Margarita Estela Esparza Valdivia
Conoció a mi papá en Aguascalientes y contaban tanto ella como mis tíos que estaban enamoradísimos, al grado de que mi papá aparte de invitarla constantemente a las nieves de “El As”, al cine y a cenar, le hacía multitud de regalos como: pañoletas, dulces y chocolates, un reloj, perfumes, cajas de frutas cristalizadas de la Dulcería La Esperanza de Zacatecas, una caja grande de música hecha por Jesús Salmón con el nombre de mi mamá en la parte superior, llena de los mejores chocolates que se pudieran comprar en Aguascalientes[1] y en San Luis Potosí; cajas de ladrillos de la panadería “La Especial”, artesanías, tarjetas y más tarjetas y luego de enojarse con ella por unos meses en los que mi abuelita le repetía: “no le guardes luto, consíguete otro novio”, finalmente volvió para casarse.
Contrajo matrimonio con el historiador zacatecano Cuauhtémoc Esparza Sánchez y las dificultades de cualquier matrimonio, aunque agravadas por una hija Autista, que padecía también epilepsia y el resto de los hijos rebeldes y desapegados, además de no sé qué… recalcaron en ella un carácter dócil, manipulable y extremadamente pacífico. Nos llenaba de consejos y no le hacíamos caso.
Contaba mi mamá que inmediatamente de la boda dejó de llevarla al cine, fiestas e incluso a misa. Y esto fue hasta su muerte. Ni él iba a nada. Ni viajes, ni arreglos a la casa. Sólo escribía, trabajaban, visitaban a la familia y punto.
La penúltima escuela de mi madre fue el Internado de primera enseñanza García de la Cadena, en el que continuó como “La maestra Valdivia” y al que renunció para atender a su hija Emma Alicia, enferma y discapacitada. Siempre hablaba con cariño de todos sus compañeros, que casi formaban una familia y fueron grandes personajes de Guadalupe hasta su muerte: los maestros Beatriz Fernández Bañuelos, María Eugenia Martínez Cardiel[2], Carlos Rodarte Peralta[3], Salvador Infante Gonzáles,[4] Marco Aurelio Ruelas Cuevas, José de Jesús Santana García, Federico Martínez Alvarado, Agustín Meza Reyes, Eliseo García Flores,[5] Floriberto Ibarra Santos, sargento Francisco Quiroz Salazar[6], Rogaciano Carreón, Gustavo Rojas Palacios[7] y muchos amigos más, cuyos hijos, a la fecha, continúan ejerciendo los mismos oficios de sus padres: la docencia, la sastrería, la peluquería o el ejercicio de la función pública, entre otros.
Extrañando la docencia, posteriormente tomó dos diplomados de inglés y volvió a dar clases de ese idioma[8] en la Academia Comercial “Pitman”, ya desaparecida en esta misma ciudad, pero que por unos años le quedaba a dos puertas de la casa.
Los reproches y culpas que le hicieron… ¡Por mi hermana!, las múltiples terapias fallidas, las decisiones erráticas, los malos diagnósticos y encima del autismo ¡La epilepsia!, el aislamiento final, el haber dejado el magisterio básico en el que fue ¡tan feliz!, y las enfermedades, la fueron orillando a una depresión que no entendimos nunca.
Perteneció un tiempo, junto con mi padre, al grupo de redactores de la Revista Recodo, de donde se dice nació la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Zacatecas y en donde también tuvo muy buenas amigas, como las señoras Manuelita de Jesús Murillo, esposa del doctor Lauro Arteaga Muro, Graciela Salazar, esposa del doctor Jesús María Navarro, la ingeniera Guillermina Serrano, Patrocinio de Carrillo, esposa del maestro Manuel Carrillo, y la misma maestra Ma. Del Rosario Reveles Ávila, esposa del doctor Veremundo Carrillo Trujillo.[9]
[1] Especialmente de la dulcería “El Caramelo”. Situada a un costado de El Parián.
[2] Que posteriormente estudió Derecho y llegó a ser juez Federal junto con su esposo.
[3] Llegó a ser presidente municipal de Guadalupe, Zacatecas, y funcionario importante en la Secretaría de Educación Pública; en la Jefatura del Departamento de Educación Básica para Adultos; en el Senado de la República; en la Coordinación Nacional de los Comités Municipales de Educación Básica para Adultos y en otros cargos a nivel nacional.
[4] Su esposa, Ofelia Parra Bernal, fue también amiga de mi madre en los últimos años de su vida, pues falleció antes que ella.
[5] Director del mismo Internado, cuya esposa Bertita Bedolla, era muy estimada por todas las maestras, esposas de los maestros y demás vecinos de la ciudad.
[6] Militar durante 25 años y encargado de la disciplina del Internado durante 30. Un hombre cabal y muy responsable. Se hizo respetar y coordinó perfectamente horarios, desfiles, entrenamientos, etcétera.
[7] Al maestro Gustavo, esposo de la señora Pili Ramírez, cuando era estudiante le tocó trasladar la antorcha olímpica en 1968 y, orgulloso de ello, aún conserva la playera que usó en ese histórico día.
[8] Su padre, mi abuelo materno, fue también empleado de los Ferrocarriles en Aguascalientes, pero al ser enviado a Estados Unidos para una capacitación, aprendió inglés y dio clases del mismo idioma por varios años, hasta jubilarse.
[9] Ellos en su mayoría, destacados escritores, docentes y funcionarios universitarios.