Por J. Jesús López García

Un tema por demás reiterativo en las escuelas y facultades de arquitectura es la función de los edificios, además de los espacios públicos y privados, tales como uno de los elementos inherentes en el proceso del proyecto. El ilustre arquitecto estadounidense Louis Henry Sullivan (1856-1924), en el artículo TheTall Office BuildingArtisticallyConsidered (El edificio de oficinas de gran altura desde una perspectiva artística), publicado originalmente en la revista Lippincott´sMonthly Magazine en marzo de 1896, afirmó que “…la ley imperante de todas las cosas orgánicas e inorgánicas, de todas las cosas físicas y metafísicas, de todas las cosas humanas y de todas las sobrehumanas, de todas las manifestaciones verdaderas de la mente, del corazón, del alma, que la vida es reconocible en su expresión, que la forma siempre sigue a la función. Esa es la ley”.

Sin duda, Sullivan tenía claridad de lo acontecido en la naturaleza y lo trasladaba a la arquitectura, y en el momento que se conoció su reflexión, se convirtió en un postulado moderno, en el sentido de que, una vez solventados los procesos y materiales constructivos tradicionales, y a partir de los componentes industrializados, tales como el cemento y el acero -que, una vez integrados con los agregados: grava, arena y agua, producen el concreto armado-, la forma quedaba exenta y no era forzoso que se “ajustara” a una preceptiva acostumbrada en materia edificatoria, sino en su coherencia con respecto a la efectividad de su empleo, es decir, su funcionalidad práctica.

El punto es que la eficacia en la utilización de cualquier inmueble o espacio permanece subordinada a una prescripción que se hace notoria por la celeridad con que la tecnología, en la cual nos apoyamos actualmente, se transforma sin cesar; verbigracia, el trabajo doméstico actual, o aquel del ámbito laboral, no es posible llevarlos a cabo con las herramientas y la tecnología pasadas. Es por ello que los edificios aparecidos bajo la estela de la funcionalidad han quedado superados en su uso de un modo prematuro, ni qué decir de temas referentes a los espacios públicos o privados que fueron pensados para funciones determinadas, que tarde o temprano terminan siendo descuidados en sus ocupaciones. Ello es un fenómeno que se lleva a cabo una y otra vez, y en la medida que surgen espacios muy especializados, éstos irán quedando deshabilitados.

Las propuestas reversibles y las que dilatan su habitabilidad en el tiempo son aquellas en las cuales es posible llevar múltiples actividades en el mismo período o de modo asincrónico, en donde la propia población se apodera del lugar para establecer que sea la misma inercia social la que continúe asignando las funciones. Los jardines y plazas públicos, en algunas ocasiones, pueden tener algo de infraestructura deportiva, juegos infantiles y un repertorio tan vasto como le permita la voluntad política o el ánimo de los diseñadores urbanos, pero en el momento en que una comunidad se desarrolla, ese equipamiento queda parcial o totalmente en desuso, y así, sólo permanece lo elemental de esos espacios: los jardines con sus sombras y ámbitos que requieren unas bancas, explanadas en donde lo mismo se llevan a cabo honores a la bandera, así como tabaretes que despachan alimentos y bebidas, y los festejos en honor a las fiestas de la patrona o del patrono que enaltece la colectividad, ambientes para juegos infantiles que sólo requieren campo para correr, sitios para los conciertos o bailables populares, en fin, el lugar suficiente para que la misma concurrencia, de manera casi innata, sea la que decida cómo debe habitarse ese punto comunitario.

El Jardín Juárez, en Cosío, Aguascalientes, es un sitio en el que aún se percibe un kiosco antiguo que en ocasiones se utiliza con el propósito primigenio para lo que fue levantado; en uno de sus lados, se dispone la Presidencia Municipal, en otro, el templo del señor San José. Conserva los árboles, arbustos y césped, con sus bancas tradicionales, las cuales continúan siendo utilizadas por parte de sus habitantes con el fin de descansar y tener un solaz esparcimiento. Un lugar vital para el esparcimiento de los lugareños.