
Por J. Jesús López García
Los símbolos son representaciones ideales que, en conjunto con el individuo o con una audiencia en su totalidad, constituyen una sucesión de alusiones que narran una crónica de modo compartido. En la arquitectura, estos signos se han consagrado como una organización combinada para expresar hechos históricos de un país, pueblo, comunidad o simplemente un concepto.
En las monumentales pirámides de Mesoamérica, la escalinata principal, con peldaños muy prominentes, probablemente se utilizaba para representar la ascensión de los dioses y el desplome de los sacrificados, con el propósito de irrigar con su sangre y nutrir con ella una nueva existencia. En el caso de las impresionantes catedrales góticas, los rosetones polícromos podían representar a Jesús en el sentido de la proyección de los rayos del sol, y su similitud y apariencia con una rosa evocaba a la Virgen María. Sin embargo, también podemos suponer que a través de ellos penetraba el espíritu divino, propagando la luz al interior.
Los temas descritos, cuya potencia narrativa arquitectónica, por lo general, pueden ser aplicables a todos los edificios, entendiendo que aquellos públicos son más acordes para contar con una significación colectiva y extender más instrumentos de significación capaces de evocar un recuerdo común.
En México, existen múltiples conjuntos arquitectónicos que funcionan como ayuntamientos o albergan las sedes de los gobiernos estatales. Estos tienen un esquema en su conformación espacial similar, esto es, a través de un zaguán, que establece la función de acceso al inmueble y se conecta inmediatamente a un patio, generalmente central, el cual está rodeado de un porticado con un peristilo.
Destaca el hecho de que, en las fincas aludidas, encontramos componentes que la arquitectura religiosa católica se apropió, tales como los corredores, los nártex e incluso el espacio que contiene la campana que rememora la Independencia de México, eco de la que hizo sonar el campanero José Galván en la Parroquia de Dolores, por órdenes de Miguel Hidalgo y Costilla, con el objetivo de llamar a los pobladores a sublevarse en contra de la corona española.
De este modo, las fincas que albergan los poderes municipales, estatales y federales del ejecutivo, por lo general, poseen un eje de simetría que culmina con una espadaña, o en algunos casos, el apoyo para una campana. Debajo de este, se organiza el espacio desde el cual cada año las autoridades respectivas hacen acto de presencia para celebrar la Independencia, cuyo símbolo siempre está presente en los asistentes a la celebración.
El inmueble de la alcaldía del municipio de Cosío, Aguascalientes, se advierte actual en su plástica y en su fábrica. Sin embargo, en su estructuración tridimensional, se observan espacios que consideran las convenciones de los símbolos de la arquitectura, que, de un modo u otro, se alzaron como una tipología de fincas que hace referencia a la Independencia como elemento fundamental y objeto de interés y respeto para los mexicanos. Si bien es cierto, el edificio no posee entablamentos neoclásicos como ocurre en el Palacio Municipal, o los enmarcados heterogéneos barrocos del Palacio de Gobierno, ambos de Aguascalientes, pero sí las proporciones y la relación de vanos y macizos que reflejan claramente la función y la jerarquía cívicas.
Al edificio se accede desde una plaza por medio de una escalinata, la cual enfatiza su imagen y su rango, estableciendo una clara división del área de esparcimiento producida por el jardín del lugar. Sin duda, es un ejemplar sobrio y austero, con múltiples símbolos, cuya fortaleza se manifiesta con volúmenes y planos primarios y severos propios de la arquitectura moderna, que no requiere de propuestas muy elaboradas, evocando claramente el mensaje a transmitir. En este caso, un conjunto que representa la independencia de nuestra nación como primer valor del ser mexicano.