Por J. Jesús López García

En medio de los procesos agrícolas que terminaron por hacer sedentario al ser humano, tal vez algunos de los poblados principales en los tiempos prehistóricos, fueron no tanto los cercanos a lugares de la producción de bienes, sino en los que se dieron las transacciones comerciales primitivas. El comercio estableció a lo largo de la historia humana varios centros importantes como Venecia, las ciudades que se establecieron a lo largo de la ruta del ámbar o aquellas que hicieron lo propio a lo largo de la Ruta de la Seda en China.

Múltiples poblaciones fueron puntos de llegada para el comercio trasatlántico como Manila en las Filipinas o Chennai (Madrás), ciudad fundada por los portugueses para comerciar con el resto de la India.

Lo anterior sirve para ejemplificar la importancia de la trashumancia en la fundación de exactamente todo lo contrario, las ciudades. Es curioso como el desplazamiento funda poblaciones fijas, y así nos encontramos con muchas partes de la ciudad que experimentan ese fenómeno de lo efímero, que de una paradója, se convierte en una constante. Ese es el caso de los tradicionales “tianguis” mexicanos, herederos lo mismo de los socos árabes, que de estructuras urbanas comerciales de cierta raíz prehispánica, todo ello aderezado con un toque oriental de los tiempos en que el México virreinal establecía fuertes transacciones con China e India.

Los “tianguis” son pues los remanentes de ancestrales tradiciones de mercadeo sencillo e informal, pero muy intensas, que como se apropiaban en tiempos inmemoriales de los antiguos caminos, ahora lo hacen con las modernas calles que son, sin discusión, no solamente vías de desplazamientos, sino también los mejores puntos de venta.

Una escena cotidiana de uno de los “tianguis” con mayor representatividad en Aguascalientes es el “tianguis” de La Purísima. Ubicado en las inmediaciones del templo del mismo nombre y para fines antitéticos, entorno al Mercado Reforma. Éste que ofrece mercancías de todo tipo como ropa, comestibles y aparatos electrodomésticos, entre otros, es un conglomerado de edificaciones y carpas que forman un entramado laberíntico lleno de colores, olores y gente. Al final, el ámbito resultante no tiene una cara urbana, una fachada, sino una atmósfera que en su caos, posee cierta estructura espacial y visual.

Herederos de la arquitectura nómada provisional, los tianguis ya no recorren en las rutas de ancestrales caravanas, largos trechos de camino, por el contrario vuelven consuetudinariamente al sitio del que se retiraron apenas un día antes, y son por tanto aún el fenómeno sobre el que se gestaron los mercados y los supermercados contemporáneos. Mas hay en esos establecimientos una manera de ser donde la sorpresa continúa siendo un factor atractivo, con nuevos descubrimientos y maneras de construir el espacio en que se alojarán las transacciones.

La arquitectura nómada y los mercados aún comparten su experiencia común en los tianguis, con todo y los “peros” que puedan anteponerse a ellos, su supervivencia vigorosa da cuenta de que la venta en la calle es insuperable y por tanto valdría la pena proporcionarles una adecuación espacial más funcional, armónica, y urbanísticamente más amable a todos los usuarios, pero por lo pronto, esos sitios van arreglando su día a día de manera pragmática.

En Aguascalientes, mercados sobre ruedas o viejos tianguis, fueron el pie para establecer el sitio de otros sistemas arquitectónicos, además del “Reforma”; el “Juárez” ubicado en las calles Guadalupe y Victoria, cerca de la zona de los anteriores mesones a los que llegaba una importante población trashumante que venía a la ciudad a comprar o vender sus productos como sucedía en tantos lugares y en tantos otros tiempos con aquellas viejas caravanas.