La semana pasada se conmemoró el 11 de septiembre y pasó por desapercibido, tal vez por la costumbre de lo trágico y la descomposición humana, desde luego, del atentado de las Torres Gemelas perpetrado por extremistas islámicos liderados por Osama Bin Laden. Pero hoy la cotidianidad nos alcanzó y vemos tragedias que ocurren en nuestro país por el narcotráfico, que podría considerarse otro tipo de terrorismo.

Pero hay otro trágico 11 de septiembre, el de la democracia, independencia y del sistema de representación popular en Latinoamérica, lo que ocurrió en el año 1973 en Chile, con un golpe a la democracia y a la autodeterminación latinoamericana. Ese 11 de septiembre un gobierno democráticamente electo de corte socialista encabezado por Salvador Allende fue derrocado por las armas de los militares empoderados. Dicho golpe de estado fue liderado por el general Augusto Pinochet y asesorado por el entonces gobierno estadounidense.

Salvador Allende llegó a la presidencia chilena el 4 de septiembre de 1970 con el 36,3 % de los votos, proponiendo transformar el país en un régimen socialista por medios pacíficos y democráticos.

Pinochet encabezó, junto con otros tres generales de las Fuerzas Armadas y apoyado en todo momento por el Gobierno de EE.UU., dicha acción para, según ellos, «liberar al país del yugo marxista» y convertirse en el máximo jefe de una dictadura que se alargó 17 años. Durante los enfrentamientos y bombardeos llevados a cabo en el golpe, los militares asaltaron y ocuparon el Palacio de La Moneda, lugar en el que se encontraba Allende, donde fue asesinado (algunas versiones dicen que se suicidó para no ser capturado).

Durante los 17 años de dictadura de Pinochet, se destacó por las violaciones a los derechos humanos, llevando a cabo una fuerte represión sobre los sectores opositores y disidentes. Lo primero que hizo el nuevo Gobierno fue prohibir los partidos políticos, disolver el Congreso, restringir los derechos civiles y políticos y ordenar la detención de los máximos líderes de la Unidad Popular (agrupación que llevó a Allende a la presidencia), que fue declarada ilegal.

Informes de las Comisiones creadas para esclarecer lo sucedido, como la Comisión de Verdad y Reconciliación y la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura, hablan de 40.000 personas que fueron detenidas, desaparecidas, ejecutadas, torturadas o presas políticas reconocidas, de las cuales 3.065 están muertas o siguen desaparecidas. Además, unos 200.000 chilenos sufrieron el exilio de su país. Durante los 17 años de dictadura, la tortura fue una práctica habitual para conseguir información, someter psicológicamente y castigar a los prisioneros, todo lo anterior con el consentimiento y apoyo de los gobiernos de los EE.UU.

En 1988, por presiones internacionales, el gobierno militar aceptó realizar un plebiscito para decidir si Pinochet seguiría en el poder hasta 1997 o se realizarían elecciones democráticas (hay una película llamada “No” que describe dicho evento). Votó el 92,1% de la población mayor de edad, un récord histórico. El resultado fue de 44,01 % por el «Sí», y de 55,99 % por el «No». Por lo que se abrió el camino a unas elecciones democráticas presidenciales y parlamentarias para el año siguiente, que daría paso al fin de la dictadura y al comienzo de la transición a la democracia.

Hoy, Chile es una de las naciones latinoamericanas con mayores prospectivas de desarrollo. Ha experimentado una sana alternancia democrática, teniendo nuevamente un gobierno de corte socialdemócrata encabezado por Gabriel Boric. Con él se dice que llega una nueva izquierda al Palacio de La Moneda; de 36 años, surgido de las protestas estudiantiles y que busca enterrar definitivamente lo que queda del legado de la dictadura.

La izquierda mexicana debería estudiar el caso chileno y revisar cómo no es sólo llegar a la presidencia de una nación, sino que hay que buscar una reconciliación nacional y no sólo ganar por ganar, pero sobre todo dar la batalla cultural y no solamente enfocarse en el inmediato pragmatismo electoral y la tentación del poder.