Janette Rodríguez

Hoy en día, la palabra emprendimiento ha tomado, sin lugar a dudas, una gran importancia en nuestra sociedad, ya que un emprendimiento bien estructurado tiene la capacidad de contribuir activamente al crecimiento económico de una comunidad, un estado o un país, al dar nuevos empleos, fomentar la innovación y aumentar la competitividad.

En ese sentido, no podemos dejar de visibilizar la importancia de potencializar las habilidades que posee o desarrolla un emprendedor a lo largo del ciclo de vida de su producto o servicio, y es en ese tenor en el que al pensar en el rol clave que juegan las emprendedoras y su capacidad infinita de conjugar el fin del mundo con el fin de mes, al ser conscientes de que se tiene que llegar a fin de mes para poder tener una vida digna y poder pagar las cosas mínimas. Lo que nos habla de su habilidad para mantener en equilibrio una empresa sostenible económicamente, que pueda ganar dinero y que, a su vez, a través de su producto o servicio, esté contribuyendo a conseguir un impacto positivo.

Por ello, no debe resultarnos extraño que el ODS 5 de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas sea el alcanzar la igualdad de género y una de sus consecuencias ha sido el interés creciente en el emprendimiento llevado a cabo por mujeres.

El emprendimiento femenino es una tendencia en crecimiento en todo el mundo; en los últimos años, el emprendimiento femenino ha aumentado considerablemente a escala mundial, y el caso de México no es la excepción; cada vez son más las mujeres que deciden lanzarse a la aventura de crear su propio negocio y alcanzar la independencia financiera. Sin embargo, aunque los avances en este ámbito son positivos, todavía existe una serie de obstáculos a superar.

Aunque se reconoce la aportación de las mujeres emprendedoras en el desarrollo económico, las mujeres emprendedoras a menudo se enfrentan a situaciones que ponen en riesgo sus emprendimientos, como lo es el de lidiar con la falta de equilibrio entre su vida familiar y su proyecto. Y es que las mujeres todavía suelen ser las principales cuidadoras de la familia, ya sea de los hijos o de los padres (adultos mayores), cosa que limita la cantidad y calidad del tiempo y energía que pueden dedicar a su emprendimiento. El desarrollar habilidades como la gestión del tiempo es esencial para poder sobreponerse ante este obstáculo, por lo que, para conseguir sus objetivos, la capacidad de organización que deben tener las mujeres a la hora de emprender exige ser mayor a la de los hombres, en muchos casos.

Paradójicamente, a lo anterior, muchas mujeres se ven en la necesidad de emprender micronegocios obligadas por situaciones económicas precarias para lograr su supervivencia y la de su familia. Sin embargo, éstos apenas les permiten satisfacer sus necesidades básicas y en pocos casos mejorar sus condiciones de vida.

“De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), la aportación de las emprendedoras es fundamental para el desarrollo económico de nuestro estado y nuestro país. Las mujeres son propietarias del 36 % de los negocios micro, pequeños y medianos de manufacturas, comercio y servicios (mipymes). También, el INEGI destaca que la tasa de participación económica de las mujeres creció 15.7 puntos porcentuales en los últimos 10 años, pasando del 33.3 % en 2010 al 49.0 % en el 2020”. *INEGI

Por ello, ser una mujer emprendedora significa tener una clara visión y profunda conciencia de su propósito de vida y los ejes sobre los cuales basará su emprendimiento, así como los motivos y herramientas que le darán la fortaleza de luchar con el entorno, poniendo en alto su valor y la infinita capacidad para sobreponerse a problemas, encontrando soluciones y haciendo frente a lo desconocido.

Janette Rodríguez
Driectora General DIA1
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