
“MANSIÓN EMBRUJADA” (“HAUNTED MANSION”)
Curiosamente, en sus 100 años de producción cinematográfica, Disney ha logrado crear algunas cintas de suspenso con toques terroríficos que lograron introducirse en la mente de los jóvenes cinéfilos que tuvimos la dicha de apreciarlas en su momento. Como la atmosférica y lograda adaptación del clásico texto de Ray Bradbury, «La Feria de las Tinieblas» (Clayton, E.U., 1983) o la malograda en postproducción, pero con un par de escenas inquietantes, «Ojos en el Bosque» (Hough, E.U., 1980). Películas con buenas intenciones en cuanto a la inculcación del gusto por el cine de género en el público menudo, pero, siendo filmes de la marca Disney, era inevitable el acto de la autozancadilla al tener que limitar e incluso edulcorar el factor horripilante o visceral al tratarse de proyectos dirigidos a una audiencia familiar. Este factor es el que genera una apreciación adversa a cualquier cinta del género fantástico proveniente de la factoría del ratón, y es por ello que «Mansión Embrujada» fracasa en contenido y fondo, pues a pesar del abanico de posibilidades tecnológicas y temáticas a su alcance, todo su proceso narrativo se ablanda cuando el guion peca de considerado en la presentación de sus aspectos más escabrosos, muchos de ellos aludidos pero difícilmente mostrables, pues hablamos de asesinatos, conspiraciones y espectros que pasan por el filtro de la corrección política y la amabilidad argumental de facto por estar bajo el techo Disney. Y aun así pudo funcionar, pero el argumento se decanta por un barroquismo que exaspera al saturar de detalles y personajes la trama, al punto de que es difícil encontrar los puntos de contacto exactos con un espectador fácilmente exasperado por el cúmulo de situaciones trilladas que van sepultando nuestro interés.
Con todas sus fallas, la cinta tiene momentos y características amenas que la hacen soportable, comenzando con el protagonista, un científico fallido de nombre Ben (LaKeith Stanfield) que trabaja como guía de turistas en Nueva Orleans, mostrando casonas embrujadas, aunque él es un escéptico. Esto cambiará cuando un estrafalario padre de iglesia de apellido Kent (Owen Wilson) lo recluta para liberar una impresionante mansión de los fantasmas que ahí habitan y les hacen la vida imposible a sus habitantes, una madre viuda llamada Gabbie (Rosario Dawson) y su hijo de 9 años, Travis (Chase Dillon). Todo aquel que pone un pie en el lugar es asediado por espectros, incluso saliendo de ahí, por lo que no queda de otra más que habitar el lugar y encontrar la manera de eliminar las plagas del más allá. La respuesta yace en el antiguo terrateniente del lugar (Jared Leto), un ser cruel e implacable que incluso martiriza a los demás fantasmas y será el enemigo a derrotar. Para ello, Ben, Gabbie y Kent involucran a una vidente extravagante (Tiffany Haddish) y a un historiador (Danny DeVito) para que entre todos ahuyenten al temible ser de ultratumba. Todo se confecciona en base al esquema tradicional de las aventuras Disney, incluyendo un elemento trágico en la vida de Ben (la muerte de su esposa, atándolo forzosamente al mundo sobrenatural) y el choque de caracteres entre personajes tan disímiles que debería producir hilaridad, pero con sus torpes diálogos solo producen muecas de disgusto. Una lástima, pues el reparto, que además incluye a la recién premiada con un Oscar, Jamie Lee Curtis, como un oráculo espectral atrapado en una bola de cristal, lo hace muy bien, por lo que es una lástima que sus personajes resulten tan desdibujados o arquetípicos. «Mansión Embrujada» luce en el departamento visual y en el de arte (los interiores son muy evocativos y dignos de una atracción de Disneylandia (oh, perdón, así es ya), pero la trama y sus elementos narrativos tal vez sirvan como conducto introductorio a niños de preescolar al género de horror, mientras que los demás solo serán conducidos al aburrimiento.
“LOCAS EN APUROS” (“JOY RIDE”)
Audrey (Ashley Park) y Lolo (Sherry Cola) son dos grandes amigas desde la infancia, unidas más que nada por las circunstancias, pues eran las únicas niñas de ascendencia asiática en una escuela típicamente americana suburbana. Su relación se basa en lo disímil de sus personalidades, pues mientras Audrey, adoptada por un matrimonio caucásico, es inteligente y obsesiva, Lolo, hija de inmigrantes chinos, es muy geek pero leal a su amiga, defendiéndola de los abusivos y xenófobos compañeros del colegio. Al crecer, llevan también carreras distintas, pues la primera es una abogada en una prestigiosa firma, mientras que la segunda es una artista que busca validar la corporeidad en sus obras, lo que choca con sus tradicionales padres. Cuando a Audrey se le presenta la oportunidad de cerrar un jugoso trato con una firma asiática que le dará prestigio en su bufete, viaja a China junto con Lolo, una prima de ella amante del K-Pop apodada Dead Eye (Sabrina Wu), y la ex compañera de cuarto de universidad de Audrey, Kat (Stephanie Hsu), quien ahora es una famosa actriz de telenovelas históricas. Cada una de ellas, mediante sus peculiaridades emocionales y existenciales, harán del viaje uno de autodescubrimiento, pues Audrey está desvinculada de su etnia y raíces, Lolo requiere validación emocional, Dead Eye es insegura e inmadura, y Kat lleva una vida de celibato junto a su atractivo prometido por haber aceptado a Jesús en su corazón, a pesar de un pasado por demás promiscuo.
Lo que tenemos aquí es la versión jocosa de «El Club de la Buena Estrella», donde asiáticoamericanas le dan foco a sus vidas mediante un reencuentro con su comunidad y consigo mismas, siendo la identidad el leitmotiv del filme que lo desarrolla con la estridencia y exuberancia características de cintas similares como «Locamente Millonarios» (2018), donde la cultura china y sus arquetipos son clave para la producción de chistes y bromas a costa de la idiosincrasia asiática, pero sin caer en lo ofensivo. Muchos momentos funcionan tanto en lo gracioso como en lo dramático, solo ocasionalmente la repetición de detalles como el empeño de Sherry Cola en remedar los manierismos y conductas de otras comediantas asiáticas como Awkwafina termina siendo chocante y algunas vueltas emocionales son predecibles y manipuladoras, en particular el giro que toma la trama sobre la búsqueda por encontrar a la madre biológica de Audrey, pero «Locas en Apuros» alcanza a cruzar la meta del entretenimiento con esos traspiés sin caer completamente, así que eso basta para pasar un buen rato con este grupo tan desigual de mejores amigas chinas.
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