
Silvia Guerra
Acabo de realizar un viaje maravilloso en compañía de otras 39 personas, incluidos 3 Legionarios de Cristo, que hicieron de este recorrido una experiencia inolvidable. En esta columna, les he hablado de distintos aspectos de la imagen, pero creo que hasta hoy no he discutido el cómo la religión y la ideología la impactan también; nada mejor que este viaje para ilustrarlo.
El destino de esta travesía fue Tierra Santa. De verdad es impactante experimentar la sensación de recorrer ciudades en donde tres religiones monoteístas cohabitan, intentando respetar las diferencias que marcan sus culturas y religiones. Nunca había apreciado en carne propia, lo complicado que puede ser la tolerancia y lo fácil que la paz puede perderse. Definitivamente, en estas ciudades me quedó clarísimo el cómo nuestra apariencia, comportamiento, y comunicación están marcados por nuestras creencias, ideología y cultura.
Dentro de estas tres religiones (en estas ciudades), existen la facción secular, la ortodoxa y los fanáticos, pero para objeto de este artículo, sólo mencionaré a la segunda. Lo que más me llamó la atención, fue notar cómo, sobre todo en la religión judía y en la religión musulmana ortodoxas, la mujer sigue sin ser reconocida, es simplemente una sombra impura del hombre, sin voz ni voto. También fue revelador el ver cómo estas religiones rigen de manera estricta e inflexible a sus adeptos, marcándoles indiscutiblemente una precisa y específica manera de comportarse, ataviarse y comunicarse.
Por ejemplo dentro de los judíos ortodoxos, se apreciaba cómo todos iban vestidos de negro; lo que los hacía verse distintos, era el tipo de saco y sombrero utilizaban, todo dependiendo de qué parte del mundo provenían. Los judíos ortodoxos no ven a las mujeres a los ojos y al pasar a un lado de ellas caminando, aceleran el paso. Las judías ortodoxas por ejemplo, son consideradas impuras; las rapan después de casarse, para solamente mostrar su belleza a sus maridos.
En cuanto a los musulmanes ortodoxos, se ve a la mujer cubriendo por entero su cabeza, su cara y su cuerpo, dejando únicamente a la vista los ojos; todo esto para no despertar pensamientos impuros en los hombres y que puedan mantenerse concentrados en Alá.
La imagen física, como occidentalmente la conocemos, en estas facciones radicales de ambas religiones, no existe. Es complicado comprender maneras tan distintas de pensar y actuar a las nuestras, yo ni si quiera podría imaginarme tratando de adaptarme a tan estrictas normas, cuando no nací en ellas. Qué maravilla es salirse por un momento de lo que comúnmente nos rodea, para ampliar nuestra mente y nuestra comprensión del mundo, con la ayuda del conocimiento de otras culturas y creencias. Con esto poco que me tocó vivir, admiro aún más a las personas realmente tolerantes, a los conciliadores y a los respetuosos de la diversidad de cultura y culto.
Nos vemos la próxima semana.
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