En estos últimos meses, he reflexionado mucho sobre el valor que tiene la música como un factor de integración en nuestra comunidad. Puedo afirmar, con toda franqueza, que hablar sobre diferentes géneros musicales, artistas, conciertos, etc., me ha permitido conocer múltiples realidades, diferentes concepciones que tenemos sobre nuestra realidad y, de forma simultánea, también he logrado entablar amistad con diversas personas con las que casi no comparto otras cosas en común excepto esto: el interés por la música. Más allá de indagar sobre cuáles son los géneros más populares o con una mayor presencia (o tendencia) en la actualidad, considero que es importante comprender la importancia de la música como un factor de integración social, así como también, su inminente relevancia en la integración escolar y sus efectos benéficos en el desarrollo integral de las y los estudiantes.

A inicios del presente año, leí un libro llamado Música, Sólo Música, elaborado por Haruki Murakami (uno de los escritores más populares en todo el mundo), en el cual desglosa una serie de conversaciones fascinantes con Seiji Ozawa, uno de los directores de orquesta más destacados en las últimas décadas. Desde el inicio del texto, Murakami precisa que su participación dentro de estos diálogos es desde su “afición” a la música clásica y el jazz, sin embargo, eso no evitó que tuvieran charlas fluidas sobre diferentes eventos, personajes, contextos y, evidentemente, las canciones/interpretaciones (de diferentes directores o de el propio Ozawa dirigiendo). De sus conversaciones, podemos apreciar formas diferentes de concebir la buena música, desde un plano técnico o de estilo, así como la interpretación que tienen ambos sobre los cambios que ha tenido la música clásica a lo largo de los años. Sin embargo, lo que más me llama la atención es cómo dos personas, con oficios totalmente diferentes, les une la afición por la música y les permite hacer sinergia para reflexionar sobre el mundo. Hace poco más de un mes, tuve la oportunidad de escuchar a la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes (OSA) en el Teatro Aguascalientes, bajo la dirección de Román Revueltas Retes. Durante el concierto, logré advertir gran parte de los detalles que abordaban en el libro, la comunicación entre los músicos y el papel del director de orquesta como guía durante todo el evento. En mi caso particular como un aficionado principiante en la música clásica, fue una experiencia sumamente enriquecedora, tanto en el ámbito personal (al descubrir un interés sobre este género) como en lo social, ya que he tenido conversaciones más extendidas con amigos y conocidos músicos.

Asimismo, a lo largo de los últimos días he escuchado el diario musical de Natalia Lafourcade en Spotify, donde narra cómo fue su proceso creativo en la elaboración de su nuevo álbum De todas las flores, acompañada con diferentes personajes que le apoyaron en este recorrido. Este diario arroja una serie de reflexiones personales que, conectadas con el contexto de las canciones que describe, invitan al espectador a envolverse en una mezcla de emociones y sentimientos compartidos. A diferencia del texto de Murakami, este diario es una invitación a hacer introspección a través de la música, reflexionar sobre la soledad, el amor, la muerte, el proceso de reinventarse uno mismo y la felicidad. Con este último ejemplo, podemos comprender el papel de la música como un puente hacia la empatía y el autoconocimiento, que tenemos mucho en común con otras personas y no nos percatamos de ello.

En fin, podría seguir exponiendo más ejemplos sobre el tema, sin embargo, considero que lo importante ha quedado expuesto, es decir, el valor fundamental de la música en nuestra sociedad y en nosotros mismos. Quizás, quienes son tomadoras y tomadores de decisiones deberían mirar cómo algo tan cotidiano como escuchar a nuestros artistas favoritos, o bien, practicar con nuestros instrumentos, puede ser la clave para generar sinergia en nuestra comunidad. La apuesta puede cimentarse desde las escuelas, no sólo con la enseñanza de la práctica de algún instrumento, sino la participación de la música en sí mismo. ¿Qué sienten las y los estudiantes cuando escuchan una canción? ¿Qué emociones les genera? ¿Qué reflexiones comparten con sus compañeros? Buscando, entonces, no sólo impulsar los beneficios en sus habilidades cognitivas y no cognitivas, sino también crear verdaderos espacios de inclusión entre pares. Tal vez, la estrategia más efectiva para garantizar una integración escolar y comunitaria es a través de la música, la introspección y los espacios seguros. Que la música no sólo es música, es un mundo, un puente y el portal a diferentes realidades.