En plena pandemia, en 2020, Marx Arriaga, director de Materiales Educativos de la Secretaría de Educación Pública, anunció que los libros de texto para la educación básica ya estaban elaborados y que estaban en revisión; sin embargo, aún no se sabía nada de los nuevos planes y programas de estudio. Según el proceso pedagógico en el diseño curricular, primero se diseñan los programas de estudio y después se elaboran los libros de texto, porque éstos son materiales de apoyo en el desarrollo de los contenidos programáticos definidos, y no al revés. Es decir, se empezó mal.

Algunos interesados en la educación pudieron darse cuenta y conocer, digitalmente, los mencionados libros y encontraron que su contenido era tendencioso; había inclinación ideológica hacia el partido político en el poder. Tal vez, por estas observaciones que se hicieron públicas hace tres años, los libros se guardaron bajo llave y no se volvió a hablar de ellos.

En los últimos años, más específicamente en 2022, la Secretaría de Educación puso énfasis en el diseño del nuevo plan y programas de estudio de la educación básica. Y en lo que va de 2023, se intensificó la capacitación sobre los nuevos programas a través de los consejos técnicos escolares. En estos cursos de capacitación, los docentes plantearon la necesidad de conocer los libros de texto ya elaborados con el fin de entender mejor los nuevos programas de estudio; pero nadie supo decir para cuándo se entregarían los libros, pues éstos estaban guardados.

Hasta después del 28 de agosto, cuando ya haya iniciado el ciclo escolar 2023-2024, los maestros conocerán los libros para aplicarlos en las escuelas, sin haberlos analizado previamente. Estudiosos, expertos, científicos y algunos padres de familia interesados en la educación de los niños y adolescentes han podido analizar estos libros vía internet y encuentran errores de ortografía en sus páginas, errores en los conceptos científicos, errores en el sistema solar, errores en las fechas históricas, entre otros. Éstos se pueden corregir mediante la fe de erratas y con la intervención de los maestros. Pero lo que es muy grave es la tendencia perjudicial de la Nueva Escuela Mexicana. Desde su marco teórico, en los programas de estudio y, obviamente, en los libros de texto, se minusvaloran las matemáticas, se subestiman las ciencias en general y se soslaya el uso de las tecnologías en el proceso educativo. Mientras que en otros países la esencia de la educación para su desarrollo está en las matemáticas, en las ciencias y en los avances tecnológicos, incluso hay países que están implementando la inteligencia artificial. En cambio, la Nueva Escuela Mexicana quiere anclar a maestros y alumnos en los saberes de la comunidad, lo cual no sería malo si el pasado sólo fuera antecedente para la reflexión y seguir avanzando en el conocimiento, las ciencias y las tecnologías. La escuela no debe estancarse, mucho menos retroceder en sus propósitos. Por otra parte, no es función de la escuela adoctrinar a niños y adolescentes con un determinado sesgo político, ni promover alguna creencia religiosa en particular. La función de la escuela y la de los maestros es presentar, de manera imparcial, la cultura y las características de las religiones, así como la cultura y las tendencias de los partidos políticos, y que sea cada individuo, en la ciudadanía, quien libremente determine su preferencia política o religiosa.

No olvidemos que el Artículo Tercero de la Constitución establece que toda persona tiene derecho a una educación de excelencia. Por ello, en lugar de estar empeñados en adoctrinar a los niños y coartarles su derecho a la libre determinación, deberíamos estar haciendo lo necesario para otorgarles una educación de excelencia, como lo manda el Artículo Tercero y como lo merecen los estudiantes de México.