RODRIGO ÁVALOS ARIZMENDI

El senador con licencia y candidato a la presidencia nacional de su partido, el PAN, Javier Corral estuvo en Aguascalientes la semana que recién terminó, en su búsqueda por alcanzar las firmas de la militancia panista para tener derecho a la contienda interna. Y como era de esperarse su presencia no causó mucha expectación. Algunos grupos panistas lo recibieron para escuchar su propuesta, pero el chihuahuense se debió haber percatado que la plaza apoyará al candidato oficial Ricardo Anaya Cortés, delfín indiscutible del actual presidente nacional panista, Gustavo Madero Muñoz.

Javier Corral saltó a la escena de la renovación de la dirigencia nacional de manera imprevista. Corral Jurado ha sido un militante que se ha distinguido por no ser agachón, más bien ha sido un crítico recalcitrante de su mismo partido, lo que le ha generado animadversión del grupo que actualmente ostenta el control partidista y que por lo mismo es difícil que se le permita llegar a ocupar la silla principal de su partido.

Lo que resulta curioso es que a sabiendas de que encontrará un sinnúmero de piedras en el camino y de que ni siquiera logrará alcanzar las 47,800 firmas de panistas que se requieren para el registro de la candidatura, aún así ha iniciado una gira por toda la república para dialogar con las bases partidistas y tratar de convencerlos de la necesidad del cambio en la dirigencia, para que le otorguen su firma. Esto será muy difícil, y ya no digamos la recolección de firmas sino de lograr la asistencia de los panistas en sus presentaciones. Lo anterior lo menciono debido a que los panistas han aprendido muy bien las estrategias que antes criticaban duramente del PRI. La manera en como cooptaban a la militancia para asegurar el triunfo de sus cuadros políticos en los mandos partidistas. A ello hay que agregar que también le han aprendido al PRD en eso de la formación de tribus. Hoy Javier Corral, a quien consideraba un político inteligente y sagaz ha dado muestras de ingenuidad al creer que podrá vencer a Ricardo Anaya. Probablemente en una contienda más pareja si podría obtener un buen resultado, pero Anaya, aparte de que ha demostrado tener liderazgo y sobre todo probidad política, es un hombre que la población que no milita en ningún partido político lo ven con buenos ojos. A pesar de ser parte fundamental de la tribu de Gustavo Madero. Anaya es de los jóvenes que tienen las manos limpias y que sin duda tiene un buen futuro dentro de la actividad que ha escogido para desarrollar. Ricardo Anaya obviamente no tendrá ningún problema para alcanzar el número de firmas y en ese tenor es muy posible que Javier Corral ni siquiera inicie la contienda oficial al no obtener las firmas, pues no crea usted, 47 mil firmas son un mundo de firmas, y obtenerlas de la militancia que sigue a Madero Muñoz, será algo más que imposible pues el actual presidente nacional no cederá tan fácilmente las riendas de la segunda fuerza política nacional, a pesar de los descalabros de la última elección. Su gestión ha sido desastrosa en materia electoral para Acción Nacional. No hay que olvidar que el año entrante estarán en juego 12 gubernaturas y por lo tanto en el círculo rojo de Madero y Anaya se definirán los candidatos de Acción Nacional, que pueden ser por designación nacional o por consulta a las bases, de acuerdo a las conveniencias de como se quieran manejar los hombres y los nombres de los intereses de este grupo, y esto con Corral sería imposible, las preferencias serían totalmente distintas. Así que esta elección, sin duda, ya tiene ganador desde ahora.

EJÉRCITO MANIATADO

El tema sobre la participación del Ejército Mexicano en cuestiones de seguridad pública fue uno de los que manejó el Presidente Peña Nieto en el contexto de la reunión ordinaria de la Conferencia Nacional de Gobernadores número 49 celebrada en Tlaxcala y cuya presidencia fue asumida por el gobernador del Estado de México Eruviel Ávila. La declaración del Presidente Peña Nieto reviste una importancia fundamental en el diseño de lo que podríamos llamar “el nuevo panorama”, si es que nos estamos enfrentando a la posibilidad de tener un nuevo panorama de la seguridad pública o de la solución a la inseguridad pública, porque el presidente dice que no es el papel de las fuerzas armadas hacer lo que le corresponde a los gobiernos de los estados, pero creo que esta definición esta ciertamente rebasada por hechos no tan recientes, que van pronto para una década y de los cuales no hemos encontrado una solución ante este serio problema nacional. Casualmente en estos días comenzó a circular un libro de un investigador muy serio de la UNAM que se llama Luis Astorga y es un especialista en el análisis de cómo ha evolucionado, a partir del narcotráfico, el crimen organizado en México y hace una revisión en un reciente tomo que se llama, “¿Qué querían que hiciera?”, de las circunstancias que obligaron al gobierno anterior de Felipe Calderón a llevar a las fuerzas armadas de manera directa y constante a una presencia que resolviera por un lado la obsolescencia y por otro la corrupción, de los equipos estatales de seguridad. Esto, como recordamos, empezó en Michoacán y hemos visto cómo a lo largo del tiempo no se han logrado los fines que se perseguían. Por desgracia en México las cosas que se convocan como provisionales o temporales, terminan siendo permanentes. Siempre se dijo que las fuerzas armadas irían en apoyo de la población civil en el gobierno solamente hasta en tanto se lograra la graduación de miles y miles de elementos policiacos capaces de sustituir con su conocimiento y su profesionalismo a las fuerzas policiacas que estaban penetradas, coludidas o corrompidas por el crimen organizado. Eso no ha ocurrido, ni con la policía federal preventiva, que es insuficiente; el número de elementos de la PFP no llega ni a cincuenta mil, y el número de efectivos en el país, de las fuerzas municipales y estatales, sobrepasa los 450 mil. Por lo tanto no hay una proporción entre los que deben estar ahí y los que están y están mal. Y tampoco la presencia militar de 20 ó 30 mil soldados, que se están rolando en diferentes plazas, ha sido suficiente para resolver este problema.

Los gobernadores llamaban al gobierno federal en su auxilio. Le agradecían el apoyo. Prácticamente la aplaudían a los soldados cuando llegaban, porque les estaba resolviendo, así fuera temporalmente, el problema. Pero problema que se resuelve temporalmente es problema que no se resuelve porque regresa. Hoy vivimos en una situación de mucha tensión entre las fuerzas armadas porque las labores policiacas no se pueden emprender bajo la lógica castrense que se sustenta, se apoya y necesita de otros supuestos para manejarse otras realidades.

¿Qué necesidad tiene este país de entrar en estos problemas cuando la constitución ya tiene perfectamente delimitado los campos de acción?, y si no se pueden delimitar así, porque la realidad ha sobrepasado a la ley, ¿Entonces porque no le ayudan al ejército a actuar como debe mediante una renovación de su marco jurídico? Porque la única realidad, independientemente de lo que haya dicho Peña Nieto en la CONAGO, es que antes teníamos dos maneras de ver las cosas, era la policía municipal, la policía estatal, la policía judicial y la policía federal, separadas en dos ámbitos, el municipal y el otro. Y después, como una gran reserva que no se debía de tocar -porque si se nos acababa esa reserva no tendríamos nada, la operación, en casos extremos, aún con la pérdida de garantías, garantizadas por la constitución, la suspensión de las garantías-, de las fuerzas armadas.

Hemos hecho una enorme ensalada y ahora tenemos: fuerzas municipales, que ya en algunos lugares ya desaparecieron. En Chihuahua, en Guadalupe Bravo, simplemente ya dijeron: “Ya no tenemos policía porque ya mataron al último que teníamos”. Tenemos la historia de gente que llega primero a la policía para después ir a pedir asilo político a Texas, porque lo quieren matar. Y ha habido casos de policías desarmadas y de policías totalmente coludidas con el crimen organizado como en el caso de Acapulco. Y Acapulco por no mencionar lo que pasó en Iguala.