
Por J. Jesús López García
Sin duda alguna, de fantasía fue el surgimiento del sitio primigenio, luego villa, y finalmente ciudad de Aguascalientes. Recordemos que el tránsito del amplio valle que había necesidad de atravesar desde la Ciudad de México hasta las minas zacatecanas, representaba una “odisea”, pues los aguerridos y despiadados chichimecas significaban un escollo difícil de evadir, habiendo necesidad de levantar campamentos para guarecerse de los ataques, y por supuesto descansar, tanto los viajeros, así como las bestias. Los albergues se edificaron a lo largo del camino, denominándose “presidios”.
Por otra parte, parece ser que la posición geográfica, así como las bondades y lo fértil de las tierras que ofrecía el sitio, además del agua abundante de los arroyos circundantes de la zona, fueron suficientes para atraer la atención de algunos españoles que decidieron establecerse, y posteriormente erigir una villa. Sería el de Triana el barrio fundacional, al cual le siguieron otros como el aledaño de La Salud.
La Salud, el barrio, inicialmente fue un territorio con espléndidas tierras para el cultivo, según lo atestigua el Plano de las Huertas por Isidoro Epstein (1820-1894) de 1855, en donde se dibujan con un “achurado” las vastas superficies dedicadas a huertas (verduras, hortalizas y árboles frutales) algunas de ellas regadas con agua de Ojocaliente; incluso el Plano del Proyecto presentado por la Empresa de Aguas de Aguascalientes, S. A., (1908), formado por “Schöndube&Neugebauer” de Enrique Schöndube y Francisco Neugebauer, es muy descriptivo ya que en las diversas manzanas, así como en las calles y demás elementos urbanos de la ciudad, están escritos de lo que se trata, por ejemplo tomando como referencia el Arroyo Los Adoberos hacia el sur, particularmente en la zona del Barrio de La Salud, encontramos algunas de las siguientes anotaciones: bordo con álamos, Hortalizas. Algunas construcciones. Arboledas y alfarerías. Huertas. Cerca de alambre en la 5ª calle de Los Pericos. Sembrado de maíz, entre otras. En su parte oriente una grande área: Sembrados de maíz. Terrenos para fraccionar (En proyecto), y así sucesivamente hasta llegar al Arroyo El Cedazo.
Como se colige con lo expuesto, la conformación urbana del Barrio La Salud, estuvo en función de los considerables espacios dedicados a los cultivos, lo que trajo como consecuencia una traza orgánica irregular, incluso podemos, con toda proporción guardada, referirla a la “urbanística medieval”, desde luego sin los castillos, plazas que funcionaban como lugares públicos para el comercio, salvo el Jardín del Corazón, adyacente a la Parroquia Señor de la Salud.
En el citado Plano de 1855, es visible la representación de escasas construcciones, y en el de 1908, hace referencia en el predio sureste, de “casas viejas de adobe”. El punto es que los recursos económicos de la Villa, eran exiguos, considerando la bonanza de las ricas urbes mineras, lo que fue sintomático que solo se edificaran con piedra los templos o casonas principales, sin embargo, el resto de la arquitectura fue elaborada con el adobe, recurso incluso elaborado en el margen norte de este barrio, material extraído de los bordes del arroyo Los Adoberos.
La situación económica del Barrio La Salud fue precaria, y para muestra un botón: Eduardo J. Correa en su texto Un viaje a Termápolis, “dibuja” un cuadro muy ilustrativo cuando describe el arribo de una diligencia a la ciudad por el rumbo de La Salud, atravesando el arroyo El Cedazo, los viajeros atisbaron “…las tapias de adobe, cacarañadas y comidas en los cimientos por humedad salitrosa, cuelgan draperías regias. Tras los bardales se esconde el soledoso hechizo de las huertas”. Fincas y huertas entretejidas en un todo conformaron el paisaje de La Salud. Hoy la imagen se ha modificado con la desaparición de múltiples viviendas y los cultivos, sin embargo el espíritu aún prevalece en el ambiente.