
Con la muerte del doctor Alfonso Pérez Romo, las artes de Aguascalientes perdieron a su mejor aliado; casi casi que su gurú, alguien cuya palabra era prudente, sabia, inteligente, y por eso mismo respetada por todo el mundo.
Gracias a ello logró cosas que quizá a otros les habrían sido vedadas, como el Centro de las Artes y la Cultura y el Bachillerato de las Artes Guadalupe Posada; por ejemplo.
No diré que sean creaciones suyas y tal vez ni siquiera fueron su idea. Tal vez fueron otros quienes imaginaron estas organizaciones, se le acercaron y le vendieron la idea, de tal manera que el doctor vislumbró las bondades de ambos proyectos, los hizo suyos y, junto con sus impulsores de inicio, pugnó por su creación y desarrollo.
En fin. Como haya sido, recuerdo esto ahora porque el médico de niños se refirió a ambas entidades en su discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua. Sobre el primero, afirmó que se ha abocado a sacudir un poco “la contumaz idea de que las artes son solamente un adorno y solaz de las conciencias, y no un poderoso instrumento de formación integral. Y a pesar de que algunos aún vean este nuevo centro como un cuerpo extraño en el deslumbrante desfile de las ciencias y las tecnologías, ha podido demostrar de manera contundente y experimental la razón por la que fue creado”.
En cuanto al bachillerato de las Artes Guadalupe Posada, Pérez Romo esbozó en un par de líneas su historia: unos jóvenes, egresados de Ciencias del Arte y Gestión Cultural, buscaban un espacio idóneo para su ejercicio profesional. Encontraron un pequeño bachillerato público en un lugar cercado a la UAA; una de esas escuelas que sobreviven de puro milagro. Lo tomaron en sus manos y lo transformaron para que, además de cumplir con las exigencias académicas de las autoridades educativas para toda escuela de nivel medio superior, los estudiantes cursaran una materia artística, escogida con libertad.
“La lucha para ir venciendo la indiferencia y las resistencias burocráticas, la incomprensión de los viejos maestros y la falta de recursos no los amilanó. Por el contrario, la convicción de que estaban abriendo caminos fecundos e insospechados y el entusiasmo con el que comenzaron a vivir los estudiantes mismos la nueva experiencia, comenzaron a incitar a otros jóvenes a querer inscribir a esta escuela y a generarle presiones de expansión y apoyos adicionales.
Pero la revelación del éxito incontestable de este experimento llegó el año pasado(2019), cuando al publicarse los resultados oficiales de los niveles de aprendizaje en matemáticas, física, biología y lectura de todos los bachilleratos del estado, públicos y privados, con sorpresa el pequeño y pobretón bachillerato José Guadalupe Posada, visto hasta entonces con sospecha e indiferencia, apareció encaramado por sus propios resultados, junto con el bachillerato de la Universidad Autónoma, en el primer lugar… Este estallido inesperado en el mundo de la educación pública, llamó entonces, sí, la atención del propio Gobierno del Estado, de la dirección de educación del Instituto Cultural de Aguascalientes, y lo llevaron a depender de la Universidad de las Artes, en las mejores condiciones posibles… Ahora tendrá ya un sitio adecuado para funcionar como catalizador de todas las disciplinas… Espero que no se caiga en la simplificación de creer que sólo sirve para encaminar estudiantes hacia carreras artísticas. Esto sería un reduccionismo inaceptable. El experimento del bachillerato Guadalupe Posada ha demostrado de forma palmaria, que las artes son el instrumento que nos abre las puertas para encontrar la infinita belleza de las matemáticas y de todas las ciencias. Esto fue lo que descubrieron los estudiantes del Guadalupe Posada, y es el instrumento que hace falta a todos los egresados universitarios, cualquiera que sea la profesión que hayan escogido”.
Ya para terminar con esta remembranza de lo expresado por el doctor Alfonso Pérez Romo en su discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua, en abril de 2020, que ahora he recordado en el primer aniversario de su fallecimiento, me referiré a una tercera experiencia que el segundo rector de la UAA tuvo en materia de educación, confirmada por la pandemia. Se trata de la constatación del extraordinario poder educacional que tiene la escolaridad, que no estriba tanto en la enseñanza de conocimientos y habilidades, “sino en el hecho de poder experimentar la convivencia intercultural, a miles de jóvenes de distintas procedencias y nieles económicos y sociales, y servir también de escala de movilización social. El intercambio de vida y opiniones, de experiencias y visiones, de ilusiones y esperanzas, de proyectos y utopías con miles de jóvenes de diferentes ámbitos sociales, y la presencia actual, cercana e iluminadora del maestro, constituye la verdadera fuerza educativa de las instituciones escolarizadas, único reducto donde pueden cultivarse los valores esenciales de la convivencia, y en donde se forman los líderes que acaban tomando las riendas de las naciones. La pandemia nos ha mostrado el valioso instrumento de la enseñanza por Internet,facilita la comunicación y circulación del conocimiento, pero el proceso formativo de la escuela no consiste primordialmente en enseñar cosas, sino en promover la solidaridad humana y la maduración de las conciencias, que es donde radica fundamentalmente el poder educador que tienen la convivencia y lo presencial”.
A propósito de esto, ¿qué diría el doctor Pérez Romo ante la grave crisis que sacude a la UAA? ¿Qué dicen los universitarios?(Felicitaciones, ampliaciones para esta columna, sugerencias y hasta quejas, diríjalas a carlos.cronista.aguascalientes@gmail.com).