Acto seguido, el rector hace una breve síntesis de la economía estatal: “las gentes de Aguascalientes son emprendedoras, tenaces para el trabajo y con su esfuerzo habían logrado conformar una agricultura bastante desarrollada que en el año de 1972 tenía nada más en el ramo de la fruticultura, diecisiete mil hectáreas plantadas. En el aspecto industrial, teníamos entonces trabajando en talleres domésticos ubicados en Aguascalientes y en su zona de influencia, más de veinte mil máquinas industriales, con cuya ayuda nuestras mujeres confeccionaban -y lo siguen haciendo- muy hermosas prendas. El comercio por su parte ha servido de manera tradicional a una zona que va más allá de los límites políticos del estado. Sin embargo, el estudio que realizamos en ese año denotó un bajísimo empleo de personal con preparación de estudios superiores, en todos los sectores de la economía y de los cuadros directivos de nuestra sociedad”.

Entonces, lo que procedió fue llevar a cabo una campaña entre profesores y alumnos, en la sociedad en su conjunto, para transformar el instituto en universidad, y de esta forma revertir las tendencias observadas, y entre tanto se lograba esta meta, se reflexionó sobre lo que Martínez de León denomina “la universidad mexicana”, a fin de esbozar lo que se quería para la nueva institución. La investigación realizada para el efecto, ofreció una serie de conclusiones que se convirtieron en objetivos para la flamante universidad. “Buscábamos”, dice el rector fundador, “1. que tuviera suficiente flexibilidad en su estructura para permitirle adaptarse con facilidad a las situaciones cambiantes de nuestro medio. 2. Que su operación no dependiera fundamentalmente de los subsidios oficiales. 3. Que mantuviera de acuerdo con sus políticas institucionales, el máximo clima de libertad académica. 4. Que mantuviera de acuerdo con su espíritu, una comunicación permanente y vital con la Comunidad a la que pertenece, con el fin de estar siempre integrado a ella. 5. Que operara con eficiencia”.

Resultado de esta planeación, la universidad fue dividida en varias áreas: orientación institucional, asuntos académicos, enseñanza e investigación, extensión universitaria, asuntos estudiantiles y servicios administrativos. En el área de enseñanza e investigación se creó la figura de los centros, que tienen nuevo sentido, tanto técnico, –docente como técnico- administrativo, en donde se hace concurrir todo lo necesario para transmitir de mejor manera conocimiento, vinculando a este campo a los maestros con medios materiales, aulas, laboratorios, bibliotecas, equipos, etcétera, y al que concurren los estudiantes que deben recibir conocimientos de un campo del saber determinado”.

En su discurso, Martínez de León incluye algunos interesantes cuadros, ilustrativos de la situación de arranque de la universidad. El primero de ellos, por ejemplo, da cuenta de los maestros de tiempo completo en la institución. En el ciclo escolar 1972-73 había 3, que para el siguiente se incrementaron a 7. Puesto que la universidad nació formalmente en febrero de 1974, las cifras anteriores corresponden todavía al instituto. La situación cambió de manera drástica con la recién nacida: para el ciclo 1974-75, el número se incrementó a 27, y para el siguiente, último dato que se ofrece, los mentores aumentaron a 34. Otra gráfica da cuenta de los acervos bibliográficos de la institución. Le ofrezco sólo las cifras extremas: en 1971 eran 5,475 volúmenes, que para 1975 se incrementaron hasta 16,480. En cuanto a la población estudiantil, el instituto contaba con 188 estudiantes de licenciatura, que ascendieron a 412 en 1972-73. En el último ciclo escolar sobre el que se ofrece información, que es el 1975-76, la población era de 1,189. Otro cuadro da cuenta del gasto en 1975, que en un 83.82% -$15’609,863.51- se dedicaba a lo académico, en tanto que el resto, $3’013,738.07, que representaba el 16.18% estaba dedicado a lo administrativo. El total del presupuesto universitario era de $18’623,601.58. Finalmente, hay un cuadro dedicado a los ingresos de ese mismo año. Como usted sabe, la UAA es tripartita, es una universidad pública que obtiene ingresos propios a través de las colegiaturas, y recibe un subsidio federal y otro estatal. En cuanto a los primeros, ese año alcanzaron un 38.54%, con $9’416,448.69. Los ingresos federales fueron de 14’019,885.03, el 57.37%. Finalmente, el subsidio estatal fue de $1’000,000.00, el 4.09%.

Hasta aquí el documento “Breve descripción del proceso de creación de nuestra universidad”. Permítame ahora rescatar un par de párrafos de la carta de bienvenida, fechada el 10 de agosto de 1976.

Entre otras cosas, dice el rector a los estudiantes que regresan y/o ingresan en la institución: “Ten presente que tú eres la universidad y que es tu deber ayudar a seguir construyéndola porque esta es tarea de todos los que la integramos, tarea que debemos realizar cotidianamente. Te pido que compartas con nosotros la emoción de hacer de nuestra universidad. En forma tal que el día de mañana nos sintamos orgullosos de ella.

Consérvala como un ámbito de libertad. Vive en ella. Enseñándote a respetar a los demás, aún y cuando tengas discrepancias con su manera de pensar. Lucha hasta la desesperación, porque siempre resplandezca la verdad. Juzga con sentido crítico la realidad social en que estás inmerso, pero procura aportar ideas y actitudes para que algo se mejore cada día. Prepárate con sentido de responsabilidad, pensando en que muy pronto tendrás que guiar y ayudar a otros miembros de tu comunidad”.

Este es el espíritu fundacional de la universidad, y a despecho de un sinfín de cosas que han cambiado, el ideal mantiene su plena vigencia. (Felicitaciones, ampliaciones para esta columna, sugerencias y hasta quejas, diríjalas a carlos.cronista.aguascalientes@gmail.com).