Prof. Flaviano Jiménez Jiménez

Los concursos de poesía, oratoria, matemáticas, ortografía, escoltas, bandas de guerra, bailables y danzas, entre otros; históricamente se han llevado a cabo en las escuelas de educación básica. Algunos de estos concursos tienden a desaparecer por diversas circunstancias; otros subsisten, pero de manera muy desdibujada; con el paso de los tiempos muchas cosas han cambiado para bien o para mal.

Hubo épocas en que las maestras y los maestros de primaria y secundaria preparaban, con gran esmero, a todos los alumnos del grupo en poesía, oratoria y bailables; porque los consideraban fundamentales en el proceso educativo de todos los días, al igual que las matemáticas y la ortografía. Eran actividades de aprendizaje de todo el ciclo escolar. En los salones de clase, los maestros periódicamente pasaban a los alumnos frente a grupo para que declamaran poemas. Desde luego, los maestros previamente ponían el ejemplo de cómo declamar, según el género literario de la poesía. En oratoria, era igual, se hacía disertar a los alumnos pequeños discursos y gradualmente éstos iban aumentando de extensión y de profundidad. Declamar y disertar un discurso eran partes esenciales en la formación de los alumnos. Por tanto, era admirable escucharlos declamar tres, cuatro o más poesías con pericia y arte; así como también era asombroso constatar, en oratoria, la facilidad de la palabra que los alumnos iban desarrollando al disertar temas sobre la Historia de México, los héroes, la educación, la democracia, los fenómenos sociales, los derechos humanos, los niños, adolescentes y la juventud, entre otros temas; al escucharlos ya se vislumbraba una cultura general que se iba ampliando y consolidando. Y si esto era en declamación y la oratoria; la ortografía y las matemáticas se atendían, diariamente, con mayor cuidado y ahínco por ser asignaturas esenciales en la formación humana; así como también era un gusto ver a los alumnos bailar, danzar, practicar la banda de guerra y los demás aspectos formativos. De tal manera que cuando una escuela, una zona escolar o el estado, querían hacer festejos cívico-sociales o concursos de lo que en las escuelas se enseñaba y formaba, había suficientes estudiantes para mostrar, a propios y extraños, habilidades, destrezas y una cultura en desarrollo.

Pero a alguien se le ocurrió pensar que en lugar de tanto trabajo, era mejor formar “caballitos de batalla”; esto es, en lugar de atender a todos los alumnos de un grupo era preferible detectar (en el grupo) al mejor en poesía, oratoria, ortografía, matemáticas y bailable; y dedicarse a preparar, cuando fuera necesario, únicamente a esos alumnos. Esta forma de preparar a los “caballitos de batalla”, nulificó la formación, en los aspectos mencionados, al resto de los educandos; bajando, de esta forma, el nivel de la educación integral de los estudiantes.

Hoy la situación es aún más gris; ya ni siquiera hay preparación de los “caballitos de batalla”. Cuando una escuela pretende hacer un concurso, a nivel estatal, lanza la convocatoria y, tristemente, la inmensa mayoría de las escuelas manifiesta no tener las condiciones ni los elementos para poder participar; y las pocas escuelas que se atreven a competir en el concurso de declamación, oratoria, ortografía o de matemáticas, en una semana preparan a dos o tres alumnos; de éstos seleccionan uno, al que mandan al concurso de zona y de aquí se manda uno al concurso estatal. De esta manera, es fácil inferir que los concursos de hoy resultan totalmente desdibujados; de hecho no hay competencia, porque los concursantes tan sólo se conforman con participar.

Con la modernidad y los adelantos existentes, se pensaría que hoy habría enormes avances en el contenido de los concursos; que habría grandes progresos; pero no. ¡Ojalá! los concursos se revitalicen y formen a los alumnos más educados y más cultos.