Mtro. Juan Sergio Villalobos Cárdenas
Ciudadano

Inmerso en la tradición contractualista (Hobbes, Locke, Rousseau, Kant), John Rawls aporta una visión eje para la construcción de una teoría sobre la justicia. Su innovación, plasmada en su obra Teoría de la Justicia consiste en establecer que los miembros originarios de un complejo social desconocen inicialmente cuál será su posición política y económica en esa sociedad; todos se encuentran en lo que él denomina “posición original”, y eso los llevará a tomar un acuerdo fundamental: garantizar el máximo acceso a todas las libertades individuales y políticas (garantizados y protegidos por el Estado). Pero Rawls no ignora que cada individuo es por naturaleza, diferente al resto; así, algunos tendrán mejores capacidades físicas o intelectuales que se traducirán en ventajas sobre los demás. Rawls busca un punto de equilibrio entre los privilegiados y los menos favorecidos; ese punto de equilibrio lo enuncia bajo el principio de la diferencia: impedir que el sistema beneficie o privilegie sólo a algunos que estén en ventaja natural sobre los demás, pero a la vez, permitir a todos acceder a los mismos derechos y oportunidades. En esta visión, Rawls concibe a la justicia como un elemento de equidad; las instituciones y todo el sistema en su conjunto son justos en cuanto beneficie a todos, es decir, que brinde las mismas oportunidades y proteja los derechos que por su condición humana corresponden a todas las personas.

Conciliar la libertad y la igualdad de las personas es el hilo conductor de Teoría de la Justicia. A partir del ejercicio individual de la libertad -sobre todo en materia económica-, se pueden agudizar profundas diferencias sociales que provocan desigualdades entre los miembros de una sociedad. La libertad, vista de ese modo, no podría ser tan incontrolable o irrestricta como para permitir el atropello a la vida digna de los sectores menos favorecidos de una sociedad. Entonces, ¿cómo conciliar el derecho a la libertad y a la igualdad?, ¿cómo lograr la igualdad de los miembros de una sociedad, sin coartar las libertades individuales? Para contestar esta interrogante, entra en juego el diseño de los modelos jurídicos. La justicia como equidad implicaría que, a partir de todos los componentes del universo jurídico (la ley, los tratados internacionales, la jurisprudencia, etc.), puedan por un lado controlarse los efectos del ejercicio de una libertad ilimitada y por otro provocar el mayor beneficio social para los menos favorecidos y más desprotegidos. En otras palabras, un sistema jurídico será intrínsecamente injusto si no logra equilibrar las fuerzas empíricamente dadas entre los miembros de la sociedad.

Así, ante la desigualdad natural entre los hombres y mujeres de una sociedad, se impone encontrar la fórmula para lograr una igualdad jurídica que trascienda al mundo concreto y diario de las personas.

México se mueve en esa dirección. Durante los últimos veinticinco años hemos presenciado una evolución en los conceptos jurídicos que nos permiten proteger tanto la libertad como la igualdad. Desde el texto mismo de la Constitución Federal se establece como prioridad para todas las autoridades la protección de los Derechos Humanos. Así, temas que históricamente estaban vedados para el debate público y particularmente jurídico, -como el matrimonio entre personas del mismo sexo o el aborto-, son hoy motivo no sólo de actividad legislativa, sino jurisdiccional.

Esta evolución del sistema jurídico mexicano, revela por un lado la permanente e histórica tensión latente entre los sectores privilegiados y los menos favorecidos; entre los excluidos por el sistema y los reconocidos; entre los iguales y los diferentes; pero también muestra la poderosa herramienta que puede ser la juridicidad en lograr una sociedad más equitativa y justa. Ciertamente el nuestro, es un sistema jurídico inacabado, incompleto y en constante construcción, lo que pone de manifiesto por un lado que la justicia, más que un producto terminado, toma forma de una permanente dialéctica y que el equilibrio que se logra entre las tensiones de todos los actores sociales, es sumamente frágil. Nos corresponde a todos -autoridades y ciudadanos- mantener tales equilibrios.

Maestro en Derecho. Juez Primero Mercantil en el Estado.
Ex miembro del Consejo de la Judicatura Estatal.
Opiniones a título personal.