Luis Muñoz Fernández

Así, la fe en la ciencia ha conducido a una fe todavía más perniciosa en la alta tecnología –la creencia de que nos hará omnipotentes; que un día controlaremos o “conquistaremos” toda la naturaleza y que estamos en camino de conseguirlo–. Esta idea se usa para justificar la estrategia económica prevaleciente que se basa en un crecimiento material sin fin.

 

Colin Tudge. Why genes are not selfish and people are nice, 2013.

Hoy está en la mira de la investigación médica de avanzada lo que se ha llamado “medicina personalizada” o “medicina de precisión”. Esta idea se ha lanzado por el siempre belicoso gobierno y establishment norteamericanos –si no, esperemos a enero de 2017 para empezar a probar en carne propia su proclividad hacia lo militar– como una más de sus cruzadas contra los males que aquejan al género humano. Emulando al Presidente Richard Nixon y su “Guerra contra el cáncer” de 1971, en enero de 2015 el Presidente Barack Obama puso en marcha una iniciativa gubernamental para financiar la medicina de precisión.

¿Qué es la medicina de precisión o medicina personalizada? Consiste en un enfoque de la biología en general y de la medicina en particular a partir del conocimiento preciso del genoma humano, con la idea de que en él se encuentran todas o casi todas las claves para entender el porqué una persona desarrolla a lo largo de su vida cierto tipo de enfermedades y no otras. Vista así y habiendo descifrado la información contenida en el genoma de una persona concreta, esta medicina detectaría con toda precisión cualquier predisposición a enfermar que este individuo pudiese tener. De esta manera, lo médicos se podrían adelantar antes de que la enfermedad apareciese y tomar medidas preventivas con décadas de anticipación. Además, los tratamientos se diseñarían de manera específica para cada paciente, como un traje a la medida. Suena bien, ¿no?

El asunto lleva ya más de una década y, como es natural, ha despertado muchísimas expectativas. No en balde representa alcanzar un sueño largamente acariciado: un mundo sin enfermedades. Además, hoy ya no parece un sueño, porque todo aquello que lleva el aval de la ciencia adquiere de inmediato visos de seria probabilidad. Poco a poco, la ciencia, que antaño parecía una búsqueda desinteresada del conocimiento acerca de la realidad que nos rodea, se ha venido convirtiendo no sólo en una empresa capaz de producir pingües beneficios económicos, sino en la única interpretación posible de la realidad a la que estudia.

Aunque no se puede generalizar y mucho menos menospreciar el noble esfuerzo de la investigación científica y sus logros indiscutibles, en ciertos niveles y en algunos ámbitos, la ciencia parece alejarse cada vez más de sus orígenes para acercarse paradójicamente al dogmatismo que tanto critica en la religión organizada. De ahí esa descriptiva frase que cita en uno de sus artículos el doctor Leonardo Viniegra: “La ciencia es una religión monoteísta cuyo dios es matemático”.

Nathaniel Comfort es profesor en el prestigioso Instituto de Historia de la Medicina de la Universidad Johns Hopkins de Baltimore. En días recientes publicó en la revista cultural The Atlantic un estupendo artículo titulado “La sobrevaloración de la medicina de precisión” (The overhyping of precision medicine, 12 de diciembre de 2016), cuyas palabras iniciales son las siguientes:

La ciencia siempre ha manifestado avances médicos prometedores. En el siglo XVII, Francis Bacon prometió que una comprensión de los verdaderos mecanismos de la enfermedad nos permitiría alargar la vida casi indefinidamente y René Descartes pensó que eso sería posible en unos mil años. Pero ninguna ciencia ha sido más optimista y se ha basado más en promesas que la genética médica.

 

Más adelante cita un artículo que ya en 1940 prometía que la genética médica muy pronto alumbraría “un mundo en el que los médicos les dirían a sus pacientes qué enfermedades iban a tener”, donde los tratamientos empezarían “antes de que el paciente notase los primeros síntomas”, prometiendo una medicina de predictiva y personalizada a partir del conocimiento detallado del genoma del paciente. ¡Un artículo escrito cuando ni siquiera se había descubierto la estructura química del ácido desoxirribonucleico, nuestro material genético!

Y en un esfuerzo retrospectivo, cita incluso un artículo anterior, escrito en 1912 por Harvey Ernest Jordan, quien llegaría a ser Decano de la Escuela de Medicina de la Universidad de Virginia: “La Medicina se está convirtiendo rápidamente en la ciencia de la prevención de la debilidad y la morbilidad; en la ciencia de su cura permanente, no transitoria, de su erradicación poblacional, más que de su paliación individual”. Nathaniel Comfort señala al respecto: “Lo de ‘rápidamente’ es un decir”. Noventa y nueve años después, en 2011, Leroy Hood escribió: “La Medicina se transformará en la próxima década de una disciplina reactiva en una proactiva”.

El objetivo principal y más prometedor de la medicina de precisión es el cáncer. En 2003, Andrew C. von Eschenbach, Director del Instituto Nacional del Cáncer de los Estados Unidos, predijo que la eliminación del sufrimiento y la muerte por cáncer se lograrían en 2015. En este 2016, la empresa Microsoft anunció una iniciativa para curar el cáncer en 2026. Uno de los investigadores de este proyecto señaló: “Si somos capaces de controlar y regular el cáncer, se convertirá en una enfermedad crónica como las demás y así el problema estará resuelto”.

Comfort nos dice que toda esta exageración y sobrevaloración de la medicina de precisión tiene varios orígenes. Y, sin duda, uno de ellos es la imperiosa sensación de omnipotencia que suele acompañar a los grandes avances científicos y tecnológicos: la teoría de la evolución de Charles Darwin, el redescubrimiento de las leyes de la herencia de Gregor Mendel, el desciframiento del código genético, la ingeniería genética, el Proyecto Genoma Humano, la técnica de edición genómica CRISPR, etc. Todos ellos fueron seguidos de declaraciones grandilocuentes de un control total e inminente de los procesos fundamentales de la vida:

En nuestro momento histórico particular, la biología es la reina, y el deseo reiterado de soluciones simples para problemas complejos conduce de nuevo hacia atrás en el tiempo y al determinismo biológico una vez más: “Todo está en tus genes”, “Todo se encuentra en tus neuronas”…

 

Nathaiel Comfort añade que también contribuye a esta sobrevaloración la posibilidad de enormes ganancias económicas. Se compran rumores y se venden noticias. Y cita a James Watson: “Nada atrae más dinero que la búsqueda de la curación definitiva de una enfermedad terrible”.

Finalmente, el profesor Comfort hace un llamado a la cordura:

La ciencia conduce a una mejor comprensión y el nuevo conocimiento llevará a nuevos medicamentos y nuevos tratamientos. Pero una mejor comprensión también significa el reconocimiento de la enorme complejidad de la naturaleza. El progreso en la ciencia es la firme aceptación de lo poco que realmente sabemos. Y nosotros, el público, cuanto más sepamos sobre la ciencia, mejor alcanzaremos a ver más allá de la exageración y obtendremos así una mejor atención sanitaria.

 

Cordura, conocimiento de los propios límites. Eso es lo que necesitamos.

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