Dulce Soto Agencia Reforma

CIUDAD DE MÉXICO.- Hace 6 meses, María de los Ángeles Cruz, de 29 años, solicitó una baja temporal en su empleo para terminar sus estudios, pero en realidad deseaba faltar por la depresión que padece.
«Empezaba a llorar de la nada, tenía miedo, me sentía nerviosa, cansada, explotaba, estaba muy irritable», comparte.
En el Instituto Nacional de Psiquiatría le diagnosticaron un trastorno depresivo mayor y le recetaron antidepresivos, ansiolíticos y antipsicóticos.
Cuando lo supo, lo comentó a su jefe directo, quien le autorizó una baja por tiempo indefinido, eso sí, sin goce de sueldo.
En este tiempo su familia la apoyó para sobrevivir económicamente
«Los 3 meses que estuve sin trabajar, ellos me echaron la mano».
María regresó a su empleo, en un restaurante de comida japonesa, tres meses después de responder bien al tratamiento.
Según un estudio de la Escuela de Londres de Economía y Ciencias Políticas, los costos de los empleados que trabajan con depresión son hasta 10 veces más altos que los que toman tiempo libre para atenderse.