
Por: Juan Pablo Martínez Zúñiga
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“SIN NOVEDAD EN EL FRENTE” (“IM WESTEN NICHTS NEUES”)
En los casi 140 años que lleva a cuestas el 7º Arte, se han realizado tan sólo dos adaptaciones a la cáustica novela de Erich Maria Remarque “Sin Novedad En El Frente”, incluyendo ésta de reciente ingreso a la plataforma de Netflix, que sigue la línea antibélica tanto del texto original como del filme de 1930 dirigido por Lewis Milestone bajo una intensa lupa antropocéntrica que no teme mostrar el infame acto de matar bajo consignas bélicas, produciendo un eterno efecto emocional en su protagonista, el joven soldado Paul Baumer (un intenso pero brillante Felix Kammerer), quien, a su vez, será la versión antropomorfa de todo el pavor, disgusto, crueldad y pringue moral que despiadadamente obsequia la guerra a quienes participan en ella entre mugrientas barracas o trincheras y el silbido de las balas que reemplaza el trino de las aves. A diferencia de una cinta como “Rescatando Al Soldado Ryan”, que apela más a un espectáculo de visceralidad horrenda sobrecompensada con idealismos cursis, este relato ubicado en la Primera Guerra Mundial recurre a una visión de monstruosa belleza que sistemáticamente destruye el corazón, psique y alma de su protagonista conforme recorre los círculos del infierno bélico. Como todo joven, el inicio de Paul en la milicia es el de una esperanza sostenida por la ilusión de llegar al frente francés para ubicarse en París y participar de lo que promete será una gran aventura junto a sus amigos del colegio. La realidad no tarda en imponerse cuando, al llegar a las trincheras del frente occidental, descubren que las tropas galas son imparables, siendo Paul el testigo de la aniquilación de su pelotón y la muerte gradual de sus queridos compañeros. Poco a poco, su alianza con otros soldados, como el recio pero compasivo Katczinsky (Albrecht Schuch), el optimista y alegre Tjaden (Edin Hasanovic) y el sensible Kropp (Aaron HIlmer), quien guarda sueños de una dama de quien enamorarse, será la catalizadora para dimensionar la locura en la que se ve inmerso al darle nombres, apellidos e incluso familias a los rostros que antes yacían anónimos en el fango mezclado con sangre de las lodosas y frías zanjas, grotescas tumbas vivientes donde estos soldados encaran la muerte. La trama logra dimensionar la perspectiva de una guerra cuando también podemos ver la otra cara de la moneda en forma de los generales y hombres de estado alemanes liderados por el meditabundo y asertivo Matthias Erzberger (el siempre confiable Daniel Brühl), quienes, desde sus confortables y lujosos edificios, fraguan el armisticio que le ponga fin a esta matanza. La dicotomía servirá para agregar intensidad a las constantes escenas en las zonas de combate, a la vez que un elemento de completo absurdo, siendo estos militares enjoyados con medallas sorbiendo té y degustando copiosas viandas cual mofa a los desesperados intentos de Paul y sus colegas por sobrevivir en un ambiente que rebasa lo hostil.
El director y guionista Edward Berger logra una hazaña importante con esta cinta al conjugar con vehemencia la cruda realidad sobre la guerra, mientras que la narrativa se forja mediante un delicado acercamiento a la naturaleza humana mediante un violento estado de pupa, al que se somete el protagonista para emerger como un hombre que pierde lo más sagrado, lo único que una vez perdido no se puede recupera: la inocencia. “Sin Novedad En El Frente” produce un estado de impacto al igual que sucede con el personaje principal tanto por la pavorosa puesta en escena donde un aura de hermoso desgaste natural enmarca y traduce al exterior el estado anímico y espiritual de las carcasas humanas que corren, deambulan y disparan en nombre de un honor que jamás llega, como al darnos cuenta que esto es cine tal cual debe producirse para llegar al punto tésico de cualquier obra fílmica: la historia es primero. Y ésta es una que difícilmente puede olvidarse.
CARTELERA
“ILO, ILO COCODRILO” (“LYLE, LYLE, CROCODILE”)
Algo tienen los animales antropomorfos con habilidades para el canto que cautivan, y esto no es un axioma, ni siquiera una regla general, pero para que ello funcione debe tener al menos un mínimo de elementos carismáticos para que el resultado final no sea un desfile de amelcochadas experiencias. Y pues eso es lo que termina siendo “Ilo, Ilo Cocodrilo”, adaptación a la pantalla grande de los textos infantiles creados por Wernard Waber a principios de los 60’s, donde un afable y cariñoso reptil tiene la capacidad de interpretar canciones, pero misteriosamente no la de hablar o enunciar como cualquier persona. En esta cinta, tal discrepancia no se explica, pero sí tenemos a Javier Bardem interpretando a un vodevilesco individuo llamado Héctor, quien se topa con el lagarto desde que es un cachorro. Al enseñarle todo lo que él sabe sobre los escenarios, decide realizar un acto con el cocodrilo cantante, pero éste simplemente no puede entonar melodía alguna frente al público, por lo que Héctor lo abandona en el departamento, donde ambos viven. Pasados unos meses, llega a ese lugar una familia, los Primm, integrado por una escritora de libros de cocina (Constance Wu), un ex luchador grecorromano que ha perdido el coraje para seguir con esa actividad (Scoot McNairy) y su hijo, un tímido jovencito incapaz de encajar en su nueva escuela llamado Josh (Winslow Fegley). Este último será quien descubra al cocodrilo -por cierto, llamado Lilo- en el desván, iniciando una amistad que le dará al chico herramientas para socializar y sacar sus emociones, mientras que sus padres localizarán los puntos que solían hacerlos felices gracias a la intervención de Lilo. Por supuesto, la historia tiene un antagonista y aquí será un vecino amargado de nombre Grumps (Brett Gelman), quien junto a su remilgada gata Loretta tratarán de deshacerse de Lilo. De esta forma, la película cumple con todos los requisitos en la historia de este tipo de filmes para tratar de complacer y llegarle emocionalmente al público, pero el trazo narrativo es tan convencional y la dirección de Josh Gordon y Will Speck tan plana que ni la entonada voz del escamoso protagonista (a cargo de Shawn Mendez) o aquellos aspectos que se aferran al sentimentalismo como la amistad de Lilo con Josh o el crecimiento emocional de los padres (quienes jamás son referidos por sus nombres de pila) rebasan lo manido, así que “Lilo, Lilo Cocodrilo”, con todo y sus amenos pero gastados números musicales, carece de los colmillos necesarios para dejar una marca más permanente en el espectador.
Correo: corte-yqueda@hotmail.com