
Por J. Jesús López García
Los elementos de la arquitectura clásica, Grecia y Roma, siempre han estado presentes en las ciudades occidentales por medio de sus edificios, desde su aparición en la Antigüedad grecolatina, particularmente los órdenes clásicos, los cuales, durante la etapa renacentista, fueron exhibidos de modo tan minucioso que no admitía añadiduras por Sebastiano Serlio [1475/1553-55], pintor y arquitecto boloñés. Posteriormente, el historiador del arte, arquitecto y periodista inglés John Summerson [1904-1992], se refirió a ello como “el latín de la arquitectura”, en su icónico texto The Classical Language of Architecture de 1964.
Este “latín” se expresó durante siglos tanto en Europa, así como en el África mediterránea, en Oriente Medio, y posteriormente, en el continente americano, convirtiéndose en un idioma frecuente de Occidente. Incluso fue útil para valorar el nivel de occidentalización planetario y la categoría de civilización alcanzada por ciertas colectividades.
En el virreinato de la Nueva España, el clasicismo hizo su aparición desde la ocupación misma del “nuevo” territorio, mezclándose con otras configuraciones arquitectónicas, como las medievales y mudéjares trasladadas por los españoles. Esto trajo consigo una integración con perfiles mesoamericanos con sus distintas particularidades, prolongándose con la abundancia barroca de los siglos XVII y XVIII.
En la localidad aguascalentense, existen pocas obras estrictamente neoclásicas, de las cuales podemos mencionar ejemplos como la columna de la Exedra de la Plaza de la Patria. Aunque habría que comentar que la Exedra, es decir, el hemiciclo que alberga la columna, data de los años cuarenta del siglo XX. Otro caso es la parte frontal del Palacio Municipal, que ha sido modificado en múltiples ocasiones. En sentido amplio, la fase virreinal cuenta con más propuestas barrocas que neoclásicas, considerando al Neoclásico como la culminación del virreinato, al momento del acceso a la independencia de México.
Es pertinente tener en cuenta que la arquitectura Neoclásica siempre ha estado presente, o al menos, algunos de los elementos de ésta, pues hasta el siglo XX e incluso en el XXI, continúan construyéndose edificios con esta filiación. Basta recordar los grandiosos proyectos del arquitecto alemán Albert Speer [1905/1981], en Berlín encargados por el Tercer Reich; las obras de Marcello Piacentini [1881/1960], arquitecto favorito de Benito Mussolini [1883/1945], con claras soluciones descomunales de inspiración clásica. Sin embargo, hay que decir que no solamente los regímenes autoritarios ampararon este estilo, sino que incluso en esta centuria, el expresidente estadounidense Donald Trump [1946], disfruta de este lenguaje arquitectónico.
En el estado de Aguascalientes, en el municipio de Rincón de Romos, el Palacio Municipal con claras reminiscencias neoclásicas, cuenta con un frente alargado que lo hace percibir de manera imponente; un partido arquitectónico de dos cuerpos resaltados por sobrios cornisamentos, el superior con una fenestración encuadrada con piedra que continúa verticalmente en los vanos de las ventanas del inferior, los cuales cuentan con pedestales en la parte baja del antepecho. En el conjunto predominan dos accesos enmarcados compuestos por peristilos con apoyos de base rectangular y capiteles de orden toscano, que en algo recuerdan los del Palacio Municipal de Aguascalientes, formando una columnata en la parte baja a manera de zaguán de entrada. El acceso principal lo corona una pieza mixtilínea con resabios barrocos que contiene el escudo de armas del municipio. La finca denota presencia y autoridad, asemejándose en su imagen a su similar del municipio de la capital del estado y con la historia del mundo occidental, que, sin duda alguna, sobradamente satisface los objetivos para los cuales fue diseñado y construido.