
Por: Itzel Vargas Rodríguez
La muerte de Fidel Castro causó y ha causado distintas reacciones y opiniones a nivel internacional. Generalmente las expresiones están polarizadas entre quienes justifican completamente la ideología y acciones políticas que implementaba este peculiar personaje, y, entre quienes rotundamente descalifican su mandato, etiquetándolo como uno en el que destacó un sistema dictatorial, que privaba de libertades a los cubanos.
Tan polarizado estuvo el deceso de Castro que, las expresiones de condolencia fueron sumamente variadas.
Vimos por ejemplo a un recién electo a la Presidencia de los Estados Unidos, Donald Trump, quien en redes sociales y con simples palabras expresó con cierto gusto, que había fallecido Castro.
Al igual que en su campaña, Trump con sencillo lenguaje comunicó un sentimiento casi mayoritario en cuanto a este hecho: que Castro le hacía un bien al mundo estando muerto.
Justo como desde el inicio de su carrera por la presidencia, él había estado comunicando aquellos sentimientos que vivían a diario los estadounidenses, pero que no los expresaban por presión social, y por no ser lo “políticamente correcto”. Para ejemplificar los temas, sabemos que habló de temor y miedo a los inmigrantes (xenofobia), frustración por el empobrecimiento y falta de oportunidades del estadounidense promedio, discriminación a las personas con discapacidad y hasta racismo.
Pero mientras él volvió a consolidar la afinidad de quienes votaron por él y además, de quienes pensaban lo mismo que él con el fallecimiento de Castro, los políticos con la considerada mejor percepción pública, emitían comunicados de pésame lo más políticamente correcto posible.
Dos ejemplos claros los tuvimos primero, con Obama, quien emitió un comunicado sumamente diplomático, por lo que, muchos de los Republicanos, ahora empoderados con el triunfo de Trump, reiteraron que éste primero siempre había sido un personaje gris, con una estrategia de política demasiado tibia.
A estas alturas en que Obama termina su mandato, y teniendo tan buena percepción pública, es difícil que algo lo merme de forma definitiva, pero el pretexto de haber emitido un comunicado que no se posicionaba en ninguna línea de mensaje clara, justo por ser demasiado diplomática, es el pretexto perfecto para que los republicanos reiteren su mensaje y se posicionen de forma positiva para comenzar con un mensaje sólido en su nueva posición de poder.
Ahora bien, la segunda persona que protagonizó un bochorno social, es el muy querido Primer Ministro de Canadá, Justin Trudeau, quien, emitió un mensaje de amplia solidaridad con el pueblo cubano en el fallecimiento de Castro e incluso, añadió una remembranza de cuando alguna vez en su infancia lo conoció.
Ha sido tan criticada su postura, que ya muchas personas, sobre todo en el ámbito de lo social media, han expresado su rechazo y retirado su cariño y admiración hacia él como político.
El asunto de fondo, es que eminentemente dicho mensaje, al igual que el que emitió Obama, correspondía a una postura diplomática, solidaria con las creencias y cultura de un país externo. Sin embargo, este año ha sido muestra clara de la efervescencia de pensamiento y reacción de la gente en diferentes países, sobre todo producto del hartazgo ante la pasividad para presenciar cambios positivos en su entorno o en su persona. Y esto, motivado por quienes discursivamente siempre prometen pero al final no cumplen, es decir, la clase política. Esto en parte ha desencadenado que las formas de comunicar en política estén sufriendo una muy rara alteración.
Lo “políticamente correcto” ha llegado al punto de ser percibido como despreciable porque de entre sus cuidadas palabras en el mensaje y su rimbombante diplomacia, pareciera que se esconden verdaderas intenciones o hasta nulas. Sin embargo, conocer la opinión directa de un personaje público con un claro posicionamiento, que aunque no sea correcto o incluso sea hasta nefasto, es preferible, porque se considera entonces como un símbolo de franqueza.
Una muestra más de cómo la comunicación en política evoluciona, depende mucho del contexto y justo ahora, vivimos momentos que exigen un posicionamiento claro con respecto a las necesidades y hechos sociales.
¿Es entonces el fin de lo “políticamente correcto”? Usted qué piensa…
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