Por J. Jesús López García 

Las fuentes o pilones –elementos con el propósito de surtir agua– como monumento son un tema arquitectónico y escultórico. En la Edad Media la fuente –tomada en su acepción original de «agua que brota»– era un elemento utilitario con presencia probable en monasterios, fortalezas y en algunos de los pocos burgos existentes; en Occidente y Medio Oriente al menos, solamente en ciudades musulmanas como Granada o en Sevilla, la fuente era un tema apreciado para la práctica de los oficios funcional y plástico en la arquitectura.

En la Antigüedad clásica su existencia era igualmente eventual en las metrópolis egipcias y babilonias, en las polis griegas y en las ciudades romanas, pero definitivamente no destacaron como los componentes que habrían de convocarse desde el siglo XVI para festejar al agua corriente y al mismo tiempo a uno de los personajes ilustres o conmemorar algún episodio histórico o suceso mítico. Durante el manierismo que sucedió al Renacimiento a fines del siglo XVI y en el barroco siglo XVII, las fuentes se manifestaron como un pretexto impactante para la composición arquitectónica o escultórica como la «Fuente de los Cuatro Ríos» de Gian Lorenzo Bernini (1598-1680) que alude a cuatro torrentes –los reconocidos en ese momento–: el Río de la Plata, el Danubio, el Ganges y el Nilo, coronado el conjunto por un obelisco egipcio.

Fuentes célebres de distintos tamaños, materiales, formas y significados, como la Fontana di Trevi en la ciudad de Roma, la Fuente de Cibeles en Madrid de gran tamaño ambas, o la diminuta fuente en donde se encuentra la célebre estatua de bronce Manneken Pis –hombrecito que orina– de Bruselas, son constancia del nivel de urbanidad de las respectivas comunidades. La maestría en habilidad y aptitud para la distribución de un elemento vital como el agua, era por sí mismo un tema celebratorio y apto para establecer señales en las crecientes urbes.

Es de esta manera como estos manantiales diseñados por el hombre comenzaron a trascender el carácter práctico original para constituirse en elementos de disfrute artístico y de acondicionamiento del ambiente al refrescar su entorno. Han suscitado un sinfín de episodios fascinantes en la vida cotidiana en comunidades como el que se suscitó teniendo como actriz principal a Carlota de Bélgica –ya viuda de Maximiliano de Habsburgo, Emperador de México– en su paso por Roma y perturbada de sus facultades mentales por la pena, sólo aceptaba agua de la Fontana di Trevi pues consideraba que era el único líquido no envenenado de la localidad.

Por otro lado, el monumento con o sin él apreciado líquido, una pieza erigida con la finalidad de «recordar», por lo que su unión con un elemento siempre fluyendo que es asociado a la vida y el dinamismo, es uno de sus desenlaces más naturales. En el caso de las fuentes en Aguascalientes gradualmente sustituyeron a las norias y pozos hasta fines del siglo XIX delimitando y construyendo en la ciudad espacios públicos ajardinados, que fueron dedicados al «sano ocio» de la población. Las fuentes originales del Jardín de San Marcos o la aún existente del Jardín de El Encino se diseñaron como sencillas pilas con chorros de agua igualmente simples, pero en un sitio semidesértico, la presencia del agua es por sí misma, placentero.

Sin embargo, nuestra ciudad también cuenta con singulares veneros levantados como monumentos, ya que honra la memoria de un personaje estimado por la comunidad como aquella dedicada al músico oriundo de Fresnillo, Zacatecas, Manuel María Ponce Cuéllar (1882-1948) en la parte posterior de la exedra de la Plaza de Armas, constituida por un receptáculo semicircular –en tiempos remotos fue rectangular– que se integra plásticamente con el paramento convexo de la balaustrada y confiere a la composición, con el dinamismo de la curva, mayor coherencia acorde al movimiento del agua.

En el zócalo de la columna que rige sobre todo el conjunto, se dispone una peana sobre la cual se ubica el busto del autor con una cartela a sus espaldas donde en el homenaje se escriben los nombres de la ciudad y del compositor. Complementan al conjunto en donde se localiza la fuente, unos chorros de agua que añaden fascinación a los transeúntes o a las personas que disfrutan del paisaje y el bullicio producido por el golpeteo del agua que se integra naturalmente con los sonidos que ocasionan las múltiples aves que se posan en la fuente para refrescarse y beber el agua.

En su sobriedad, la fuente dedicada al ilustre compositor y músico, es una de las más sobrias y elegantes de la ciudad acaliteña. Los que tuvimos la fortuna de nacer aquí, celebramos que el centro geográfico y simbólico de Aguascalientes, sea presidido por un hitos icónicos: la columna rematada por el águila republicana del escultor Jesús F. Contreras; una exedra de filiación grecorromana que alude a la congregación de toda la ciudadanía y una fuente donde la presencia del agua, elemento que fue parte fundamental en la fundación, existencia y nombre de nuestra villa, honra a una celebridad dedicada al cultivo del arte.