
La imagen de Nuestra Señora de la Asunción había viajado durante semanas en carretón, barco, ferrocarril y carromato, hasta su emplazamiento en el altar mayor de la iglesia catedral de Aguascalientes, procedente de Barcelona, en el extremo occidental del Mar Mediterráneo, en Europa. Un viaje había concluido, y otro comenzaba. Pero esta nueva travesía sería más sublime y profunda; más espiritual y, por tanto, más importante, porque el nuevo destino de la imagen de Nuestra Madre era el corazón de los miles de católicos aguascalentenses que a partir de entonces han traspasado los muros de catedral y buscado amparo en los ojos suaves de la Señora del cielo, en la tranquilidad y grandeza que irradia su rostro.
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No es ésta la primera imagen que preside desde el altar mayor de la catedral. Tengamos en cuenta que la actual sede episcopal de Aguascalientes, hasta 1899 Parroquia de la Asunción, comenzó a ser levantada en 1704, gracias a los empeños del párroco, doctor Manuel Colón de Larreategui. La obra fue culminada en 1738, aunque ciertamente faltaron algunos elementos. Por ejemplo, el altar mayor fue sustituido a principios del siglo XX y la torre sur fue edificada en la primera mitad del mismo periodo.
La primera escultura de que se tiene noticia data de 1744, cuando se concluyó el primer altar. Por desgracia no tenemos imagen alguna de ella ni conocemos cuál fue su destino final, una vez que fue sustituida.
El padre Ricardo Corpus Alonso, historiador de la catedral, nos ofrece en su libro “La catedral y su Cabildo”, la palabra del párroco Colón, que da constancia de este hecho: “El día 25 de octubre de 1744 en que se celebraba fiesta de Nuestra Señora del Rosario, se estrenó y dedicó el retablo y altar mayor de esta parroquia que se labró en México por el artífice Don Felipe Ureña; desde donde se condujo dorado y perfecto, con las estatuas de Ntra. Señora de la Asunción, Sr. Sn. Francisco, los doce apóstoles y siete príncipes, en 101 cajones, en mulas de carga bien acondicionados, el que vinieron a poner oficiales de aquella ciudad.
Esta imagen ocupó el principal lugar de la parroquia hasta 1884, año en que fue sustituida por otra, confeccionada en Querétaro por el escultor López Vidrio, que es más bien la sagrada advocación mariana de la Inmaculada Concepción. Quizá por esta razón no pasó demasiado tiempo antes de que se tomara la decisión de dotar a la sede episcopal de una imagen que efectivamente representara a Nuestra Señora de la Asunción. Por ello el segundo obispo diocesano, Ignacio Valdespino y Díaz, adquirió en 1919 esta estatua, que en conjunto mide 2.46 metros, de los cuales 66 centímetros corresponden al pedestal de nubes y ángeles de la base, en tanto la imagen de la Virgen mide 1.80 metros.
La imagen de Vidrio fue enviada a la parroquia de Los Azulitos, Jalisco, en donde puede apreciarse actualmente.
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Octubre 18 de 1919… La fecha no podía pasar desapercibida para los fieles católicos de Aguascalientes, y gracias al testimonio levantado en ocasión de la llegada de la imagen a su nueva casa, tenemos un recuerdo fidedigno de aquella jornada. Dice la piadosa pluma del cronista: “Levantada que fue la tapa de dicha caja y sacadas las astillas que tenía, quedó descubierta aquella imagen y pudieron admirar todos los presentes, el hermosísimo y expresivo rostro de la Virgen, a la vez que experimentaron el sentimiento de ver completamente deshecho el querubín que estaba colocado a la izquierda de la imagen y desfigurada la nariz del de la derecha. Fueron sacadas después las manos de la Virgen y se encontraron intactas, lo mismo que dos ángeles que se colocaron a sus pies sobre la nube en que descansa ésta. La diadema se encontró en buen estado.
Puesta en pie la imagen nuestro Ilmo. Prelado la llamó Nuestra Señora de Aguascalientes, con beneplácito de todos los presentes y cuyo nombre llevará en lo sucesivo.
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La imagen de la Señora del Cielo fue bendecida el 7 de diciembre del mismo año de 1919, en una ceremonia a la que asistió todo el clero y una importante cantidad de fieles. Desde entonces, miles de personas se han postrado a sus pies, clamando por los favores celestes. 100 años después de su llegada a Aguascalientes, la efigie de Nuestra Señora de la Asunción conserva la frescura de la juventud, como si acabara de brotar del taller de su artífice.
Ello no ha sido gratuito. A lo largo de estos años, manos piadosas han trabajado para preservar su integridad, a través de diversos trabajos de cuidado y restauración, realizados en distintos momentos.
Cuatro han sido las intervenciones mayores. En 1936 se le hicieron algunos retoques, mientras que en 1954 la restauración fue más profunda dado que, a decir del padre Corpus, se le agregó “un rico y maravilloso estofado en sus vestiduras y un vivo delineamiento en su fisonomía de los rostros de la Virgen y de los angelitos”. (Felicitaciones, ampliaciones para esta columna, sugerencias y hasta quejas, diríjalas a carlos.cronista.aguascalientes@gmail.com).