RODRIGO ÁVALOS ARIZMENDI
Luego del fatal fallecimiento de Juan Gabriel, el domingo anterior, he escuchado muchas cosas, y quisiera hacer notar algo que me parece interesante: ¿Por qué si no era el mejor compositor que ha tenido México, sí era el compositor más popular que tuvimos en los años recientes? Hubo una generación de mexicanos que se educaron en la obsesión artificiosa de un amor inexistente y de una impotencia por el absoluto amoroso, como Agustín Lara. Hubo otros que se educaron en el dolor terrible de la vida cavernaria e incomprendida de las que se fueron. Como se fueron los amores fallidos: “Te vas porque yo quiero que te vayas, pues agarra tu rumbo y vete” de José Alfredo Jiménez. Dolores y palomas que volaron. Por el día en que llegaste a mi vida. Eran amores rencorosos, eran amores dolidos, borrachos. Era el amor convertido en ebriedad. Y de pronto apareció una sensibilidad distinta en Juan Gabriel. ¿Por qué es tan fácil acordarse de las letras de Juan Gabriel? Porque ya las habíamos oído en nuestras reflexiones antes de que él las escribiera. Yo insisto en que Juan Gabriel no creó sus canciones, sino que recreó la sensibilidad de muchos mexicanos que siempre creyeron en cosas tan sencillas, cosas simples pero tan profundamente sinceras, ¡Y ahí es en donde él funciona! Ésta sinceridad “edípica” con alma de cristal, que quiere terminar hasta la tumba en el amor eterno, con su madre. Esto de la autocompasión y la redención por la pena gozosa, esta enorme sensibilidad que está por encima de cualquier otra consignación social, sexual y comunicada; solamente el amor vale más que el dinero, aunque todos, en un país como éste, que es un país pobre, todos podemos tener amor aunque nadie tenga dinero. Por eso esta combinación le permitió todo a Juan Gabriel, ¡Absolutamente todo! Hasta zafarse oportunamente de los aprovechamientos de oportunistas. Para su orgullo quedan, dicen, 1,200 canciones que nadie ha oído. Hemos oído 100, pero esas 100 forman parte del catálogo emocional de México y entonces nadie se quiere acordar de “Ni Temo ni Chente, Francisco será presidente”, esas cosas no, esas no son las que lo hicieron grande, las cosas que lo hicieron grande, las cosas que lo llevan en la sensibilidad, de aquí a no sabemos cuánto tiempo, fueron las otras, fueron esos monólogos con el corazón, pero con el corazón de los demás. Eso fue lo que le pasó.
DENIGRANTE INVITAR A TRUMP
El pasado martes por la noche, cuando tuve la primera noticia de la visita de Donald Trump, pensé que todo eso era una broma. Una de esas bromas que circulan tanto por las redes y que lo mismo matan personas famosas o anuncian algún acontecimiento desastroso. Pero eso que el martes parecía una broma, el jueves ya era una burla generalizada en todo el país. ¿Y porque digo una burla? Porque esta visita de Trump a México, que para muchos tiene unos ciertos visos de auto invitación, no modificó absolutamente nada su discurso, para muchos crucial, en Arizona, con el cual Trump pretende renovar sus posturas tradicionales en torno de los asuntos fronterizos que todos conocemos y de los cuales ya se dijeron algunas cosas un poco veladas en el texto de las conversaciones, y al final de ellas, según ha trascendido por las comunicaciones oficiales. En lo personal no entiendo muy bien si se calculó en la casa presidencial, que la impopularidad y el sentimiento de agravio que los mexicanos tenemos en contra de Trump, iba a ser, si no imposible, por lo menos muy difícil de asimilar con cualquier explicación oficial. No entendemos ningún motivo, excepto el motivo que pueda tener el propio Trump de venir a México para tener quizás una fotografía, o un elemento de discurso con el cual pueda argumentar a favor de su causa, pero él no va a cambiar ni su manera de pensar, ni su manera de actuar por una reunión de 40 minutos con el presidente de México. Creo que en los diálogos políticos hay cosas fundamentales, y la más importante de ellas es: “¿Que obtengo yo, después de dialogar con una persona que ha manifestado actitudes antagónicas hacia este país?”. Creo que el primer resultado negativo, más allá de cualquier crítica que haga la opinión pública mexicana, o complementario a esto, es que ya le causamos un motivo de disgusto a la candidata de los demócratas, que de acuerdo con lo que dicen las últimas encuestas, será la próxima presidenta de los Estados Unidos. Creo que Trump buscó este encuentro, de una manera no sé si desesperada, pero sí de una manera demente, porque a él le conviene. No sabemos si dentro de esa conveniencia, de una de las partes de ese precipitado diálogo entre Trump y Peña, el gobierno mexicano haya logrado sembrar la idea del respeto a la comunidad mexicana o de origen mexicano. No sabemos si Peña Nieto haya logrado expresar con claridad las necesidades de mantener, sostener, defender y mejorar el Tratado de Libre Comercio, y sobre todo esta discusión, que a mí me parece absolutamente sorda, de si pago o no pago, por el muro. Creo que el muro es un insulto. Ya lo de pagarlo o no pagarlo es una cosa posterior, pero el problema no es quién lo paga sino quien lo propone, y quien lo propone no va a dejar de proponerlo, así México con la mejor disposición diplomática y en una estrategia de suavizar un trato que México no endureció, pero poco tratando de actuar de una manera civilizada y comedida, propuso una reunión, pero es más infructuoso hablar con Trump que hablar con el muro que Trump quiere construir. Trump no quiere hablar, no quiere negociar, él quiere imponer las cosas pues él tiene una mente autocrática y poco racional; es un hombre dogmático, que no tiene posibilidades de ser persuadido de nada, y por esa razón se está yendo para abajo en las encuestas, porque no tiene la mínima noción de la flexibilidad política que es necesaria para cualquier hombre que aspire a gobernar, ya no digamos los Estados Unidos, sino un pueblo pequeño en cualquier parte del mundo. El tratar a Trump de manera civilizada es perder el tiempo. No es un hombre que se merezca el diálogo, ni creo que comprenda las virtudes del intercambio de posiciones y de puntos de vista. Finalmente creo que en México se arriesgó mucho el presidente buscando un acercamiento con un hombre al cual los mexicanos no nos le queremos acercar y que mientras más lejos lo tengamos… ¡mejor!
La idea del gobierno es que ese señor es el candidato republicano y puede ser presidente de los E.U. Nosotros decimos: Si, el señor en teoría puede ser el presidente de los E.U., pero su presidencia no variará un milímetro, por las cosas que le haya dicho Enrique Peña en su entrevista en Los Pinos. Trump es un hombre que engaña, miente y que luego de estar en Los Pinos, ya en el evento de Arizona, volvió a manifestar su promesa de levantar el muro el cual, dijo, ¡pagará México! Con esto Trump metió más ponzoña en las relaciones diplomáticas entre México y E.U. La única cosa de la cual estamos confiados, es que después de tantos errores que él ha cometido allá, éste por cierto no es uno de ellos, el candidato Trump va a perder. Eso es a lo único que le tenemos esperanza, y esta visita pasará quizás como algo que debió haberse quedado en una broma, luego de que en el discurso de Arizona servimos de burla para Trump. El invitar a Trump a venir a México fue un error denigrante, e histórico, pues mostramos como nación una docilidad y falta de dignidad insultante. Peña inició su quinto año de gobierno de la peor manera, con una nación que ansía que simple y sencillamente ya se vaya y junto con él todo lo que representa.