Prof. Flaviano Jiménez Jiménez

En días pasados, la Asociación Nacional de Padres de Familia hizo pública la intención de asistir a las escuelas con el objeto de observar directamente a los maestros durante el desarrollo de las clases de educación sexual que se imparten a sus hijos. Independientemente de que acudan o no a las aulas para constatar qué enfoque se da al tema de referencia, con la simple intención expuesta, se infiere que algunos padres de familia recelan de los libros de texto en relación con la educación sexual; y, tal vez, tampoco confíen en nosotros, los maestros, la forma de conducir ésta; porque pueden pensar que no estamos preparados para ello, o pueden imaginar que los maestros, en lugar de orientar adecuadamente a los alumnos al respecto, los inducimos hacia la morbosidad.
Todos los padres de familia están en posibilidades de leer los libros de texto de sus hijos, específicamente de ciencias naturales, biología y formación cívica y ética, que son los que abordan, con mayor amplitud, los temas de educación sexual y podrán comprobar que en ellos no hay perversión, pues plantean el estudio de la reproducción de los seres vivos, de las plantas y de los animales, con fundamentos en las investigaciones que históricamente se han realizado con principios científicos. Y para que los adolescentes entiendan sus cambios físicos, afectivos, emocionales y psicosociales; los libros propician el estudio del desarrollo humano: la niñez, la adolescencia, la etapa adulta y la vejez; enfatizando el derecho al desarrollo integral; a la salud sexual; la reproducción, la prevención y el rechazo a la violencia sexual. Y los maestros nos sujetamos, en las clases, estrictamente a estos temas; los cuales explicamos con respeto y responsabilidad; esto es, con ética profesional; porque, antes de ser maestros, también somos padres de familia y, como todos, anhelamos la mejor formación para nuestros propios hijos.
De esta manera, los padres de familia deberían confiar en nosotros; y nos agradaría verlos en nuestros salones para que constaten los esfuerzos profesionales que realizamos, no únicamente en educación sexual, sino en todas las asignaturas para formar integralmente a los niños y a los adolescentes con el fin de que sean mujeres y hombres íntegros, respetuosos, responsables y útiles en su vida, en su familia y en la sociedad a la que pertenecen. Desde luego, no es fácil lograr todo lo que nos proponemos, porque hay un sinnúmero de factores que limitan nuestro trabajo y porque, generalmente, nos dejan solos, a los maestros, en el desarrollo de las tareas educativas. Cuando visiten nuestras aulas, se darán cuenta, entre otras cosas, lo difícil que es controlar la disciplina de 40 alumnos que manifiestan conductas encontradas y hasta agresivas; que no aceptan, fácilmente, realizar las tareas escolares; que son de actitudes y emociones tan diversas como diversos son los contextos sociales de su procedencia; pero que hacemos lo que pedagógica y didácticamente es viable para que los alumnos aprendan. Cuando vean lo descrito, los padres se convencerán que es absolutamente indispensable iniciar la formación de valores, en los niños, desde sus hogares; dándoles ejemplos de respeto, responsabilidad, honestidad, solidaridad y de justicia, entre otros; asimismo, aceptarán que son ellos los que deben iniciar con la orientación sexual; porque les asiste ese derecho y esa obligación de formar inicialmente a sus hijos. En el entendido de que, iniciando los padres con las orientaciones, nosotros continuaremos en las escuelas consolidando la formación de sus hijos, hasta lograr el perfil del ciudadano que todos deseamos. Y tal vez no estorbe una reflexión adicional: en el hogar, los padres están pendientes de sus hijos y en la escuela nosotros estamos atentos de nuestros alumnos; pero ¿quién está al cuidado de los niños y de los adolescentes cuando andan en la calle, en el antro y en tantos lugares donde son incitados para realizar actos inmorales?, ¿con quiénes andan en altas horas de la noche?, ¿quién está cerca de ellos para evitarles vicios indeseables? No olvidemos que los menores de edad, no sólo aprenden cosas en el hogar y en la escuela; ellos aprenden, para bien o para mal, en todos los lugares donde conviven con sus pares y con personas mayores. Entonces, estos son los lugares de mayor cuidado.