
El domingo pasado el presidente Andrés Manuel López Obrador volvió a presentar problemas de salud. Esto sucedió durante su visita a Mérida, Yucatán, el domingo por la mañana cuando estaba a punto de ir a desayunar. De pronto se comenzó a ver mucho movimiento entre la comitiva que lo acompañaba, así como entre sus anfitriones. Los rumores comenzaron, aumentaban conforme pasaban los minutos y las especulaciones no se hacían esperar. La más dramática y violenta: ¡Se infartó el presidente! La más ecuánime: ¡Le volvió a dar Covid! Los medios de comunicación nacionales difundieron la noticia, pero a medio conocer, pues nadie sabía en realidad qué es lo que tenía el presidente; no se sabía su estado real de salud. Y ya sabe usted que en estos casos, cuando se trata de un personaje importante y del cual depende mucho de la seguridad nacional en muchos aspectos, las especulaciones van in crescendo minuto a minuto y más en estos tiempos en que las noticias corren a velocidad supersónica por las redes sociales.
Pasó el domingo. Pasó el lunes. Pasó el martes y no se ha sabido de bien a bien qué es en realidad lo que está padeciendo López Obrador. Cómo está su salud. Qué tan grave o delicado está. Top Secret. El pueblo no debe de saber qué pasa con la salud de su presidente. Y es que siempre ha existido con la mayoría de los presidentes la idea de que ellos no deben dar una idea de debilidad. Siempre tratan de dar la imagen de ser hombres fuertes, que nunca se enferman. Que siempre gozan de excelente salud. Que las 24 horas los 365 días del año gozan de total entereza para llevar las riendas del país.
En caso de que en verdad López Obrador tenga Covid, sería la tercera vez que se contagia. Y aquí esto da al traste con su teoría del presidente, que cuando inició el Covid hace ya tres años, él se mostraba seguro e invencible y en las mañaneras presumía que él estaba protegido contra la pandemia con dos estampas del “Sagrado Corazón de Jesús” y un billete de un dólar que le regaló un migrante. “Son los escudos protectores y ‘el detente’ contra las epidemias y los adversarios”. Decía muy convencido el presidente. Lo grave del caso es que a López Obrador millones de ciudadanos le tienen una fe ciega. ¡Y le creían!
Uno también es católico y creyente, pero Dios ayuda a los que se ayudan a sí mismos y en este caso –de la pandemia– había que ayudarse uno vacunándose –cuando ya estuvo la vacuna–, y no dando ideas de que las estampitas ayudaban a mantenerse súper protegidos de ese mal que vino a cambiar la vida de todos.
Hoy que supuestamente, y según información oficial, López Obrador tiene nuevamente Covid, creo que es porque se ha de haber vacunado últimamente con la vacuna cubana Abdala, de la cual todavía se tienen dudas sobre su efectividad, cuántas dosis se aplican y qué efectos secundarios provoca. Así que mejor para qué arriesgarse existiendo vacunas que ya han comprobado su efectividad.
Y mientras el presidente se mantiene en cama tratando de recuperarse de su padecimiento, el país sigue envuelto en un sinfín de problemas, varios de ellos causados por el mismo presidente que no se cansa de meterse en broncas tratando de imponer sus ideas retrógradas y que en varios casos son en contra del bienestar de los habitantes. Ejemplos hay muchos, como sería el caso, del que muchos se preguntan, sobre ¿Por qué la insistencia de López Obrador de que la Guardia Nacional dependa de la Secretaría de la Defensa Nacional? Y a pesar del fallo adverso de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el presidente dice que va a presentar una iniciativa de reforma constitucional. “Pero lo haré cuando tengamos la mayoría en el Congreso y entonces ahora sí poder impulsar esta iniciativa como debió haber sido a través de una modificación a la constitución”. Lo anterior nos recuerda que el presidente se aferra más a sus deseos cada vez que pierde, en lugar de actuar como un político pragmático que se adapta a los hechos. Y entonces simplemente sabe que esa batalla la perdió y por ello quiere aprovechar las derrotas para tratar de hacer un referéndum en el 2024. Y lo que va a decir es que, a la oposición, la reacción y los conservadores no les interesa la seguridad del pueblo. Y que si se quiere un país seguro entonces habrá que darle a él la posibilidad de que sea el ejército, las fuerzas armadas, las que controlen la Guardia Nacional y por lo tanto la seguridad. De ese modo matará dos pájaros de un tiro: por una parte, se hará aliado de las fuerzas armadas –¡todavía más!– y las meterá al juego político, y la segunda es que cualquier critica que se le haga en 2024, de que su gobierno ha dado malos resultados en materia de seguridad, como es la realidad, él dirá que no, que la culpa es de los partidos de oposición que le impidieron esto. Por lo tanto, se trata de una trampa doble, retórica, que usará para tratar de forzar que el nuevo gobierno que entrará en octubre de 2024 tenga necesariamente que aceptar esa medida que él cree que puede lograr en septiembre del próximo año. Para nadie es un secreto que López Obrador desde ahora ya se está metiendo en el manejo del nuevo gobierno y ya quiere establecer la agenda en materia de seguridad pública. Es un incrédulo el que piense que López Obrador el año entrante se irá en verdad a su rancho de Tabasco. López Obrador no soltará fácilmente el poder y para ello sólo una de las corcholatas le garantiza la continuidad, el seguir mandando tras bambalinas.