Daniel Santiago Agencia Reforma

MONTERREY, NL.- Como en la historia del Doctor Jekyll y el Señor Hyde, donde dos personalidades opuestas coexisten en una misma persona, así suele ocurrir con el agresor en el problema de la violencia hacia la mujer, coinciden especialistas.
«Él es muy lindo hacia afuera, mi familia lo quiere mucho, pero dentro de la casa es otra cosa muy diferente», ejemplifica Romelia Aragúz, trabajadora social del Instituto Estatal de las Mujeres y certificada en atención a víctimas de violencia.
Miguel Villegas, fundador de Los Forkados, A.C., señala que el agresor es astuto. Sabe muy bien con quién y dónde ejercer violencia.
«Argumenta que no sabe controlar sus impulsos, pero de manera estratégica los controla muy bien bajo circunstancias en las que pudiera quedar en desventaja. Por ejemplo: Con un jefe o jefa, sí se controla; con su pareja, no».
Para Villegas, el alcohol, los apuros económicos o haber sido víctima de maltrato durante la niñez, no justifica la violencia.
Al año van más de 60 asesinatos de mujeres en Nuevo León, muchos de ellos por violencia familiar. El más reciente fue el de Lorena Zapata Urbina, quien la madrugada del domingo fue acuchillada por su pareja, después de perdonarlo la primera vez.
Para especialistas, el perdón puede resultar en riesgo, pues pone a la víctima de constante agresión en una situación vulnerable al ir incrementarse en espiral la intensidad del maltrato.
«Ella, en esta idea de que quiere recuperar esa imagen del hombre con el que se casó, dice ‘éste es el hombre que conozco, que amo’, perdona, viene el periodo de luna de miel, y vuelve a iniciar el círculo de la violencia», explica Marina Duque, coordinadora de la maestría en psicología con orientación en violencia de género de la UANL.
El llamado a las víctimas de violencia es a pedir ayuda y tomar conciencia de que ésa puede ser, literalmente, la oportunidad de salvar la vida.

Especialistas ofrecen perfiles de comportamiento del agresor y de la víctima que suelen caer en un peligroso círculo de violencia.

La víctima
– Sufre síndrome de inhabilidad aprendida. Piensa que es incapaz de tener una vida alejada de quien la agrede. Suele pensar «más vale malo por conocido, que bueno por conocer».
– También puede padecer síndrome de Estocolmo. La víctima se identifica con el agresor al incorporar, de éste, su visión del mundo y justificar las prohibiciones y maltratos que sufre. Cree afirmaciones como «eres una tonta» y «tu familia te quiere meter ideas».
– Entra al ciclo de violencia. Tras la agresión, piensa que él va a cambiar y decide perdonarlo y darle otra oportunidad. La tensión aumenta hasta que llegan de nuevo golpes o maltrato psicológico. Surgen frases como «él tiene derecho a equivocarse» o «sé que cambiará».
– Tiene baja autoestima y/o miedo a perjudicar a los hijos o a que les falte el sustento económico.
– Le da poca importancia a sus sentimientos y necesidades.
– Cree que debe ser una súper mujer para mantener al agresor feliz.
-Se culpa y responsabiliza así misma por la conducta del agresor.
– Siente vergüenza de lo que le pasa y se aísla de quienes la pueden ayudar como familia y amigos.

El agresor
– Niega ser violento por el hecho de no golpear.
– Dice que no grita. Argumenta que así habla.
– Cree en los estereotipos de género o en un rol de supremacía del hombre.
– Culpa a la víctima de provocarlo.
– Es celoso y posesivo. Aísla a la víctima de amigos y familiares. Acusa a la víctima de coqueteo o infidelidad. Está en desacuerdo con que ella trabaje.
– Busca que los vean afuera como buena pareja o buen padre, pero a puertas cerradas es agresivo.
– Expresa enojo con agresiones. Puede golpear o lanzar objetos.
– Usa el sexo como forma de agresión. Lo impone y no lo busca como un mutuo acuerdo.
– Dice estar preocupado por la seguridad de la víctima, pero intenta monitorear su comportamiento y sus decisiones.
– Minimiza la seriedad del abuso o las agresiones.
– Argumenta «no sabía lo que hacía» o «perdí el control», pero sabe cuándo, dónde y con quién pueden ejercer violencia y control
– Cada vez que surge el tema del maltrato a la mujer, cuestiona la falta de apoyos para los hombres maltratados.
– Argumenta que no sabe controlar sus impulsos, pero de manera estratégica los controla muy bien bajo circunstancias en las que está en desventaja, como con su jefe o jefa.

Fuentes: Psicólogos Marina Duque y Miguel Villegas, de la UANL; Instituto Estatal de las Mujeres y My Sister’s House.