Por J. Jesús López García

LAS PLAZAS Y LOS JARDINES

Las plazas son configuraciones urbanísticas más antiguas que los jardines públicos. Obedecían desde tiempos antiguos a una multiplicidad de funciones que aún siguen (aunque de manera parcial) ejerciéndose y experimentándose. Las plazas son espacios para el encuentro colectivo, sin embargo, siempre sujetas a la practicidad de las transacciones cotidianas, las cuales bien podrían permitir celebraciones solemnes o, en su defecto, actos de autoridad con una carga muy fuerte (a veces brutal) de representación.

Los mercadillos temporales, la proclamación de edictos, las procesiones religiosas y sus festejos profanos subsidiarios, las ejecuciones sumarias, todas ellas, eran las actividades (en medio de un repertorio todavía más extenso) que se producían en una plaza y aún se producen algunas de ellas, no todas, por ello en el párrafo anterior se menciona que se realizan hoy “de manera parcial”.

Las plazas requieren una geometría bien delimitada por lo que en inglés plaza y “square” (cuadrado), son sinónimos en la terminología urbanística, si bien las plazas poseen configuraciones geométricas más variadas que aquellas de desplante ortogonal. Una de las plazas más famosas es la de San Marco en Venecia de planta trapezoidal y, como ella, muchas otras más. En nuestro país, derivadas muchas de las normas contenidas hace más de cuatro siglos en las Ordenanzas de Felipe II para la conquista, pacificación y poblamiento de lo que ahora llamamos América hispana, las plazas tienden a ser de planta cuadrada o rectangular para favorecer una traza ortogonal en lo posible y así fomentar los desplazamientos rápidos y eficientes en lo que entonces era el inmenso territorio del virreinato novohispano.

Esa traza ortogonal de las plazas principales la podemos observar en la ciudad de Aguascalientes y en varias ciudades más de nuestro estado, como la de Calvillo, delimitada por el Palacio Municipal, un portal y la parroquia de Nuestro Señor del Salitre. Como tantas plazas de su misma naturaleza, su superficie ha sido en el último siglo y medio transformada en otro espacio urbano: un jardín.

Los jardines, por su parte, también son de origen antiguo, pero no los públicos. Desde los míticos Jardines Colgantes de Babilonia, mandados construir por el rey Nabucodonosor, pasando por jardines de las villas romanas, los cotos de caza de los señores feudales y los majestuosos jardines palaciegos de los reyes del siglo XVII, como los de Versalles, esas configuraciones suburbanas (u urbanas) eran para el disfrute de las élites gobernantes nada más, no para el público.

Los jardines públicos, por tanto, aparecen hasta el siglo XIX con los logros intelectuales y humanistas de la Ilustración por una parte y por el ahorro de tiempo que produjo la Revolución Industrial que suscitaron, por una parte, el crecimiento demográfico de las urbes y, por otra, la disposición de tiempo en ellas para cultivar un sano ocio en que convergiesen las comunidades urbanas en crecimiento explosivo.

Por lo anterior, las viejas plazas, ámbitos de múltiples usos de la esfera de lo público, comenzaron hace más de ciento cincuenta años a reconvertirse en jardines, pues muchas de las funciones antiguas de las plazas ya no reclamaban espacio (o al menos tanto), como eso de las ejecuciones públicas (por fortuna de todos) y, por otro lado, la población de las ciudades comenzó a exigir espacios versátiles sin otra función que un encuentro social que fortaleciese lúdicamente el civismo de esa colectividad urbana.

Así vemos cómo el jardín ocupó hasta los años 80 del siglo pasado la casi totalidad de la vieja Plaza de Armas de Aguascalientes (en los 80 se recortó a la mitad de su superficie original) y de esa manera observamos ese fenómeno en otras plazas del estado también. En el caso de la plaza de Calvillo, el jardín se distribuye por toda su superficie, sólo dejando libres andadores y otros espacios, como el ocupado por el kiosco, que es otro agregado reciente donde se disponía de un lugar para alojar a una banda de música (descendiente, por cierto, de las bandas militares de la Europa del Este, de donde proviene, al parecer, la misma palabra “kiosco”), todas ellas instituciones que surgieron de un cosmopolitismo de la era industrial, por cierto.

Plazas y jardines públicos son instituciones urbanas que se han hermanado en algunos momentos de la historia, pero no son lo mismo, no son equivalentes, pero definitivamente sí se han complementado para formar algunos de los espacios más entrañables, reconocibles y representativos de las ciudades modernas, aunque para la cortedad de nuestra memoria, les consideremos “viejas”.