ARTURO JAVIER REYES BARBA.
Wolfgang Amadeus Mozart fue un compositor de origen austriaco. Nació el 27 de enero de 1756. Durante su infancia demostró grandes dotes para la música, siendo así que a la edad de seis años podía tocar el clave y el violín con una facilidad única, además componía. Difícilmente encontraríamos a alguien que a su edad pudiera hacer lo mismo.
El término “efecto Mozart” fue acuñado por el médico francés Alfredo Tomatis para designar el desarrollo cerebral que se produce cuando las personas escuchan música de Mozart. Don Campbell publicó en 1997 “El efecto Mozart” y en el 2000 “El efecto Mozart para niños”, estas dos publicaciones fueron de enorme éxito que promovieron una rápida divulgación del tema. De igual manera, expertos han realizado varios estudios tanto en bebés como en mujeres embarazadas para unificar la hipótesis acerca de si es verdad que con escuchar música clásica, específicamente las sonatas y las sinfonías de Mozart, se logra un desarrollo intelectual más elevado que otras personas que no escuchan este tipo de música. Analizar esto es muy complejo, puesto que se debe observar desde varios ámbitos, como son el médico, el psicológico, el pedagógico, el musical, etc.
La neurociencia educativa, neuro-educación o neuro-didáctica consiste en comprender cómo funciona el cerebro para mejorar el proceso de enseñanza aprendizaje al diseñar estrategias de aprendizaje más efectivas. Por otra parte, la pedagogía musical activa es un movimiento educativo, cuyos orígenes se sitúan en las últimas décadas del siglo XIX, en donde músicos y profesores de gran valía se han acercado al campo de la psicología y la pedagogía, dejando con ello una huella significativa en sus propuestas metodológicas.
Tales propuestas las encontramos en los métodos: “Dalcroce”, método de desarrollo rítmico, “Willems”, “Orff” y “Kodaly”, por mencionar algunos de los más importantes. Sus principios pedagógicos se basan en vivir y experimentar los componentes esenciales de la música, como son el ritmo y el movimiento, el canto, la percepción de la forma musical y, una de las más importantes, la de hacer música en grupo, contribuyendo así al desarrollo de nuestras capacidades cognitivas y socializadoras.
Con certeza, con el sólo hecho de escuchar música de Mozart por un determinado tiempo no sería suficiente para estimular y potenciar nuestros niveles cognitivos. Si bien escuchar buena música nos puede deleitar por unos momentos, generándonos pensamientos agradables, positivos y un considerable nivel de bienestar, para poder obtener verdaderos beneficios, tendríamos que adoptar un proceso educativo musical por un tiempo, mucho mayor o por una buena parte de nuestra vida. Por tanto, el efecto Mozart puede terminar en neuromito (afirmaciones sobre el cerebro y su funcionamiento que surgen de falsos sustentos científicos).
Fuentes de consulta:
www.pasionpormozart.com
www.actualidadenpsicologia.com
http://redined,mecd.gob.es
Unir. Educador/ educador.unir.net
Don Campbell. El efecto Mozart. 2006