos” de Hanna –Barbera (aunque con menos profundidad dramática y motivación psicológica, claro) y dinámicas forzadísimas que se suponen divertidas o graciosas entre personajes disímbolos como John Cena encarnando al hermano de VinDiesel y el hijo de éste (en la peli) que nos hacen pensar en cuán poco valoramos las habilidades histriónicas de SylvesterStallone y Kurt Russell en “Tango y Cash”en su momento y que en comparación los héroes ochenteros eran el equivalente a Olivier con esteroides. El colmo es que la película acaba con un final abierto tan lelo que ni todas las palmadas en la frente bastan para colmar nuestra frustración al saber que aún faltas otras DOS películas más para que, al fin, podamos mandar ésta ñoña deposición de millones de dólares y con figuras ganadoras del Oscar como Theron, Helen Mirren o BrieLarson (poderoso caballero es don dinero, supongo)al retrete fílmico donde merece pasar el resto de su inmortalidad.
“OFRENDA AL DEMONIO” (“THE OFFERING”
Arthur (Nick Blood) es un hombre en problemas, pues está a punto de perder su negocio y la única forma en que podrá salvarlo es embaucando a su padre, un judío neoyorquino dueño de una funeraria llamado Saúl (Allan Corduner) para que venda el establecimiento ya que ha prometido al banco ése lugar como ficha de intercambio para subsanar el adeudo. Para ello viaja a la Gran Manzana con su esposa embarazada Claire (Emily Wiseman) con la intención de aplicar su plan lo más pronto posible, pues el acreedor bancario el pisa los talones. Con lo que no contaba es con la incursión de un extraño demonio que forma parte del ocultismo judaico el cual toma la forma de una pequeña niña destrozando gradualmente la psique de Claire y tomando posesión de su bebé no nato.
El actor metido a director Oliver Parker realiza un esfuerzo por sacra a su película del redil con temas similares y casi lo logra, pues su labor como narrador es mesurada y con buen ojo para las atmósferas ominosas, pero no logra meter en cintura a un guion que se revuelca demasiado en las extravagancias o clichés de la cultura judía (en cualquier momento esperaba a un personaje llamado Shlomo o que el padre se refiriera a Claire como “bubuleh” aunque sí hay muchos otros rasgos trillados de su hablar y proceder) que nada más distraen de la acción o someter los aspectos sobrenaturales más allá de lo corriente (gritos inesperados, niñita lúgubre, figuras sorpresivas en la oscuridad y un largo etc.). Los actores tampoco son una maravilla, desgastando el poco interés que los elementos mitológicos de la historia pueda despertar en el espectador (pocos son los filmes que tocan el ocultismo hebreo más allá de “El Dybbuk” de 1937 o “El Golem” durante la época del Expresionismo Alemán a principios del Siglo XX) dejando un mla sabor de boca en el punto climático de la cinta al caer en los convencionalismos de siempre, por lo que bien podemos dejarle al demonio ésta “Ofrenda”.
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