Jesús Eduardo Martín Jáuregui
A la hora de pergeñar estas apresuradas líneas, contado el cuarenta por ciento de los votos en EE.UU. el candidato del Partido Republicano Donald Trump aventaja a la candidata Hillary Clinton. Si bien la tendencia favorece a Trump todavía es muy temprano para proclamar un vencedor. La experiencia nos dice que el civismo del pueblo americano, una vez que los colegios electorales determinen un vencedor, asumirá con tranquilidad el resultado y al día siguiente no habrá pasado nada. El vencedor asumirá el control del país más fuerte del mundo y colorín colorado este cuento está acabado, la aceitada maquinaria de la burocracia americana seguirá trabajando, mientras la nueva o el nuevo presidente empieza a marcar su impronta en la política interior o exterior del país.
Contra las encuestas, o lo que nos hicieron creer que marcaban las encuestas, la ventaja de Trump, muestra por ahora, que EE.UU. no ha renunciado a su política o creencia del “destino manifiesto” y que su hegemonía con mano dura o con mano blanda, seguirá marcando el ritmo del concierto mundial. Si bien los claroscuros del complicadísimo panorama mundial permiten asegurar que el futuro no será fácil, los indicadores económicos muestran que, con todo, nuestros vecinos siguen siendo el país que ha sorteado de mejor manera las crisis, y que su potencial apunta a que con una u otro candidato seguirá siendo la máquina del tren, las consecuencias externas serán sin duda mucho mayores de las que puedan presentarse en el interior.
Por la mañana los diarios mexicanos daban cuenta de que el gobierno se había blindando para arrostrar las posibles consecuencias de un triunfo de Trump, la realidad, siempre la terca realidad, nos muestra que ya dentro del proceso electoral de este día, el peso ha seguido hundiéndose frente al dólar como consecuencia de la ventaja que el republicano tiene hasta estos momentos. La lucha se ve cerrada y considerando los estados ganados y los que quedan por contar, sin duda el resultado será cerrado y hasta los últimos momentos no se podrá proclamar un ganador.
Lo que sí es seguro es que pese a las manifestaciones trumpetianas en el sentido de que sólo reconocería el resultado si resultaba ganador, (cualquier parecido con el líder de Morena es producto de un “complo”), el sistema de nuestros vecinos no ha permitido y no lo permitirá en esta ocasión, que el candidato perdedor, porque la candidata en caso de perder sí reconocería sin ambages el resultado, pueda causar la mas leve crisis. Decía José Enrique Rodó, el gran pensador uruguayo, refiriéndose a EE.UU. “los admiro pero no los quiero”. La idiosincrasia americana pasa por guardar un gran respeto a su estructura de poderes y por lo tanto un gran respeto al poder judicial. Baste recordar el conflicto postelectoral en el estado de Florida cuando la elección Bush-Gore, que fue resuelta en un par de días por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, para decretado el triunfo de Bush dar paso a un gobierno que no tuvo el lastre de contiendas, manifestaciones, paros, plantones, etc..
En estos momentos, sorprendentemente contra lo que los pronósticos nos habían hecho creer el Sr. Trump sigue aventajando 232 votos contra 209, aunque en el porcentaje el resultado es mas cerrado 48% de la votación favorece a Trump y 47% a Clinton. Esto merece una pequeña explicación aunque entiendo que para la mayoría de los lectores, pueda resultar repetitivo. El sistema electoral americano es uno de votación indirecta, a diferencia de la mayoría de los países democráticos que tienen sistemas de votación directa. En México es ganador de la contienda presidencial el candidato que obtenga el mayor número de votos independientemente de cual sea el porcentaje. En algunos países se realizan dos vueltas de elecciones, en la primera los que obtengan el mayor número de votos, dos generalmente, pasan a una segunda vuelta en la que gana el que obtenga la mayor votación.
En EE.UU. tiene una tradición federal muy acendrada, y desde luego real desde su fundación, no un tanto ficticia y forzada como el caso de nuestro país, que de una estructura colonial con un virrey al frente, ha pretendido ser república federal. Los vecinos, cada uno de sus estados atendiendo tiene un número de votos para la contienda electoral, que se hacen valer a través de delegados. Las votaciones estado por estado, van dando un triunfador en cada una de las entidades federativas, así sea por un voto, entonces el total de votos electorales del estado se adjudican al que obtuvo la mayoría. Lo anterior puede dar como resultado, así pasó en el caso Bush-Gore, que el ganador por votos electorales no sea el que obtuvo el mayor número de votos persona por persona. Situación un tanto difícil de entender para los que tenemos sistema de votación directa.
Luis Guillermo Piazza, escritor argentino radicado en México, escribió un libro que llamó “El país más viejo del mundo”. En él, sostenía que EE.UU. independientemente de sus años reales como república federal, era el país más viejo, porque se encontraba adelantado al resto del mundo viviendo casi un siglo antes. El XXI cuando lo escribió, en tanto el resto del mundo vivía el siglo XX. Supo cambiar su expansionismo territorial para pasar a liderar el mundo con la producción y control de armas. Luego, encontró que más efectivo que las armas era el control de alimentos, su producción y distribución y sus grandes praderas producen la cuarta o quinta parte de los granos que produce el mundo. Jugó con el petróleo y su producción y reservas le permitieron controlar a la OPEP y provocar las crisis que aún no han podido superar la mayoría de los países productores. At least but not at last, los güeros supieron desplazar su hegemonía al control de la información y de la informática, y los sistemas cibernéticos le permiten vivir muchos años adelante del resto del mundo.
A estas alturas, casi para poner el punto final, la tendencia de Pennsylvania que cambió a roja luego de iniciar como azul, permite augurar que estamos a minutos del triunfo de Trump, y como solía decir Agápo, peón del rancho de mi tío Don Gabino: con estos bueyes hay que arar.
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