Por: Juan Pablo Martínez Zúñiga

1ª Función
“MISS PEREGRINE Y LOS NIÑOS PECULIARES” (“MISS PEREGRINE HOME FOR PECULIAR CHILDREN”)
En esta cinta, los protagonistas se ven refugiados en un bucle temporal creado por la protagonista, la Señorita Peregrine (Eva Green), quien tiene dichas habilidades cronodisruptivas aplicándolas para el beneficio de sus pequeños protegidos al verse perseguidos por monstruosos seres que devoran sus ojos para asegurar su inmortalidad. Es curioso, porque esto es exactamente lo que le ocurre a Tim Burton, director de esta oscura y remilgada fantasía, pues al parecer y como se puede apreciar en este trabajo, el otrora iconoclasta persiste en habitar un pasado que le trajo sendas gloriosas en una carrera que, con sus altos y bajos, aportaba elementos lúdicos y de cierto discurso gótico-posmoderno a la narrativa cinematográfica ahora diluidos por la tal vez incapacidad, encaprichamiento o tozudez de Burton por abandonar su zona de confort y evolucionar como creador cinematográfico. Casi se percibe como si el cineasta se preocupara por alterar o mancillar la marca ideoléctica que lleva su nombre y valorada por todos sus fans hasta perpetuarla en forma de autoparodia vedada. Aunque algo curioso ocurre con su más reciente cinta, pues recodifica dicho vicio como virtud al mostrar que el ostracismo es como una suerte de virtud –después de todo, no ha hecho mas que ensalzar a cualquier “peculiar” como un héroe digno de protagonizar prácticamente cada película de su filmografía–, y para muestra, la trama: Jake (Asa Butterfield) es un joven ordinario que lleva un miserable existencia en Florida. Su único escape es su abuelo (Terence Stamp) y las fantásticas historias que le narra sobre monstruos, seres fantásticos y hoyos que conducen a realidades alternas. Al fallecer en circunstancias misteriosas, Jake sospecha que fue víctima de alguna entidad que su abuelo proclamaba como ciertas y viaja hasta Gales, el terruño de su abuelo, para descubrir la verdad junto a su renuente padre (Chris O’Dowd). Ahí descubrirá que todo lo dicho por su abuelo era cierto cuando logra traspasar uno de los mencionados portales y llega a la Casa Para Niños Peculiares de la señorita Peregrine (lo siento, simplemente me rehúso a referirme al personaje como “Miss” si este vocablo sajón tiene una traducción perfectamente clara y razonable), quien lo acoge e integra al resto de sus alumnos. Por supuesto, en el apartado de personajes bizarros o extraños Burton es el maestro, y ésta no es la excepción ya que encontramos a un piroquinético, a una chica levitante, un niño invisible y unos gemelos francamente perturbadores, entre otros. Durante su estancia aprende sobre “Los Huecos”, perseguidores de los “Peculiares” liderados por un sujeto llamado Barron (Samuel L. Jackson) siendo ellos mismos tales pero transmutados en seres horrendos por un experimento fallido y que requieren ingestar los globos oculares de otros especiales para lograr la inmortalidad, por lo que Peregrine oculta a sus pequeños en un perpetuo 3 de septiembre de 1943, aunque Jake será de mucha utilidad cuando descubra su propia peculiaridad: es el único que puede ver y detectar a los monstruos. El morrocotudo guión, basado en el morrocotudo y simplón libro de Ransom Riggs, hace todo lo posible por mostrar situaciones y eventos interesantes, pero no se toma el tiempo para explorar debidamente a los personajes ni a detenerse siquiera un minuto a reflexionar sobre las descabelladas premisas que se nos presentan tipo buffet: ¿Porqué los chicos aceptan alegremente su condición de peculiares? ¿Qué ocurre si alguno desea abandonar el bucle temporal? ¿Cuáles serían las repercusiones de verse integrados a la sociedad normal? Seguramente serían una suerte de Hombres X vintage que llamarían la atención o serían estrellas mediáticas, además de alentarlos a utilizar sus habilidades para defenderse y no sobreprotegerlos manteniéndolos encerrados en una burbuja espacio-tiempo. La cinta jamás reflexiona sobre la enorme cantidad de preguntas que naturalmente brotan en la mente del espectador ni hace intentos por ofrecer respuestas, simplemente debemos limitarnos a aceptar los acontecimientos. Y éstos, desafortunadamente, no son tan interesantes o profundos para que sostengan la atención, pues Burton parece querer gratificarnos simplemente por el hecho de que el filme lleva su nombre sin explorar, ahondar o siquiera empatizar con sus protagonistas, como solía hacerlo. La cinta, para infortunio de Tim Burton, termina siendo todo menos peculiar.

2ª Función
“LA BRUJA DE BLAIR” (“BLAIR WITCH”)
Uno no puede más que preguntarse hasta cuándo Hollywood dejará morir una franquicia que cumplió su propósito en el momento histórico y punto generacional adecuado habiendo dado todo lo que podía al grado de ya verse olvidada. Los resultados no suelen ser halagüeños, habiéndolo testificado este año con la nueva cinta de “El Día de la Independencia” y ahora con “La Bruja de Blair”, un filme habitado por personajes anodinos e irritantes que se beneficia tan solo por la sólida dirección de Adam Wingard (“Tú Eres El Próximo”). La cinta original funcionó de maravilla en una era donde el recién nacido Internet jugó un papel preponderante para su éxito, consolidando las propiedades y cualidades narrativas de las nuevas expresiones mediáticas en el desarrollo narrativo de un filme de horror, tomando prestados todos los recursos del documental para imprimir veracidad y realismo a una historia comprimida a las peripecias de tres personajes perdidos en los siniestros bosques de Maryland mientras exploraban el mito de una bruja local fallecida hace siglos. El experimento funcionó de maravilla y permeó la sensibilidad audiovisual de toda una generación de cineastas y cinéfilos al punto que el recurso de la cámara en mano estilo documental se filtró a todo tipo de producciones y géneros, tanto fílmicas como televisivas, hasta el punto de la dilución total, pues a pesar del atractivo en términos de estructura narrativa, inmersión perceptual por parte del espectador quien siente más real la experiencia la revisarse de este modo y los bajos costos de producción, no dejaba de ser un callejón sin salida, pues ¿cuántas historias se pueden justificar donde los protagonistas no deban / quieran / tengan que soltar o abandonar la cámara para recurrir a sus instintos humanos más básicos y simplemente sobrevivir sin tener que ser cronistas forzados de los acontecimientos? Y por ello es que esta nueva secuela sobre la Bruja de Blair simplemente no funciona, aún si el director Wingard le imprime un estilo moderno (hasta drones emplean los personajes), pero de nada sirve si los personajes aún poseen la capacidad neuronal de una termita. En un filme con estas características, minimalista y sostenido por los protagonistas, la psicología y motivaciones de ellos es crucial, y si consideramos que, en este caso, el exponerse a los adversos elementos boscosos y la probable maldición de la Bruja es tan solo para encontrar a la hermana perdida en la primera parte de uno de ellos, pues no sólo resulta implausible, sino incluso risible, y basta para dar al trasto cualquier impulso dramático del filme. Mejor deberían dejar por la paz tanto al género como a aquellas fuerzas que el ser humano no comprende, porque si no, acabaremos con reposiciones o nuevas versiones de cintas nefastas como cualquier “Actividad Paranormal”.

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