
“EL ASESINO” (“THE KILLER”)
El cineasta de culto David Fincher vuelve a la carga en cuanto a la disección de las mentes abatidas por demonios cuyo sustento favorito es una modernidad que impele al homicidio, como ya lo hiciera con esos neoclásicos “Se7en: Los Siete Pecados Capitales”, “El Club de la Pelea” o “Zodiaco”. Con “El Asesino”, filme con el sello de Netflix adaptando una novela gráfica francesa, el director logra apropiarse en cuanto a diseño narrativo y estilística para sumarlo a su actividad idiolecta sobre las penumbras existenciales que moran en sus personajes humanos, demasiado humanos. En este caso, el envase antropocéntrico que contiene todo este discurso para ser desparramado a placer en una apetitosa y exuberante trama es un sicario jamás nombrado en la película, interpretado con una espiritualidad glacial por el siempre bienvenido Michael Fassbender. A quien veremos cómo, mediante una estructura capitulada en 6 segmentos y un epílogo, refleja su proceder profesional sin quedar exento de fallas y errores, pues éste no es un remedo de John Wick, sino un individuo con pocos diálogos y muchos soliloquios internos (en esta cinta, el tiempo psicológico, la voz en off, es clave) que describen, o más bien desmenuzan, las propiedades psicológicas y formativas que definen su personalidad y proceder profesional, ya que vive bajo un código que repite cual mantra a lo largo del metraje: “Respeta el plan, anticípate, no improvises, no confíes en nadie, jamás cedas la ventaja y pelea sólo la batalla por la que te pagaron”. Esta motivación permeada de darwinismo no le servirá cuando, desde una ventana en un hotel parisino de cinco estrellas con un rifle de alta potencia mientras escucha a The Smiths, falla en eliminar a su objetivo en una edificación vecina, por lo que debe huir a la República Dominicana, país donde reside. Al llegar, descubre que su pareja ha sido atacada y ahora su mentalidad unidireccional vira hacia los responsables, un fisiculturista que se hace llamar La Bestia (Sala Baker) y una burguesa de blanca cabellera conocida como La Experta (Tilda Swinton), proceso que además de darle una misión también le provee de una pauta autorreflexiva sobre quién es y por qué hace lo que hace.
Si bien es cierto que la trama bebe de conocidas fuentes, ya sean literarias o fílmicas, aggiorna con la mirada fresca del experimentado Fincher los arquetipos y clichés del asesino solitario, despojándole de la infalibilidad de rigor en el cine de sicarios moderno para ubicarlo en contextos muy humanos y regir la narrativa a través de sus constantes cavilaciones donde nos obsequia gemas absurdas como “¿Qué haría en mi caso John Wilkes Booth?” o “Popeye lo dijo mejor que nadie; soy lo que soy” o a través de una metodología que involucra una playlist que le da ritmo y cuerpo a sus ejecuciones y la práctica de yoga, en tanto que las secuencias de acción se trabajan con sutiles patrones caóticos que no se delimitan mediante una sincrónica danza de violencia, pues todo se muestra sin foco, con sequedad y una estética de distorsión que no garantiza el resultado.
“El Asesino” es el resultado de un director que muestra todas las tablas en el género del neo-noir pero que desea, casi desde una perspectiva lúdica, divertirse un poco al respecto con tonos tensos y elegíacos que entretiene y sublima con el constante despliegue de maravillosas ideas a cada momento y un Fassbender que ya se extrañaba en esta modalidad utilitarista y de sabrosa esquizofrenia.
“NYAD”
Siendo joven, Diana Nyad celebró numerosos éxitos deportivos y estableció importantes récords como nadadora de larga distancia, negándosele tan sólo un triunfo: recorrer a nado la ruta marítima entre Cuba y Florida. Más de 30 años han pasado desde entonces y ahora Diana (Annette Bening) es una sexagenaria que lleva una vida apacible pero bajo la sombra de lo que tal hazaña pudo ser y representar en su vida, por lo que decide aventurarse de nuevo, apoyada por su mejor amiga y alguna vez amante, Bonnie Stoll (Jodie Foster), así como un equipo que supervise su avance y la proteja de corrientes, tiburones u otros elementos, hasta que las inclemencias de la edad le cobran factura y ahora su meta se transforma en una obsesión donde su vida incluso entra en juego.
Con un gran sentido de la madurez, tanto narrativa como física, la cinta logra desestabilizar los puntales del biopic deportivo trillado para adentrarse en el espectro emocional de una nadadora ejemplar con rasgos monomaníacos y controladores que ponen en entredicho su misión personal y la amistad de años con Bonnie, diseñando rasgos psicológicos atrayentes y bien definidos que conmueven y exasperan en igual medida. Bening y Foster logran no sólo una dupla maravillosa en cuanto a química y complemento dramático sino también a nivel histriónico, extrayendo una de la otra los aspectos necesarios para que sus personajes crezcan y desarrollen facetas ricas en conducta y humanidad. “Nyad” podría significar la vuelta de ambas al ruedo de los Óscares y, por si eso bastara, la dirección y el ritmo alcanzan las dimensiones adecuadas para cautivar a cualquiera, sean fanáticos del deporte o no.
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