Por; Daniel Amézquita
Algunos recordaremos a nuestros familiares mayores relatando historias que para nosotros, adultos jóvenes, serían difíciles de concebir, sobre cómo había llegado a sus vidas la televisión. Con anterioridad, en el periodo de las primeras décadas del siglo pasado, radio, cine y periódico constituían las únicas fuentes de entretenimiento e información. La televisión habría de cambiar el rumbo de la industria y daría un vuelco al mercado, tal como sería después de 1996 y principios de este siglo el internet, para los nacidos en los años posteriores al 2000 es difícil concebir la vida sin la red.
Los estudios, entre ellos el del Global Entretainment and Media Outlook, indican que si bien la tasa porcentual de crecimiento de la industria ha disminuido, el panorama para los negocios y con ello la oferta cultural y artística, así como informativa, está en un profundo cambio y es un campo propicio para el crecimiento y la expansión, esto debido a los mercados más participativos, los contenidos con más presupuestos y propuestas, así como la accesibilidad del sector juvenil, que aumenta considerablemente en el gasto para entretenimiento, con nuevas plataformas y dispositivos que facilitan el negocio.
Aunque el internet encabeza la lista de crecimiento en la industria y la publicación de libros, revistas y periódicos disminuye considerablemente, debemos puntualizar que la oferta de entretenimiento se mantiene como una propuesta cultural y artística incluida en la mayoría de los planes gubernamentales de desarrollo de nuestro país; esto influye considerablemente en la calidad de contenidos y su distribución, herramientas de recreación que en conjunción con otras inciden en la identidad y regeneración del tejido social. Por tal motivo debemos establecer que no únicamente los medios de comunicación electrónicos se deben priorizar sobre las demás disciplinas culturales o artísticas, también los contenidos de algunos medios no son propositivos e incluso fomentan ciertos criterios nocivos y alientan a la desinformación y banalidad con fines puramente económicos.
México actualmente se mantiene en el lugar 15 de entre 50 países que analiza la consultora PricewaterhouseCoopers, la inversión a esta industria se ha incrementado debido a la apertura a los mercados globales desde la década de 1990 cuando los grandes conciertos, presentaciones de danza, teatro, ópera; exposiciones; festivales y demás muestras artísticas internacionales comenzaron a llegar con más frecuencia y por tanto la oferta y demanda cumplían su función económica. Con el desarrollo de las nuevas tecnologías los medios se han ido adaptando e incluso transformando radicalmente para exponer distintos contenidos que respondan a las necesidades de los consumidores. Tal es el ejemplo de las productoras televisivas y de espectáculos, que han visto sus intereses afectados ante al abrupto cambio en las necesidades de contenidos diferentes de los espectadores, así como de eventos de calidad que representen el valor económico que se ha invertido.
El esparcimiento saludable, la lectura, asistir al cine, a los teatros, a conciertos, disfrutar de los artistas callejeros, de nuestras ciudades con sus paisajes y arquitecturas y museos, o quedarse en casa viendo una serie o película o jugando un videojuego son parte fundamental en nuestro desarrollo y distensión de la vida cotidiana y su estrés. Hoy en día es más complejo recrearse ante la avasallante velocidad de nuestras vidas y una oferta que, si no sabemos elegir adecuadamente, puede ser contraproducente. Debemos reflexionar sobre cuáles son nuestras necesidades de entretenimiento, quizás encontremos algo que nos corresponda y al mismo tiempo nos nutra emocional e intelectualmente, y con ello derive un conocimiento que pueda ser aplicado en nuestra experiencia. Recuerdo cuál es la sensación al escuchar los gritos de las personas en un concierto o cómo es el sentimiento apabullante de estar de pie ante un cuadro que nos gusta mucho, también ese pesar cuando terminamos un libro que no queremos abandonar, éstas son experiencias vitales que complementan nuestra existencia y una expresión de quienes somos o queremos ser.
Está contemplado el derecho al esparcimiento por las constituciones, y así se refiere a la recreación Paul Lafargue (1842 – 1911), quien en su libro “El derecho a la pereza” menciona que el ocio consagrado a las artes y la ciencia traerá a las personas la satisfacción de su espíritu y por tanto bienestar en las sociedades.