YAXCOPOIL, Yucatán.- En sus gruesos muros de piedra, coloridos azulejos y largos corredores se conservan los recuerdos de la Hacienda Yaxcopoil, parte importante del pasado henequenero del estado.
Ubicada a 36 kilómetros al sur de Mérida, la finca inició su historia como ganadera en el siglo 17, pero vivió su máximo esplendor a finales del siglo 19 y principios del 20 con el auge del «oro verde».
Esa época en la que la producción de esta fibra natural, con la que se tejía desde un tortillero o un sombrero hasta un costal o una hamaca, trajo tanta riqueza a Yucatán que los hacendados amasaron sendas fortunas.
Hoy, la Hacienda de Yaxcopoil ya no disfruta de esa prosperidad, pero aloja un museo que cuenta cómo fue aquella vida.
Un arco doble morisco da la bienvenida a los visitantes que, por el calor y la humedad del verano, tienen que sacar el abanico para combatir los más de 35 grados centígrados en el ambiente y así, disfrutar de su paso por la hacienda.
De estilo neoclásico, el pasado Yaxcopoil late en cada detalle. Sólo que, para que no quede ninguna duda, don Guadalupe guía el recorrido. Hace más de 30 años trabajó como peón en la hacienda, una de las últimas en producir hilo de henequén.
Explica que un rollo, que contenía entre dos o tres metros de hilo, requería hasta 45 hojas de la planta. Que a cada mata sólo se cortaban siete hojas cada tres o cuatro semanas, para así aprovechar la planta hasta por 30 años.
Las pencas, con ayuda de máquinas (aún en la hacienda), se deshilaban y después las fibras se secaban y cepillaban. Al final, se prensaban para su exportación.
Sin embargo, entre los años 40 y 60, el nailon cobró popularidad y desplazó al henequén. Paulatinamente Yaxcopoil dejó de producir, pero su historia continúa.
Al recorrer la hacienda, el olor a madera antigua es fiel acompañante y se mezcla con los aromas provenientes de los jardines repletos de árboles de pimienta y mango. Su sombra se convierte en el consuelo de los más acalorados.
En la casa principal, el visitante halla óleos de la época colonial y una vajilla regalo de la emperatriz Carlota. Pero lo que roba la atención son los azulejos del piso que, con más de 300 años, brillan como recién colocados.
El henequén creó hermosas haciendas en Yucatán que, al paso de los siglos, se han sabido adaptar, algunas como museos, otras como restaurantes y unas más como hoteles boutique. Pero todas, incluida la de Yaxcopoil, invitan a explorar la nostalgia de esta península.