
Por J. Jesús López García
Indudablemente, los edificios más atractivos, tal y como ocurre en otras especialidades artísticas, o aquellos inmuebles ligados a ellas, son los más puros de un estilo. Son ejemplares que se erigen como referencia para evaluar otras obras dentro de una propensión perfectamente determinada. Como ejemplo, podemos referirnos a la Catedral de Chartres, que para el estilo gótico es muy significativa, así como el Panteón de París lo es para el neoclasicismo. Ambos son de vital importancia para entender los estilos gótico y neoclásico.
Sin embargo, de igual manera, aquellas fincas que amalgaman en su naturaleza varios estilos, dando como resultado obras con proporciones no ceñidas a un estilo determinado, mezcla de formas, sistemas constructivos discordantes al conjunto y, en ocasiones, con espacios veleidosos. Es así como la percepción se vuelve caótica, con particularidades singulares. Al respecto, en modelos que son útiles como referencia para los demás de los que integran su conjunto dentro de un estilo específico, se convierten en un listado de atributos que es posible concordar con múltiples estilos o predilecciones.
En los templos, el purismo estilístico o la tendencia de fusionar varias tendencias es una eventualidad que depende enormemente de la capacidad económica de los dueños de la obra, tal como los casos referidos, donde fue posible tener un ritmo sin interrupción alguna, y prosiguieron con el proyecto primigenio sin «contagio» con otros estilos. A pesar de ello, sucede que cuando los recursos o las circunstancias de ese momento intervienen de tal modo que el proyecto inicial sufre modificaciones en su edificación, virando estilísticamente con mayor énfasis, advirtiendo el estar frente a un inmueble extraño, tal como sucede con los seres humanos que con el paso del tiempo su identidad y su complexión física presentan las cicatrices de una vida que sucede.
En la cabecera municipal de Calvillo, Aguascalientes, se encuentra la Parroquia del Señor del Salitre. El conjunto forma parte de un linaje de edificios de planta basilical sin transepto y un presbiterio separado de la asamblea a través del ámbito de la considerable cúpula; apoyada en su base por pares de columnas, no arcos, lo que presenta una sensación de ingravidez al tambor que soporta la bóveda, muy apuntada, con cierta semejanza con el gótico y sus arcos ojivales.
En el exterior, el templo se muestra con una masividad que nos remite al románico, tal como lo exhiben algunas iglesias novohispanas de los siglos XVI y XVII. Sin embargo, su simplicidad en el esquema puede vincularse con los ejemplos renacentistas que en esas centurias se mostraron en templos muy sencillos, como en la Catedral de Mérida en Yucatán, o en fachadas de los grupos conventuales del primer siglo virreinal con una torre única que se alza del perfil general del volumen de la finca de una forma determinante con lo que es el primer cuerpo de un elemento que probablemente se quisiera levantar más elevado, pero que finalmente se coronó por una espadaña de tres arcos.
El alzado principal del edificio se remata por una balaustrada, también sencilla y solamente muestra en su sobriedad un entablamento sostenido por pares de columnas de orden toscano para enmarcar el vano del acceso.
En su fachada sur se advierte la torre en sus vistas posteriores, el muro de piedra de la considerable nave, el tambor de la cúpula y distintos volúmenes más bajos con respecto a la altura del grupo, seguramente para el servicio diario de los feligreses, que cumplen además la función de encuadrar el acceso lateral, anteponiéndole una balaustrada.
Podemos mencionar que la Parroquia del Señor del Salitre pertenece al neoclasicismo, con una versión austera con macizos sobresalientes, en contraste con el interior donde las columnas proporcionan pinceladas de ligereza puntualmente debajo de la cúpula.