Por J. Jesús López García

Desde su fundación, dada la ubicación geográfica en el territorio mexicano, la ciudad de Aguascalientes se convirtió en un sitio de resguardo para los viajeros y animales que se trasladaban hacia Zacatecas. Con el paso de los años y dada su conformación de nodo unificador, el comercio fue cada vez más fructífero. A pesar de aparecer como un asentamiento diminuto, la llegada del tren, el asentamiento de los Talleres ferrocarrileros, la Fundición Central, así como diversas fábricas y empresas que se establecieron en la localidad, Aguascalientes se entronizó como una ciudad eminentemente mercantil.

De esta manera con el arribo de la industrialización algunas actividades de tradición irían desapareciendo gradualmente, tal el caso de las huertas, que a pesar de ello, dejaron una huella perenne en la traza urbana, sin embargo, por mucho tiempo fueron parte importante de la subsistencia de la comarca. En un principio lo producido se comercializaba para el consumo interno, que posteriormente se diversificó, volviéndose importante con el crecimiento urbano, la cantidad de habitantes y la demanda de variedad de productos, mercancías y servicios.

Es curioso cómo un fenómeno de esta naturaleza, por ser cotidiano en nuestra vida, no lo notamos, sino hasta la aparición de recientes unidades arquitectónicas que van desde un solo local hasta las plazas comerciales de distintos tamaños y estructuras.

Las más actuales, por cierto de dimensiones menos grandes que los centros comerciales que en nuestro caso podemos citar a El Dorado, Villasunción, Velaria, Altaria o Espacio, entre otros, ofrecen facilidades de estacionamiento, con tiendas “ancla” que atraen tanto a los clientes así como a locatarios. En distintas partes y zonas han ido apareciendo múltiples conjuntos con distintos tipos de mercancías y servicios, conforme se demandan, que han brindado a los arquitectos oportunidades para ensayar modalidades de diseño nuevas o pretéritas, como el caso de la plaza sharasu (su logo es con minúsculas) ubicada en avenida Aguascalientes No. 436, en el suroeste de la ciudad y a unos pasos de la avenida De los Maestros.

Su esquema se presenta en una disposición concéntrica que contiene un espacio central que alberga el estacionamiento con la parte comercial alrededor de él. Los materiales para su fábrica son ladrillo aparente que brinda una percepción cálida a los compradores y transeúntes, en contraste con la neutralidad y lo transparente de las “paredes” de vidrio, que forman un ritmo con los elementos verticales de ladrillo. Complementando la unidad, tiene unos aleros con trabes de acero en color negro que funcionan como guías, estableciendo una dinámica apaizada y un orden en los dos niveles de la plaza.

El perfil del edificio es sobrio, con una línea quebrada que se desliza a través del perímetro de modo horizontal en contrapunto del “plano” vertical truncado similar a un obelisco o estela de ladrillo que enfatiza el conjunto. La localización del sistema permite a quienes se desplazan por las avenidas de importante flujo vehicular una articulación para que los peatones y automovilistas lleguen, descansen, consuman alimentos o adquieran productos antes de continuar con su destino, de allí que el estacionamiento en primer plano permite la accesibilidad inmediata, y sus locales múltiples opciones de ocio o compra.

Es así como las opciones de este tipo de conjuntos arquitectónicos se han multiplicado en los diversos rumbos citadinos que permiten cubrir necesidades inmediatas en los sitios en donde se habita sin necesidad de trasladarse hacia el centro del núcleo urbano, tal y como se hacía en el pasado, permitiendo un respiro a esa parte de la ciudad que actualmente se presenta congestionada y con deterioro evidentes. Si para adquirir bienes o servicios hay necesidad de trasladarse al centro que no se encuentran en las zonas periféricas se justifica, sin embargo cada vez más la oferta de productos se ofrecen fuera de él, por lo que ya no es necesario saturarlo.