
Un cuarto de siglo es el hito temporal que recién cumplió la adaptación cinematográfica realizada por el escritor y director inglés Clive Barker a su propia obra literaria conocida como «Puerta al Infierno» (originalmente «Hellraiser») en un momento en que el cine de horror gozaba de excelente salud creativa, legando uno de los antagonistas más populares e icónicos del cine de horror ochentero llamado afectuosamente «Pinhead» por su desconcertante diseño de maquillaje gobernado por alfileres en todo el cráneo de su intérprete Doug Bradley cuando en la película recibía tan solo la denominación de «Cenobita Líder» y promotor de una bizarra mezcla de cultura sadomasoquista e inspiraciones literarias de índole infernal como «Fausto» o «La Divina Comedia» sobre la interacción entre estos seres desfigurados en una dimensión alterna que bien puede ser el infierno de todos tan temido u otro universo donde el dolor es placer. Tan enclavada quedó la cinta en el gusto de los aficionados que abrió senda a 10 secuelas que, por supuesto, decayeron en calidad y propuesta. Pero la mitología retorcida y lovecraftiana que planteaba Barker en su cinta original y libros no abandonaron jamás el imaginario colectivo y por muchos años se buscó la manera de reactivar la saga incluso por el mismo Clive junto a varios cineastas que apreciaban su legado como los galos Alexandre Aja y Patrick Lussier, entre otros nombres que quedaron en ese camino maldito conocido como «diferencias creativas», hasta que llegó el norteamericano David Bruckner quien junto al afamado guionista David S. Goyer lograron concretar este proyecto que ahora llega a nuestro país vía Paramount+ (originalmente se estrenó en los E.U. por la plataforma HULU) y el resultado termina por agradar, pues lograron conjurar una estructura dramática que se adecúa a la premisa retorcida del material original con una sensibilidad apta a los paladares modernos sin sacrificar los momentos gore y tortuosos que son la marca de la casa cenobita.
El protagonismo recae en la ex drogadicta Riley McKendrick (Odessa A’zion), quien junto a su novio en rehabilitación Trevor (Drew Starkey) atracan la mansión de un desaparecido magnate llamado Roland Voight (Goran Visnjic) para acabar topándose con la infame Caja de Lemarchand, aquella que representa un acertijo físico capaz de liberar una serie de configuraciones capaces de liberar a los temibles Cenobitas. Conforme estos hacen su aparición cuando el hermano homosexual de Riley, Matt (Brandon Flynn) toma la caja y se hiere con ella (la sangre es esencial en este proceso), la lideresa de los entes infernales (Jamie Clayton) reclama a Matt y ahora Riley tratará de rescatarlo del inframundo mientras los Cenobitas hacen lo suyo con el reparto secundario (es decir, aprisionarlos con cadenas y sus filosos extremos para torturarlos y despedazarlos). El clímax revelará puntos esenciales en cuanto a la naturaleza de estas configuraciones y el por qué el ser humano, a fin de cuentas, no puede resistirse a abrir esta caja de tormentos.
Bruckner se permite cierto grado de estilización visual para narrar este cuento de hadas sangriento beneficiando plásticamente lo que pudo ser una cinta de terror más, y los personajes se matizan adecuadamente para sintonizar la empatía del espectador gracias a las correctas interpretaciones y un diseño de sus caracteres en momentos arquetípicos pero jamás aburridos (A’zion en particular deleita con sus carismáticos grados de histeria) permitiendo soportar las dos horas de duración entre las andanzas de este grupo y las brutales actividades de los cenobitas, ahora fortalecidos con una grotesca pero muy atractiva caracterización (encomiable la labor de los maquillistas) que les da genuina distinción y posibilidades de renovación a los característicos trajes de cuero de antaño. «Hellraiser» no es un remake, sino una amena continuación que renuncia a todas las producciones previas, pero aprovechando los aspectos más identificables de ellas para generar una amalgama interesante y potable de lo nuevo con lo viejo. Ciertamente, esta película sí tiene algunas cosas qué mostrarnos, como diría Pinhead.
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