De enero a agosto del presente año, se llevaron a cabo tres Talleres Intensivos de Formación Continua para Docentes, con duración de una semana cada uno; y siete sesiones de Consejos Técnicos Escolares. En estos talleres y en los consejos, los propósitos centrales fueron: conocer y analizar el nuevo plan y los nuevos programas de estudio de la educación básica 2022; diseñar el programa analítico por escuela; estudiar proyectos para operar el proceso educativo y analizar la evaluación formativa.

Por el tiempo empleado en los cursos, se pensaría que los docentes y los directivos escolares ya están plenamente convencidos y capacitados para operar los cambios en la educación básica a partir del presente ciclo escolar 2023–2024. Con el debido respeto y el sincero deseo de equivocarnos, pero no es como se pudiera pensar, pues en lugar de convencimiento y capacitación hay muchas dudas y muchas confusiones sobre los nuevos programas de estudio y sus implicaciones; y donde hay dudas y confusiones, difícilmente se pueden hacer bien las cosas; en otras palabras, bajo estas circunstancias, no se puede esperar calidad en la enseñanza ni calidad en los aprendizajes.

¿Por qué tantas dudas y confusiones? Porque, entre otras cosas, la información y los materiales llegaban en forma tardía y a cuentagotas; porque en los cursos, en lugar de capacitar a los docentes, los tiempos se ocuparon para ponerlos a leer información dispersa sobre los cambios educativos, y cuando los docentes hacían preguntas para disipar dudas sobre lo leído, los conductores de los cursos (que eran compañeros de la propia escuela) respondían que a ellos tampoco les habían explicado bien las cosas; de esta manera, se fueron acumulando las dudas y las confusiones, mismas que hasta la fecha persisten. Llegado el momento de diseñar en colectivo el programa analítico, que es el que se desarrollará en las escuelas, fue (sin exagerar) un caos; porque la inmensa mayoría no entendió, de bien a bien, cómo se diseña el programa analítico con la profundidad requerida; así como tampoco hay claridad sobre cómo desarrollar proyectos para operar el programa analítico ni hay convencimiento para aplicar la evaluación formativa. Y por si no fueran suficientes las dudas y las confusiones, por falta de los libros de texto de secundaria (pues aún no terminan de imprimirlos), a los docentes de este nivel los pusieron a leer libros de primero y tercero de primaria para hacer algunos ejercicios. En síntesis, los docentes únicamente conocieron algunos textos sobre los cambios educativos, pero conocer no es lo mismo que comprender. Las cosas, pues, tan sólo quedaron prendidas con alfileres.

El Gobierno del Estado y el Instituto de Educación, en los últimos días, han estado declarando, con insistencia, que se tienen previstos proyectos y medidas para garantizar una educación de calidad en las escuelas de la entidad. Ya veremos si son simples declaraciones de buena intención o, realmente, se pondrán en marcha para obtener los resultados y los efectos deseados. Mientras tanto, y con el fin de evitar un fracaso anunciado, sería muy conveniente que las y los maestros, los directivos y las autoridades locales, a través de la estructura académica del Instituto de Educación, lleven a cabo una profunda evaluación de la capacitación docente, así como una acuciosa revisión del programa analítico y demás documentos académicos que tienen que ver con los cambios que se pretenden hacer a partir de este ciclo escolar 2023–2024. Esta evaluación o revisión serían con la sana intención de prevenir posibles fracasos y de consolidar tanto la capacitación docente como los documentos académicos formulados en consejo. Por el bien de los niños y los adolescentes de Aguascalientes es por lo que sugerimos estas actividades y para evitar un fracaso anunciado, del cual deseamos sinceramente equivocarnos.