“INVASIÓN SECRETA” (“SECRET INVASION”) – DISNEY+

La paranoia simplemente no abandona a la cultura gringa desde que se les inculcó la idea hace casi 80 años, cuando el aparato ideológico gubernamental de la posguerra les hizo creer que cualquier ciudadano, incluso aquel que reza por las noches, podía ser un demonio comunista. A partir de ahí, la monopsicosis haría presa de una nación cuyos habitantes no dejaban de ver enemigos ocultos por doquier, mutando esta disposición maníaca de la amenaza roja a los inmigrantes o todo aquel ser capaz de alterar su unidireccional modus vivendi, incluyendo a los alienígenas. «Invasión Secreta», la más reciente producción televisiva de Disney/Marvel, parte de esta noción que la ciencia ficción de los 50’s ya aprovechó e incluso saqueó hasta el hartazgo con dignas representaciones como «La Invasión de los Ladrones de Cuerpos» (1956) y tres subsecuentes remakes que hablan sobre lo que esta miniserie abarca con muchos recursos económicos e histriónicos: la suplantación de humanos por extraterrestres en un sistemático plan de dominación. La idea surge originalmente de una trama publicada en los cómics hace 15 años, donde los Skrulls, seres provenientes de otro planeta capaces de cambiar su forma, reemplazan a varios superhéroes terrestres con el fin de conquistar nuestro mundo. Para esta iteración en streaming fue necesario realizar varias modificaciones a la historia fuente, comenzando con el protagonista: aquí un Nick Fury (Samuel L. Jackson) en cierto punto de decadencia después de desaparecer un lustro a instancias de Thanos y su Guantelete Infinito, así como su aparente falta de propósito ahora que S.H.I.E.L.D., la agencia de espionaje que él dirigía e instrumento clave en la formación de Los Vengadores, ya no existe. Ali Selim (“Sueños de Vida”, “Mad Men”) se encargó de dirigir todos los episodios y emplea una estrategia basada en un mesurado desglose de eventos que resulta muy atípico para un proyecto estándar de la compañía. Muchas escenas se destinan a la exploración de las emociones que los eventos del presente y su pasado marcan en los personajes, estructura que funciona en varios capítulos, pero en otros donde la acción debe fluir con más prestancia sólo frenan el proceso. Lo más logrado es el personaje de Fury como hilo conductor de toda la narrativa, pues es gracias a él que los Skrulls encuentran un hogar en nuestro planeta a modo de refugiados políticos. Como vimos en “Capitana Marvel” (2019), los alienígenas de piel esmeralda llegaron aquí huyendo de otra raza belicosa conocida como «Kree» con quienes estaban en guerra. El exagente promete buscarles un nuevo mundo en el que habitar, haciendo migas con uno de ellos llamado Talos (Ben Mendelsohn), quien a su vez tiene una hija, G’iah (Emilia Clarke), que confía ciegamente en su padre. Años después, los Skrulls permanecen aquí, realizando trabajos sucios de espionaje para Fury, colmando la paciencia de Gravik (Kingsley Ben-Adir), quien perdió a sus padres en la batalla contra los Kree y que planea la caída de nuestra sociedad, provocando un conflicto entre E.U. y Rusia colocando estratégicamente a algunos de los suyos en puestos militares importantes o cercanos al presidente (Dermot Mulroney). Por lo que Fury busca ayuda en sus viejos aliados Maria Hill (Cobie Smulders) y el agente Evereth Ross (Martin Freeman) para detenerlo, encontrando obstáculos en la forma de James “Rhodey” Rhodes, alias “Máquina de Guerra” (Don Cheadle), quien ahora es el jefe de seguridad y mano derecha del presidente. Corresponde a Fury y su pequeño grupo, al que posteriormente se sumará la misma G’iah y la agente del MI6 Sonya Falsworth (Olivia Colman), tratar de identificar quién es Skrull y quién humano antes de que sea demasiado tarde.

El proyecto zarpa de los componentes narrativos básicos de la ciencia ficción clásica apareados con el thriller político de los 70’s, combinación que infortunadamente no logra cuajar con solvencia debido a que seis episodios no bastan para contar todo lo que la ambiciosa trama requiere o plantea. Por fortuna, varios de los momentos que exigen reflexión o mesura narrativa salen bien librados, pues aquí logramos alcanzar el rango emocional de los personajes para redondearlos y comprender que esto no es tan sólo un relato sobre superhéroes y villanos. Cada factor tiene sus propiedades psicológicas que los llevan a ser como son, como en el caso de Fury y la tumultuosa relación con su esposa Priscilla (la excelente Charlayne Woodward) –en realidad una Skrull– y el mismo Gravik, no un villano per se sino un adalid por la causa de su raza que posee justificación y sustento. Pero el tiempo que se le destina no basta, y la historia se frena en seco cuando no debe o se acelera cuando requiere un ritmo pausado. Así que «Invasión Secreta» nos deja un desigual sabor de boca con todo y sus amplias posibilidades y efectivo reparto.

“C’MON C’MON: SIEMPRE ADELANTE” (“C’MON C’MON”) – HBO MAX

La familia, como materia o tema para su exploración en cine, suele inclinarse hacia dos puntos en la balanza del drama: aquellas historias donde los remiendos emocionales son esenciales para futuros reencuentros y el zurcido de su tela vinculativa; o las tramas casi terroríficas donde sólo brotan los demonios que, entre relaciones familiares disfuncionales, se procrean. Sin embargo, en “C´mon C´mon: Siempre Adelante” se cocina un sutil optimismo que surge de la relación entre un periodista radiofónico llamado Johnny (Joaquin Phoenix) y su sobrino Jesse (Woody Norman), a raíz de la situación con Viv (Gaby Hoffman), hermana de Johnny. Ella debe partir a otra ciudad para cuidar de su esposo, quien se encuentra internado en un neuropsiquiátrico debido a problemas de bipolaridad, y no tiene más opción que pedirle a su hermano que cuide a su pequeño de 9 años.

La película adquiere tintes de road movie y drama introspectivo, al estilo de Alexander Payne, cuando Johnny lleva a Jesse de gira por Nueva York y Nueva Orleans por un trabajo de investigación en el que entrevista a niños y jóvenes sobre su realidad en el nuevo siglo. Esto afianza los lazos invisibles entre ellos y abre puertas emocionales que, por sus propios conflictos personales, mantenían cerradas. El director y guionista Mike Mills presenta su historia en blanco y negro con una compostura casi estoica, acercando su narrativa a aquellas películas dramáticas independientes de finales de los 80 y principios de los 90. Los puntos de conmoción recaen en las sólidas actuaciones y en la extravagante y madura visión del niño sobre su cotidianidad, aunada a la necesidad de Johnny por ampliar su perspectiva del mundo a través de los pequeños pero sagaces ojos de su sobrino. “C’mon C’mon: Siempre Adelante” procura un trabajo muy naturalista en sus observaciones, al grado de parecer un álbum fotográfico filmado, sin caer en cursilerías nostálgicas, reflejando mediante sus sobrias y bien fotografiadas imágenes que la vida realmente es bella, a pesar de la tristeza.

Correo: corte-yqueda@hotmail.com