
El pasado domingo 5 de febrero el presidente Andrés Manuel López Obrador mostró su verdadero rostro. El del rencor, la grosería y el de la falta de respeto a los protocolos en los eventos más significativos de la política mexicana. Desde inicios de su sexenio, López Obrador ha venido actuando en todos los aspectos de su quehacer presidencial únicamente y exclusivamente bajo las reglas que él considera deben de ser. Nunca bajo las reglas de la civilidad política, el protocolo y el respeto. El presidente no intenta nunca fingir lo que no siente. Le gana el enojo y el coraje y lo demuestra sin tratar de guardar las apariencias. Un ejemplo muy claro fue cuando Tatiana Clouthier acudió a entregarle su renuncia al cargo de secretaria de Economía el jueves 6 de octubre del año pasado a Palacio Nacional. Tatiana leyó un documento en el que daba a conocer sus razones para abandonar la nave de la 4T. Al terminar de leer el documento, con lágrimas en los ojos se dirigió hacia el presidente, que se encontraba parado a sus espaldas, para tratar de darle un abrazo de despedida. López Obrador hizo mutis y lo evitó poniendo su brazo como escudo para que no lo abrazara. Posteriormente al preguntarle porque no la abrazó, el presidente se excusó diciendo: “No me di cuenta”.
El pasado domingo López Obrador mostró el cobre en uno de los actos más importantes de nuestro país: La conmemoración de la promulgación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Este es uno de los actos en que se reúnen los tres Poderes de la Unión: El Poder Ejecutivo, el Poder legislativo y el Poder Judicial. Y junto con ellos parte de la clase política nacional, así como todos los gobernadores del país. Es un evento muy importante por su trascendencia. Y el de este año sirvió para que el presidente mostrará al país que él no se anda por las ramas. Que, si alguien le cae mal, se lo demuestra.
Resulta que el protocolo o la civilidad política dictan que al centro del presídium se coloque el jefe del Ejecutivo, o sea el presidente y a sus costados los presidentes de los poderes Judicial y Legislativo. El domingo pasado así estaban colocados los personificadores de cada uno de ellos. Sin embargo, cuando ya estaban entrando al Teatro de la República los invitados, personal de la ayudantía presidencial llegó apuradamente a cambiar los personificadores, y tanto a Santiago Creel, presidente de la Cámara de Diputados, como a la ministra Norma Piña, presidenta de la Corte, los mandaron hasta el final del presídium y colocaron en su lugar al secretario de la Defensa Nacional y al secretario de Marina. Toda una grosería y falta de respeto a la investidura de la Sra. Piña y Santiago Creel.
Lo anterior sólo es una muestra de la manera en que López Obrador ha actuado durante el tiempo que llevaba de presidente: con el hígado. No hay quién lo pare o le haga ver su grosera actitud. Y aún hay que padecer un poco más de año y medio sus rencores.
AMLO no privilegiA el derecho sino la justicia
Hace unos días la Corte Interamericana de los Derechos Humanos resolvió que México es responsable por violar la libertad personal y la presunción de inocencia, por la aplicación del arraigo y la prisión preventiva. Medidas que han llevado a la cárcel, en nuestro país, a miles de personas que, o han sido inocentes o bien podían haber llevado sus procesos en libertad, en un sistema judicial en el papel que debería ser pro persona. Cesar Adán Augusto López, secretario de Gobernación, manifestó que eso era un despropósito de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, ordenar al Estado mexicano modificar la figura del arraigo.
La realidad de las cosas es que no es un despropósito. México está obligado porque forma parte de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos. Y lo que nos están diciendo, en primer lugar, es que se tiene que eliminar la figura del arraigo. Muchos casos se han conocido en los que arraigaban a las personas y ya dentro las obligan a confesar cualquier cosa. Incluso con tortura. Obviamente las personas confesaban con ánimo de resolver el asunto, que al final de cuentas el único lugar a donde los llevaba era a la cárcel. Se sabe que muchos de ellos ahora tienen el protocolo de Estambul, que defiende sus Derechos Humanos y les ayudan a que sus procesos se revisen nuevamente. En el caso de la prisión preventiva oficiosa, que es un debate que ha dado la Corte últimamente en donde se dice que, si bien se pudo haber juzgado un caso de hace muchos años, esos elementos siguen prevaleciendo en las leyes mexicanas e incluso se han recrudecido porque se han aumentado los delitos graves. Y entonces no puede ser aplicada como automática. Esto es algo muy importante, pues no porque haya un delito grave en consecuencia tenga que haber una prisión preventiva automática, porque hay una presunción de inocencia y porque hay un nuevo sistema penal que dice que se tiene que aplicar el “Principio pro persona”, que es cuando un juez tiene que elegir qué norma debe aplicar a un caso determinado, debiendo elegir el que más favorezca a la persona sin que importe si se trata de una ley, un tratado internacional o de la misma Constitución. O sea que de parte del juez deberá haber un enfoque de derechos humanos, que respete que a la persona que va a juzgar, en principio, es inocente.
La prisión preventiva oficiosa es anticonstitucional y es contraria a los tratados internacionales que ha firmado México a favor de los derechos humanos. Se tiene que aplicar de manera proporcional, justificada y siempre privilegiando el bien mayor que es la libertad de la persona. Todo lo anterior es muy importante porque obliga a un cambio en nuestra legislación.
El presidente López Obrador manifestó hace algunos días que él no privilegiaba el derecho sino la justicia. Pero es obvio que el derecho y la justicia tienen que ir de la mano, es decir, es justo que se privilegie la libertad de la persona cuando es presuntamente inocente. Por ello se tiene que cambiar la ley para que sea justa. En este caso quitar el arraigo y que no sea automática la prisión preventiva. El derecho y la justicia tienen que ir de la mano. Y no es justo que sólo haya disculpas y siga habiendo personas inocentes, personas en la cárcel.
Y para que se vea la manera en que piensa el presidente López Obrador, en días pasados mencionó:
-Con Ricardo Monreal yo no tengo nada personal contra él, pero ciertamente hay algunas diferencias. Monreal dijo que él estaba a favor del derecho más que de la justicia. Yo sostengo lo opuesto. Y sentí lo dicho por él como una respuesta. Es bueno el tema para compartirlo. En total, entre el derecho y la justicia ¿Por qué se opta? ¿Por qué se inclina? Porque a veces en la vida pública, en la política, es optar entre inconvenientes.
Monreal le respondió al presidente a través de las redes sociales:
-La diferencia entre lo legal y lo justo es tan antigua como la Grecia clásica. Sostengo que no debe existir diferencia entre uno y otro. Si algo es legal debe ser justo y viceversa. Lo justo debe ser igualmente legal. En un estado de derecha es lo contrario. En esto coincido con el presidente plenamente, cuando se quiere reducir y encasillar la justica a la norma escrita y la legitimidad a lo legal, estamos ante un problema de injusticia. Por eso en México la democracia y el Estado de Derecho serán realidad cuando lo legal sea también legítimo y la base de la justicia sea el derecho. La convergencia entre justicia y derecho es la experiencia civilizatoria más relevante de la humanidad y la democracia.