
Por J. Jesús López García
La arquitectura ha sido estudiada por diversos historiadores que se han entronizado como los mejores en su campo, reflexionando sobre aspectos de índole artística, social, económica, técnica, entre otras, estableciendo que el neoclasicismo ha sido un estilo arquitectónico pionero de las codificaciones y tendencias que surgieron en las fases tempranas de lo que posteriormente sería el Movimiento Moderno. Recordemos que el neoclásico fue una opción para aquellos profesionales que no se renovaron en la utilización de los recientes materiales y procesos constructivos que trajo consigo la Revolución Industrial a partir del siglo XVIII, refugiándose en formas pretéritas.
A decir del arquitecto e historiador italiano Leonardo Benevolo (1923-2017), en su ya icónico libro Storia dell’architettura moderna (1960) -texto imprescindible tanto para los estudiantes así como los profesionales de la arquitectura-, que entre 1760 y 1830 los historiadores de la Economía establecen este lapso como de la Revolución Industrial, mientras que en la Historia del Arte se refiere propiamente al Neoclásico. En esta etapa existe una separación entre la arquitectura y la reciente práctica edificatoria que propiamente recae en los constructores. Para que este estilo se validara hay dos argumentos: 1. Relación con la denominada arquitectura clásica: griega y romana y 2. Reciprocidad de las propias formas, por ejemplo el que las columnas fueran soportes verticales y no solamente adyacentes, así como que los arquitrabes correspondieran a las vigas. El progreso técnico hace posible que existan argumentos constructivo y funcional justificando a cada uno de los elementos empleados: la columna se acepta solamente si se encuentra aislada, y el tímpano, si concuerda con un tejado detrás de éste.
En tal sentido, el sistema tradicional no soporta el análisis, por lo que se tiene que explicar el empleo de tales formas. Por un lado, se refieren a las presuntas leyes perpetuas de belleza como origen de legitimación en el arte, o en su caso, a causa de razones de contenido, pues el utilizar las formas antiguas trae a la memoria los esplendidos ejemplos grecorromanos.
Para el caso de la Nueva España, el neoclasicismo no tuvo el arraigo del exuberante barroco, posiblemente porque el catolicismo virreinal era muy acendrado, a diferencia de lo simple y racional que ofrecía el neoclasicismo, tal vez por eso en el estado aguascalentense existen pocos edificios de esta codificación.
En Palo Alto, municipio de El Llano, Aguascalientes, por cierto tierra de mis ancestros maternales, se encuentra la Parroquia de Nuestra Señora de la Luz, templo de filiación neoclásica, ubicado frente a lo que fuese la casa grande, ahora sede de la Presidencia Municipal. El conjunto es de planta de cruz latina tradicional, sin embargo, capta la atención el hecho de que casi adolezca de una iconografía religiosa, solamente coronando la fachada un frontón griego que contiene un triángulo con los rayos solares emanando de él, motivo que se vislumbra en la Capilla de San Juan Nepomuceno en la ciudad de Aguascalientes, y en Templo de Nuestra Señora de Loreto, en CDMX.
Rematan a la finca la cúpula de tambor octogonal, las dos espadañas de arcos dobles que refuerzan la simetría triangular de la fachada principal y los trofeos que se posan sobre los contrafuertes y las esquinas.
Sin duda alguna, la Parroquia Nuestra Señora de la Luz, en Palo Alto, municipio de El Llano, Aguascalientes, se yergue como un sobrio y elegante ejemplo de la arquitectura neoclásica en el estado, lo que abona al patrimonio arquitectónico que pocos conocen. El templo se desplanta con toda la autoridad dentro de un municipio que aún contiene múltiples edificios que es coveniente dar a conocer antes de que desaperezcan.